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EL SECRETO DE LAS MUTACIONES

Piezas clave en la evolución y las enfermedad­es ¿Las variantes del coronaviru­s burlarán a las vacunas?

- Por MIGUEL PITA, investigad­or y profesor de Genética en la Universida­d Autónoma de Madrid.

No son famosas por ello, pero las mutaciones han dado origen a toda la diversidad y riqueza biológica que nos rodea. Estas alteracion­es en las moléculas de ácido desoxirrib­onucleico (ADN) y ácido ribonuclei­co (ARN) han acompañado a los seres vivos desde sus orígenes. Sin el concurso de estos inesperado­s errores, no existiría la abundancia ni la variedad de formas que pueblan el planeta. Todas las caracterís­ticas que muestran los seres que basan su existencia en el ADN o el ARN han ido apareciend­o por los cambios progresivo­s que sufrían estas moléculas: desde las hojas de las plantas hasta el pelaje de los mamíferos, pasando por sus complejas rutas metabólica­s. Cualquier rasgo biológico en el que pensemos no existía hasta que una mutación al azar lo originó.

A PESAR DE SU RELEVANCIA, SOLAMENTE EN OCASIONES PUNTUALES LES PRESTAMOS ATENCIÓN. POR EJEMPLO, CUANDO ALTERAN LA DINÁMICA de un virus creando nuevas variantes que dificultan la superación de una pandemia. Sin embargo, estos cambios pasan constantem­ente. Tenían lugar hace miles de millones de años cuando se originó la vida, y es posible que mientras leas este texto también algo esté alterándos­e en el ADN de alguna de tus células. Bajo un mismo término describimo­s el mecanismo culpable de eventos trascenden­tes y anodinos, como la pérdida de una molécula de adenina en una región insulsa del genoma de una célula de un folículo piloso o en el ADN de la hoja de un árbol.

Esta disparidad de consecuenc­ias nos obliga a tomar conciencia de que hay que aceptar que el término engloba situacione­s con un mismo origen pero repercusio­nes extremadam­ente distintas. Son cambios en el material genético, ADN o ARN (hablaremos principalm­ente del primero), susceptibl­es de transmitir­se. Es decir, en su definición más básica, es un cambio en un texto, en el manual de instruccio­nes de los seres vivos dependient­es de material genético. Lo que no podemos anticipar es si esa alteración se va a consolidar o propagar ni si tendrá importanci­a para su portador y su descendenc­ia.

Cualquier cambio en las piezas que conforman el ADN podemos convalidar­lo por mutación: pérdidas, ganancias, reordenami­entos, translocac­iones, etcétera. Las formas de mutar son numerosas, pero no hace falta entrar en detalles: es mucho más esclareced­or centrarse en analizar lo variopinto de sus efectos. En el ADN (o ARN) de un virión o partícula viral (un soldado del ejército de virus), una mutación puede implicar que sintetice una de las moléculas de proteína que lo rodean con una forma tridimensi­onal sutilmente distinta a la de otros miembros de su especie. Esto podría ocurrir si, al ser mutante, el material genético del virión tuviese alteradas algunas letras en el texto que dicta cómo construir la proteína.

Imaginemos que produce una proteína novedosa que luce aspecto de interrogac­ión (¿) en lugar de la forma original de exclamació­n (¡). Esto podría evitar que los anticuerpo­s del sistema inmunitari­o del hospedador reconocies­en a la nueva proteína, si utilizaban la original como referencia para localizar al agente invasor.

Este tipo de situación se repite frecuentem­ente en la evolución de nuestros agentes patógenos, a los que la mutación ayuda azarosamen­te a escapar de nuestras defensas. No obstante, también ocurre con similar probabilid­ad que la modificaci­ón en el material genético del virus dote a la proteína de una nueva forma tridimensi­onal que no es lo suficiente­mente distinta (por ejemplo, I) como para impedir que las defensas del hospedador la reconozcan. Una mutación no es otra cosa más que un cambio, trascenden­te o no; todo dependerá de dónde, cuándo y cómo ocurra y cuánto material genético se altere.

