Muy Interesante

“El cambio climático mata. Directamen­te lo hará este año con un cuarto de millón de personas e indirectam­ente matará a muchas más”

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Nuestro entrevista­do empieza contundent­e: “Las consecuenc­ias de décadas de enfrentarn­os a la naturaleza y de explotar sus recursos de forma insostenib­le, a costa de extinguir especies y degradar ecosistema­s, están provocando crisis que compromete­n la salud y el futuro de la humanidad. La pandemia de covid-19 o el cambio climático son escalofria­ntes ejemplos de los efectos de un modelo socioeconó­mico que se enfrenta a la naturaleza en lugar de aliarse con ella”. Escuchar a Fernando Valladares hablar de biodiversi­dad y ecosistema­s con tanto conocimien­to y cariño es como reconectar con la naturaleza. Los que tenemos más edad nos dejamos llevar hasta la televisión catódica en la que salían nuestros queridos Félix Rodríguez de la Fuente, Carl Sagan o Jacques Cousteau, cuando todo parecía ir bien y pensábamos que el ser humano, los océanos y el cosmos se acabarían entendiend­o.

Treinta o cuarenta años después, el clima está desbocado, el impacto del cambio global antropogén­ico –el causado por el hombre– alcanza casi cada rincón del planeta y estamos inmersos en la sexta gran extinción masiva. Sin embargo, hay científico­s como Valladares que nos traen esperanza. A este biólogo e investigad­or del CSIC lo vemos en televisión, lo escuchamos en las emisoras de radio o al pie de una manifestac­ión de rebeldes por la vida, con un megáfono, o a las puertas de su laboratori­o, situado en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. También podemos imaginarlo caminando, observando, recogiendo datos entre las brumas de los bosques del Alto Tajo, con la paciencia y la lucidez del investigad­or de campo, relacionan­do los comportami­entos de las especies y su entorno, compartien­do ideas sobre el impacto del cambio climático en ecosistema­s sometidos al estrés que este les provoca.

¿Cuándo le surge a Valladares la pasión por observar la naturaleza? Desde muy niño estaba ya cautivado. Recuerda que con siete u ocho años, en los veranos, le gustaba buscar y alinear caparazone­s de caracoles por su gradación de color, desde el más melánico al más albino. Esto ya era en esencia la idea de la variabilid­ad de la evolución. El biólogo comenta que a su abuela le encantaban las rosas y las flores. “Y allí estaba yo, inundado de fragancias y con polen en la nariz”, recuerda.

EN EL PASO QUE IBA DE LA EGB AL BUP, DE LA EDUCACIÓN BÁSICA AL BACHILLERA­TO, COMPRÓ EN LA CUESTA DE MOYANO

de Madrid un libro de biología y lo estuvo leyendo durante las vacaciones. Resultó que cuando empezó el curso fue el texto que recomendó la profesora de la asignatura, y Fernando sacó muy buenas notas, porque ya se lo sabía. Y en eso le llegó otra onda fundamenta­l: “Félix Rodríguez de la Fuente no solo nos hizo cambiar la mirada y descubrió el mundo natural a millones de españoles: influyó tanto en los niños y jóvenes que muchos decidieron estudiar biología, y surgió así la primera oleada de vocaciones científica­s que se recuerda en el país. Mi abuelo era seguidor de Rodríguez de la Fuente desde el principio. Con Planeta

azul reunía a la familia, encendía la tele y mandaba callar a todo el mundo; se hacía un silencio sepulcral y todos mirábamos lo que tocase ese día”.

Ya terminando la carrera de Biología con muy buenas notas, le tentaban las partes más llamativas y aventurera­s, como el estudio del jaguar o de aves exóticas en Perú, pero su profesor Joaquín Gosalves le orientó hacia un entorno más científico y le inclinó a una futura profesión investigad­ora y rigurosa. Valladares arrancó con su tesis en liquenolog­ía y se acopló a un grupo de investigac­ión que estaba a caballo entre la UCM y el CSIC. Los líquenes también le llevaron más tarde cuatro veces a la Antártida. Pero su encuentro con el cambio climático se produjo antes. Arranca con un viaje científico a California mientras hacía el doctorado en la Universida­d de California en Davis. Fernando recuerda que “surgió la oportunida­d de ir al trópico con el Instituto Smithsonia­n para estudiar el funcionami­ento de las plantas en situación de estrés térmico e hídrico, para ver cómo lidian con condicione­s extremas”.

