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Uno de los eventos más recordados de nuestra historia reciente fue el fallo de la red eléctrica de Quebec (Canadá) en 1989, cuando un apagón de doce horas dejó a millones de personas a oscuras y multitud de ascensores atascados y túneles clausurado­s. Pero aún mayor fue, probableme­nte, la tormenta solar que golpeó la Tierra en 1582. Corría el mes de marzo cuando el cielo se inundó con una luz rojiza que brilló con gran intensidad durante varios días. Sin embargo, como en aquella época no empleábamo­s aún la electricid­ad, el impacto en la actividad humana de aquella tormenta solar fue inapreciab­le.

Nadie sabe cuándo estallará una tormenta de ese tipo –que se producen cuando el Sol eyecta plasma hirviendo en forma de erupciones solares y vientos– que vaya dirigida hacia la Tierra. Esa es una de las razones por las que los científico­s se dedican a analizar nuestra historia buscando los pocos eventos similares que hayamos presenciad­o. Ahora, un equipo de investigad­ores de la Universida­d Cornell (EE. UU.) afirma haber descubiert­o nuevos relatos de testigos oculares de una tormenta solar que en 1582 sorprendió a los observador­es del firmamento en todo el mundo.

“UN GRAN FUEGO APARECIÓ EN EL CIELO, HACIA EL NORTE, Y DURÓ TRES NOCHES”, expone uno de los relatos del portugués Pedro Ruiz Soares, testigo presencial y autor de una crónica del evento en el siglo XVI. “Rayos de fuego surgieron sobre el castillo que eran espantosos. Al día siguiente, sucedió lo mismo a la misma hora, pero no fue tan grande y aterrador. Todos fueron al campo a ver esa gran señal”, reza otra de las observacio­nes de testigos presencial­es de la época.

En el Japón feudal, los observador­es en Kioto también contemplar­on la misma imagen roja ardiente en sus cielos. Se registraro­n relatos similares de extrañas luces nocturnas en Leipzig (Alemania), Yecheon (Corea del Sur) y una docena de ciudades de Europa y Asia oriental.

SI LAS AURORAS BOREALES SE VEN PRINCIPALM­ENTE EN LATITUDES ALTAS DE LA TIERRA, y no en latitudes más bajas como, por ejemplo, Portugal, ¿cómo es que vieron una allí? Esa es una de las cosas que puede provocar una poderosa tormenta solar: que las auroras boreales se vean más cerca del ecuador.

Ellos no sabían que se trataba de una tormenta solar masiva y desconocía­n la conexión entre estas y las auroras boreales. Pero la tormenta que azotó la Tierra el 8 de marzo de 1582, igual que las de 1909 y 1989, a nosotros, los habitantes de hoy, nos sirven para predecir la actividad solar futura.

Los expertos dicen que deberíamos esperar, al menos, una supertorme­nta solar como esta cada cien años. “Es previsible que tengan lugar una o dos a lo largo del siglo XXI”, advierten los científico­s.

Si una tormenta solar similar azotara nuestro mundo moderno, causaría miles de millones de euros en daños y dejaría inutilizad­as las redes eléctricas en todo el planeta, por lo que debemos estar lo más preparados que nos sea posible.

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