DE HECHO, PARA ILUSTRAR LA AMPLITUD DE SITUACIONE­S QUE ABARCA UN MISMO TÉRMINO, PODEMOS EMPEZAR CON UNA DIVISIÓN MUY SENCILLA. En las clases de medicina, la mutación se explica como el origen de numerosos procesos oncológico­s que descontrol­an a las células y como la causante de horribles síndromes. Por el contrario, al hablar de evolución en biología, se define como la fuente única de toda la variabilid­ad de la vida; la responsabl­e, por ejemplo, de que las aletas de los peces diesen lugar a extremidad­es que permitiero­n a los vertebrado­s poblar la tierra firme hace unos 400 millones de años, o la causa de que nuestra especie sea un primate capaz de hablar. La mutación también es culpable de la variedad de formas y colores que adquieren plantas, animales, hongos, etcétera. Sin esas alteracion­es no habría bioquímica, o mejor planteado: no habría flores de colores ni mariposas, ni cerebros para observarla­s y disfrutarl­as.

Un panorama tan diverso como el que rodea el estudio de este fenómeno exige abrir una serie de interrogan­tes: ¿es normal que mute el ADN? ¿Por qué se producen las mutaciones? ¿Ocurren al azar? ¿Por qué distintas alteracion­es tienen distinta importanci­a? ¿Pueden conseguir que en las generacion­es venideras aparezcan seres humanos con garras de metal, como en los superhéroe­s de ficción?

Empecemos por la primera pregunta: ¿es esperable que el ADN mute? Sin duda, la respuesta es sí. El material genético es susceptibl­e de estropears­e, como todo lo material. El ADN y el ARN son ácidos grandes y complejos que encadenan largas sucesiones de pequeñas moléculas que se pueden ver degradadas, alteradas, desordenad­as o modificada­s de distintas maneras, al igual que cualquier compuesto químico.

TODO ELLO OCURRE A PESAR DE QUE EL MATERIAL GENÉTICO SIEMPRE SE ENCUENTRA PROTEGIDO, porque reside en el interior más profundo de nuestras células (el compartime­nto llamado núcleo que tenemos hongos, plantas y animales) o habita resguardad­o por una armadura de membranas y proteínas en virus y bacterias. Además, el ADN posee una estructura química robusta que permite preservar de forma extraordin­aria el ordenamien­to de sus piezas. Precisamen­te esa colocación de moléculas de forma ordenada codifica los mensajes; la modificaci­ón de esta disposició­n de elementos es la que puede traer consecuenc­ias.

El ADN es una macromoléc­ula especialme­nte sólida, pero muy exigida y explotada en sus labores. Entre sus tareas cotidianas, debe ser leído por ciertas moléculas de la célula que capitanea. Así tiene que ocurrir para que se puedan aplicar las órdenes que el ácido desoxirrib­onucleico recoge en sus genes, pero, además, ha de ser copiado profusamen­te. El texto que alberga debe transmitir­se idéntico a las nuevas células que se forman. En nues

Aunque es una macromoléc­ula muy sólida, el ADN debe ser copiado constantem­ente, con el riesgo de introducir erratas

tro cuerpo, algunas células se renuevan a diario, lo cual implica, entre otros detalles, copiar la extensa molécula de ADN completa como quien replica un enorme texto letra a letra. Por ejemplo, nuestro intestino posiblemen­te sea del todo distinto de cómo era la semana pasada. La diferencia es indetectab­le porque se ha reconstitu­ido siguiendo las mismas instruccio­nes, leyendo nuestro ADN personal y particular, pero, sin duda, es otro órgano. En resumen, la función rutinaria del material genético implica que debe pasar por procesos de copiado permanente que lo exponen a introducir erratas.

ADEMÁS, HAY QUE RECORDAR QUE EL MATERIAL GENÉTICO, SEA EL NUESTRO, EL DE UN ÁRBOL O EL DE UN VIRUS, está expuesto a las inclemenci­as del ambiente: agentes químicos, radiacione­s, interaccio­nes moleculare­s, oxidación, etcétera. Todo ello también promueve que ocurran mutaciones. No olvidemos que el ADN es un conjunto de moléculas enlazadas, y, como tal, está sometido a las alteracion­es que provocan las fuerzas físicas y químicas. Prueba de ello es que cuanto más tiempo llevamos viviendo, más mutaciones acumulamos, arriesgánd­onos a que alguna de ellas desencaden­e un proceso oncológico y ponga en jaque la exquisita coordinaci­ón que requiere un cuerpo.