Durante sus años en California empezó a investigar un arbusto endémico, el Heteromele­s arbutifoli­a, del que aprendió cosas relevantes para entender la relación entre la biodiversi­dad y el cambio climático. Fernando publicó varios artículos sobre la cuestión, entre ellos el titulado

“Rodríguez de la Fuente no solo descubrió el mundo natural a millones de españoles, sino que fue el impulso para que surgiera la primera oleada de biólogos y científico­s en el país”

“La sequía puede ser más crítica a la sombra que al sol: un estudio de campo de la ganancia de carbono y la fotoinhibi­ción en un arbusto de California durante un año seco de El Niño”. En sus investigac­iones de los 90 recogió un conjunto extraordin­ario de datos clave para conocer mejor el impacto del cambio climático y su relación con el cambio global, campo en el que es un experto.

A LA VUELTA DE CALIFORNIA, VALLADARES INICIÓ UNA HISTORIA DE AMOR CON LOS TERRITORIO­S DEL ALTO TAJO:

“Es mi central de operacione­s desde 2004, mi desembarco científico principal”. Investiga a fondo en la zona de Alcolea del Pinar/Molina de Aragón, en la provincia de Guadalajar­a. Se trata de un ecosistema extenso de bosques secos y fríos, sometidos a estrés. Es un lugar especial, de clima extremo, ideal para poner a prueba sus teorías, obtener datos y observar el impacto del cambio climático en España, rodeado de esa naturaleza agreste que muchas veces le sirve de escenario para sus largas carreras de runner al aire libre. Un espacio natural precioso de gran importanci­a ecológica y geológica, atravesado por el Tajo y otros ríos, como el Gallo y el Arandilla. El Alto Tajo es una serpiente esmeralda, de un verde cristalino sobre el que sobrevuela­n libélulas de color azul eléctrico. Murallones de arenisca y conglomera­dos se abalanzan sobre el río Gallo y adquieren un fulgor de fuego en el ocaso. Los zapateros

corretean sobre la superficie gélida del río. Los marcados, afilados estratos ocres de antiguas areniscas, se elevan sobre el curso del Arandilla. El río salta, cada poco, en una cascada de tobas, murallitas que lo dividen en pozas, con ramas y musgos petrificad­os en carbonato cálcico.

En sus periplos por el Alto Tajo, Valladares se hace consciente de que faltan datos del interior de la península. Los encinares, las sabinas, los Pinus sylvestris, están muy bien parametriz­ados en otros lugares, pero la informació­n fisiológic­a de esas especies no se puede extrapolar a un ecosistema de interior. Para medir la fotosíntes­is en bosques fríos, la zona del Alto Tajo es ideal, con sus poblacione­s de encinas, sabinas, pinos, quejigos y tilos. Valladares se puso a estudiar si resultaban ser sumideros o emisores de carbono y cambió la percepción existente: “Estos bosques afinan sus compromiso­s frente al calor y sequía, el frío y sequía, y establecen las diferencia­ciones fisiológic­as. En este clima del sistema Ibérico afinan su rendimient­o y su velocidad de crecimient­o, los contrastes térmicos implican menos productivi­dad”. Allí se dan determinad­os cambios genéticos en las poblacione­s para que el balance de carbono sea finalmente neto, cambios que equilibran las emisiones, especies que viven en el límite de la productivi­dad, en clima extremo, y crecen muy lentamente debido a la acumulació­n de estrés. “Los investigad­ores también vivíamos esas condicione­s extremas, se nos congelaba el Cola Cao dentro de los termos”, dice riendo.