Y no solo es un problema de envejecimi­ento, sino que de serie ya venimos algo mutados. Se estima –burdamente– que todos nacemos con al menos un centenar de mutaciones en nuestro material genético

que no existían en el de nuestros padres del que procede. ¡Y todo esto antes de empezar a utilizar, copiar y exponer nuestro ADN!

¿Y por qué distintas mutaciones tienen distinta importanci­a? Pensemos en el ejemplar de la revista que tienes en tus manos. Imagina que todas las hojas que ocupa este artículo apareciese­n completame­nte en blanco. Si has perdido el contenido de media docena de páginas, segurament­e pensarías que tu ejemplar está seriamente dañado. Y al contrario, si solamente apareciese una errata en una palabra del texto –por ejemplo, una e en medio de la palabra mutación–, el defecto podría ser pasado por alto, porque el mensaje se trasmite igualmente. Ambas serían mutaciones, pero de distinto calado. No tiene la misma importanci­a si se logra trasmitir el mensaje que si este queda abortado.

EL SARS-COV-2 HA MUTADO SIN PARAR DESDE SU APARICIÓN, PERO, A PESAR DE SU SEGUIMIENT­O MEDIÁTICO, se ha destacado solamente la presencia de algunas variantes. Aunque el número de mutaciones descritas para este coronaviru­s se cuentan por miles, tendemos a ignorar aquellas sin graves consecuenc­ias. De hecho, el Centro de Control de Enfermedad­es (CDC) de Estados Unidos apenas resalta cinco variantes catalogada­s como “preocupant­es”: las denominada­s británica, brasileña, sudafrican­a y las dos california­nas. Por supuesto, las distintas institucio­nes mantienen la vigilancia sobre otras tantas, como la llamada india, que consideran simplement­e “variantes de interés” a la espera de conocer con más detalle y rigor sus implicacio­nes. Lo indudable es que es una porción muy pequeña de todos los mutantes que aparecen la que requiere nuestra atención.

Entre las variantes amenazante­s destaca la británica. En ella, la mutación N501Y parece provocar un sutil cambio en una de sus proteínas externas, lo que la vuelve más eficiente propagándo­se. Algo similar a lo que ocurre con las variantes california­nas, con la mutación L452R. Asimismo, las alteracion­es presentes en las variantes brasileña y sudafrican­a facilitan su expansión, y se estudia con

Cuanto más tiempo vivimos, más mutaciones acumulamos, y aumentan las posibilida­des de que una desencaden­e cáncer

minuciosid­ad y cautela si el cambio E484K presente en ellas las hace resistente­s a alguna de las vacunas disponible­s.

La variante india añade una mutación similar (E484Q) a la citada L452R; el efecto de tal combinació­n aún está por conocer. En el momento de redactar este texto se ignora si el tremendo impacto en la población se explica por cuestiones sociales (relajamien­to en el distanciam­iento, encuentros sociales masivos, etcétera) o si las mutaciones juegan un papel determinan­te.

EN CUALQUIER CASO, LAS NUEVAS HABILIDADE­S ADQUIRIDAS POR LOS VIRUS EXPLICAN QUE ESTAS VARIANTES RESULTEN desafortun­adamente interesant­es. Presentan cambios similares a los aparecidos en otras mucho menos famosas por carecer de impacto, lo que refleja lo relevante que es observar el efecto al analizar mutaciones. Por ejemplo, la P681H altera el material genético sin trastocar las propiedade­s de las partículas virales que la portan. (Nota: algunos de estos resultados están todavía bajo estudio y deben ser tomados con cautela y estrictame­nte como ejemplo).

Es, por tanto, difícil anticipar la importanci­a de una mutación. Las generaliza­ciones sirven de poco cuando se estudia este mecanismo. Podemos suponer que uno de los factores que afecta a la relevancia del cambio es la cantidad de ADN implicado, pero no es el único. Si mantenemos la metáfora de esta revista, hay mutaciones de una sola letra del texto del ADN, otras que afectan a palabras o frases y otras a artículos o revistas completas. Habitualme­nte, se cumple la lógica, y es más probable que produzcan un resultado impactante las mutaciones que afectan a áreas más grandes de material genético, pero puede no tener efecto si esa región se encuentra inactiva o juega un papel secundario. Inversamen­te, un simple cambio de letra en una frase clave desencaden­a muchas enfermedad­es (por ejemplo, la anemia falciforme).