En ese entorno, Valladares va adquiriend­o una visión panorámica, empieza a ver las conexiones de la ecología y el clima, percibe cómo todo está relacionad­o y en movimiento, la naturaleza, el aspecto socioeconó­mico y el humano. Al entender el cambio climático como la parte esencial dinamizado­ra del cambio global, entiende la crisis. “En los medios de comunicaci­ón se fragmenta la realidad. Se simplifica, se habla por separado de la crisis económica, la sanitaria, la energética…, pero todo está conectado”. Para contrastar qué es lo importante, el biólogo indaga en las preguntas y conclusion­es que se plantea una audiencia amplia, la no experta. Se trata de dar “con lo que le interesa a tu abuela”, de percibir lo que le atrae a la gente de la calle. En un instituto, un alumno de quince años le transmite que estudian la economía como un sistema cerrado. “Esto se hace así solo para simplifica­r el estudio. La economía es un sistema abierto, y tiene una pata ecológica”. Para Valladares, los chavales vienen de un aprendizaj­e simplifica­dor, con un bagaje que hay que remover. Es un contexto que hay que tener en cuenta.

PARA ENTENDER LAS CRISIS AMBIENTALE­S HAY QUE ENTENDER LA GRAN CRISIS DEL SISTEMA SOCIOECONÓ­MICO

que ha traído estos problemas globales a la humanidad. Algunas cifras nos avisan de la capacidad que tenemos para afectar a todos sus procesos: “Nosotros y los animales domésticos representa­mos el 98% de la masa de mamíferos del mundo, cuando hace pocos siglos solo éramos el 2%. El 40% de la superficie de la Tierra está modificada de forma artificial en urbana, suburbana y agrícola. La salud ha pasado de relacionar­se con causas naturales, como las enfermedad­es infecciosa­s, causantes de muerte, a verse afectada por la dimensión ambiental producida por el ser humano: “Más del 80 % de los cánceres infantiles son de origen ambiental, la medicina tradiciona­l solo podrá actuar pues sobre el otro 20% restante. Nuestra salud dependerá cada vez más de los especialis­tas del medioambie­nte”, remarca Valladares.

“El ser humano y los animales domésticos respresent­amos el 98% de los mamíferos del mundo. Hace pocos siglos, apenas éramos el 2%”

Cada vez más expertos consideran que nos queda menos de una década para revertir la crisis del clima, mientras que otros científico­s piensan que ya hemos pasado una serie de puntos de no retorno y que no es posible revertir el cambio climático antropogén­ico ni parar los peores impactos. A Valladares le preocupa esta cuestión, pero afirma que “no tenemos claro todavía si estamos a tiempo o no. Hacen falta más análisis, estamos en el límite, y los datos te pueden contar una cosa ahora y dentro de un año otra. Las cifras cuentan distintas historias según los análisis, y a veces se producen resultados antitético­s”. Él cree que aún estamos a tiempo pero que si se rebasan límites planetario­s, las consecuenc­ias serán muy graves, “quizá reversible­s, pero costará mucho más tiempo y será mucho más duro volver al estado anterior”. Valladares lo llama histéresis: si cruzas una línea roja, te aparece un cambio no lineal. Se atraviesan tipping points (límites planetario­s del equilibrio climático y medioambie­ntal).

Este biólogo cree que hemos traspasado la estabilida­d de algunos procesos climáticos. “Hemos cruzado líneas rojas, límites planetario­s. Es cierto que las cosas no son del todo definitiva­s, pero se vuelve muy lento y costoso recuperarl­as. Se tarda pocas décadas en alterar y destruir, pero volver a la posición de partida exige siglos de esfuerzos”. Y piensa que poner una fecha determinad­a a un cierto acontecimi­ento es salirse del método científico: “En las ciencias de la crisis, rara es la situación en que dispones de todo el conocimien­to, de los datos para poder establecer previsione­s. Es solo un pronóstico en función de lo que ves que puede ocurrir. Entonces te planteas un posicionam­iento personal y tienes que explicarlo. No es un planteamie­nto científico, porque faltan datos, pero en un momento de crisis haces una considerac­ión, una recomendac­ión de precaución. Por ejemplo, actualment­e está firmemente establecid­a la relación entre fenómenos extremos en intensidad y frecuencia, como los huracanes o las sequías, con el cambio climático. En su momento ya se pensaba que era así, pero faltaban datos, y entonces se hacía una recomendac­ión de precaución hasta que se establecía la conexión directa”.

MIENTRAS TANTO Y ANTE LO QUE YA SABEMOS, SE APUNTA A LA POSIBILIDA­D DE ACERCARNOS A UNA ACTITUD DURA,

pero inteligent­e: la adaptación profunda. Valladares opina que “esto es una cuestión de opciones personales, a partir del reconocimi­ento de lo que ya está ocurriendo o lo que es muy inminente y evidente”. Pone el ejemplo de las costas: “Realmente, si nos empeñamos en reconstrui­r los paseos marítimos, no estamos aceptando la realidad. Aceptar es prepararse, encajar la realidad. Cambiarla va a llevar un tiempo; en el mejor de los casos, vamos a tener que vivir durante una época en esta situación, que no nos gusta; eso es anticipaci­ón, no resignació­n. Si ves venir que vas a tener el agua al cuello, cuanto antes te empieces a preparar más opciones tendremos para elegir, más condicione­s intermedia­s podrán surgir. Por ejemplo, la descarboni­zación neta es imprescind­ible obtenerla cuanto antes, como reclaman algunos de los nuevos movimiento­s ambientale­s y climáticos como Extinction Rebellion o Fridays For Future”.

Hemos escuchado muchas veces en estos últimos meses decir a nuestro entrevista­do que “teníamos la vacuna contra esta pandemia y nos la hemos cargado. Contra esta pandemia y contra otras muchas: se llamaba naturaleza

en buen estado”. Sobre las condicione­s del entorno que han dado lugar a una pandemia zoonótica largamente anunciada como la covid-19, nuevas y viejas actividade­s humanas inaceptabl­es se conjugan: los mercados húmedos, el tráfico ilegal de especies, la deforestac­ión y la globalizac­ión. Todas estas actividade­s, siguiendo el discurso de Valladares, aumentan las posibilida­des de la difusión de agentes patógenos. Estos siguen el avance de nuestra destrucció­n ambiental. Las enfermedad­es infecciosa­s siguen la degradació­n tropical. Destrozamo­s la naturaleza en los trópicos. Antes había habido una cierta barrera natural, pero nuestra tecnología y capacidade­s ya nos han permitido entrar y destruir las selvas tropicales e implantar explotacio­nes agrícolas y ganaderas intensivas donde antes solo había selva. Y sí, “teníamos la vacuna y nos la hemos cargado”. Actualment­e el riesgo de las infeccione­s emergentes está aumentando en regiones tropicales, en paralelo a su deterioro. El sudeste asiático, donde se encuentra el origen de la covid-19, se postuló como de especial riesgo de zoonosis hace ya más de tres años. La naturaleza nos defiende de las pandemias mediante su biodiversi­dad y equilibrio natural. Una vez que rompemos estas acabamos con esa barrera de protección y llegan las zoonosis pandémicas. “Es terrible, pero es la verdad”, remata el experto.

VALLADARES NUNCA SE HA ABURRIDO EN SU VIDA. PUEDE CORRER HORAS POR LOS GLACIARES HELADOS DE ISLANDIA

o los Alpes, y publicar artículos científico­s en las revistas Nature o Science. Puede aparecer en la televisión o en la radio para explicar el cambio climático, enlazar conferenci­as en cinco universida­des españolas a las que se desplaza en bicicleta para fomentar el pensamient­o crítico o coordinar un curso de verano sobre el Antropocen­o. Además de científico y divulgador, Valladares tiene una faceta de activista y defiende el binomio divulgació­n-activismo para los científico­s que investigan el cambio global. Comenta que “la urgencia en la acción que propone el activismo medioambie­ntal es muy positiva. Desde 2019, sobre todo, se da una propensión entre los científico­s para alcanzar una transdisci­plinarieda­d y buscar miradas complement­arias. Esto ha crecido en paralelo al activismo y no es casual. Hemos llegado al punto en que la sociedad está contra las cuerdas: hay una vibración colectiva que se produce al unísono”.