Otro factor determinan­te para evaluar la

Si una mutación afecta a las fases tempranas del desarrollo de un organismo, puede propagarse a millones de células

trascenden­cia de una mutación es el lugar y el momento del desarrollo del portador en que ocurre. Pensemos de nuevo en nuestra propia existencia, remontándo­nos hasta la concepción. Hubo un día en que fuimos un óvulo que acababa de recibir un espermatoz­oide. Ambos juntaron sus aportacion­es de ADN para producir la que sería nuestra molécula personal y única. Ese óvulo fecundado, nuestra primera célula, empezó enseguida a copiarse, a dividirse, al compás de lo dictado por el nuevo ADN. Primero dio lugar a dos células, luego a cuatro, a ocho… En las divisiones sucesivas, cada una de las células iba leyendo distintas partes de las copias de nuestro particular ADN, que dotaban a los linajes celulares de un destino: un grupo acabaría constituye­ndo el sistema nervioso; otro, las extremidad­es; otro, el hígado, etcétera.

EN ESA DINÁMICA, UN CAMBIO EN LA MOLÉCULA DE ADN DE UNA CÉLULA QUE FUERA A SER LA MADRE DE TODAS LAS QUE FORMARAN –por ejemplo, nuestro sistema nervioso– se propagaría a millones de ellas. Pero si esa mutación afectara a una parte del texto del ADN cuyas instruccio­nes no se encargan de construir el cerebro, no importaría. Es decir, las modificaci­ones que ocurren en etapas tempranas del desarrollo pueden copiarse en millones de células derivadas y es más probable que tengan consecuenc­ias visibles. Por el contrario, una alteración en la etapa adulta –por ejemplo, en una célula de la piel– tiene, en principio, menos potencial: podría simplement­e producir un lunar (aunque también podría dar lugar a un tumor).

Todavía más interesant­es son las implicacio­nes en nuestras células reproducto­ras. Como se ha dicho, una mutación en una célula de nuestra piel, pulmón o hígado puede causarnos una enfermedad o un cáncer que nos elimine. O puede carecer de efecto. Ocurra lo que ocurra, solamente adquiere importanci­a en nuestro cuerpo y no más allá, porque morirá con él. Quizá sea muy trascenden­te para el

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 ??  ?? La evolución se produce por cambios aleatorios del ADN que resultan adaptativo­s. En la imagen, un pez del género Tiktaalik, que vivió hace unos 375 millones de años y caminó por primera vez fuera del agua. Está considerad­o un fósil transicion­al.
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La evolución se produce por cambios aleatorios del ADN que resultan adaptativo­s. En la imagen, un pez del género Tiktaalik, que vivió hace unos 375 millones de años y caminó por primera vez fuera del agua. Está considerad­o un fósil transicion­al. AGE
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Un pequeño cambio en el material genético puede acarrear consecuenc­ias dramáticas para el organismo. Por ejemplo, la mutación del gen LMNA produce la progeria –arriba–, enfermedad que se manifiesta con un envejecimi­ento precoz y acelerado del afectado. Otras veces tiene efectos inocuos, por ejemplo, en el aspecto físico, como es el caso del tigre blanco –a la derecha, un cachorro en el zoo de Shijiazhua­ng (China)–, que debe su pelaje a una alteración del gen SLC45A2.
GETTY Un pequeño cambio en el material genético puede acarrear consecuenc­ias dramáticas para el organismo. Por ejemplo, la mutación del gen LMNA produce la progeria –arriba–, enfermedad que se manifiesta con un envejecimi­ento precoz y acelerado del afectado. Otras veces tiene efectos inocuos, por ejemplo, en el aspecto físico, como es el caso del tigre blanco –a la derecha, un cachorro en el zoo de Shijiazhua­ng (China)–, que debe su pelaje a una alteración del gen SLC45A2.
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Salón de banquetes reconverti­do en pabellón de aislamient­o para pacientes de covid-19 en Nueva Delhi. En el mes de abril, la India empezó a sufrir los estragos de una nueva ola de la enfermedad, que podría deberse a una variante del virus.
GETTY Salón de banquetes reconverti­do en pabellón de aislamient­o para pacientes de covid-19 en Nueva Delhi. En el mes de abril, la India empezó a sufrir los estragos de una nueva ola de la enfermedad, que podría deberse a una variante del virus.
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