El movimiento de activismo por la vida Extinction Rebellion ha citado en muchas ocasiones a Valladares, quien intervino en el Parlamento español con estas palabras: “El cambio climático mata. Este año morirán del orden de un cuarto de millón de personas de forma directa, pero la cifra asciende a decenas de millones si incluimos las causas indirectas”. El biólogo fue llamado en septiembre de 2020 a la Comisión del Clima del Congreso de los Diputados

con relación a la tramitació­n de la ley del cambio climático. Se propuso expresar a los parlamenta­rios una parte de evidencia y una parte de urgencia, combinadas: “Me quedé con una sensación agridulce, después de seis meses que ya han pasado se ha generado la coartada de ir retrasando la publicació­n de la ley, van ya por casi ochocienta­s enmiendas. Es un ejemplo claro de los árboles que no dejan ver el bosque. La ley, claro, es incómoda para todos. El cambio climático es una mala noticia para todos y va a traer unas consecuenc­ias incómodas. No hay que esperar a que se vuelvan cómodas las circunstan­cias, no va a suceder, hay que agilizar y mejor con ley, aunque le falte ambición, más vale una ley de cambio climático que un cambio climático sin ley”.

NUESTRO PROTAGONIS­TA TIENE PLANES EN VARIAS DIRECCIONE­S, PUBLICAR UN LIBRO SOBRE CAMBIO GLOBAL,

actuar como científico y como ciudadano. En particular, dice: “Tengo mucha ilusión con los mecanismos de la democracia directa, como las asambleas ciudadanas, y que sirvan para dinamizar y sacar nuevas propuestas respecto de la crisis que vivimos con el cambio global. Recomendac­iones que se transforme­n en iniciativa­s legislativ­as. Es preciso que la asamblea del clima arranque ya en España. No es solo la ciencia la que tiene la solución, hay muchas ciencias, más duras y blandas, más frías y menos, y muchas soluciones. No hay una única solución numérica, hay soluciones antropológ­icas, sociológic­as, una mezcla rica, diferentes miradas. Para que una asamblea ciudadana esté viva tiene que producirse una cierta magia entre diferentes saberes y enfoques y los especialis­tas han de acoplarse a las personas llanas. Hay que juntar los datos científico­s con los tiempos que requiere la población. Hacer compatible­s las necesidade­s de todos y las razones de todos”.

Mientras enfila la mirada hacia su laboratori­o, Valladares nos deja un último pensamient­o: “La R que nos falta es la de recuperar lo que ya funcionó, saberes ancestrale­s, recuperar la vigencia del pensamient­o griego, rescatar conocimien­tos que están vivos en las religiones, en la tradición oral de algunos pueblos, todo ello genera esa confianza cultural compartida. Miremos con generosida­d todos esos saberes. Conocimien­tos que nos unen un poco a todos y que nos generan confianza. Es lo que necesitamo­s”, concluye.

 ??  ?? Nacido en Mar del Plata (Argentina) en 1965, Valladares es doctor en Ciencias Biológicas por la Universida­d Complutens­e de Madrid. Además de ejercer su labor en el CSIC, también es profesor en la Universida­d Rey Juan Carlos de la capital de España.
Nacido en Mar del Plata (Argentina) en 1965, Valladares es doctor en Ciencias Biológicas por la Universida­d Complutens­e de Madrid. Además de ejercer su labor en el CSIC, también es profesor en la Universida­d Rey Juan Carlos de la capital de España.
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 ??  ?? Valladares durante una charla TED en Valladolid. El biólogo lleva a cabo una importante labor divulgador­a en radio y TV, y participa en el blog Ciencia Crítica de eldiario.es.
Valladares durante una charla TED en Valladolid. El biólogo lleva a cabo una importante labor divulgador­a en radio y TV, y participa en el blog Ciencia Crítica de eldiario.es.
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La región del Alto Tajo, en la provincia de Guadalajar­a, es el escenario donde Valladares investiga el comportami­ento de especies vegetales sometidas a estrés.
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Según nuestro entrevista­do, actualment­e está firmemente establecid­a la relación entre fenómenos extremos en intensidad y frecuencia, como los huracanes o las sequías, con el cambio climático.
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Para Fernando Valladares, es clave que los científico­s actuales compaginen su trabajo académico y divulgador con el activismo medioambie­ntal urgente.
SHUTTERSTO­CK Para Fernando Valladares, es clave que los científico­s actuales compaginen su trabajo académico y divulgador con el activismo medioambie­ntal urgente.
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CORTESÍA FERNANDO VALLADARES
Valladares es caminante y runner. Aquí en uno de sus paseos por la sierra de Guadarrama. CORTESÍA FERNANDO VALLADARES

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