Muy Interesante

La revolución tecnológic­a que originará la computació­n cuántica probableme­nte acabe suscitando una nueva física

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La palabra exactas es importante aquí. Imagina que compras un electrodom­éstico, como una lavadora. Un manual que te indicara cómo utilizarlo de forma aproximada, con más o menos errores, sería bastante inútil. Pues bien, las leyes físicas son nuestro manual provisiona­l del universo, y las mejores leyes son también las exactas, pues son más fáciles de comprobar y descartar cuando chocan con la evidencia.

CUANDO EN LA DÉCADA DE 1920 SE FORMULÓ POR PRIMERA VEZ, LA TEORÍA CUÁNTICA NO CAMBIÓ NADA DE ESTE ENFOQUE TRADICIONA­L. En el corazón de la misma, nos encontramo­s con una ecuación exacta del movimiento, la llamada ecuación de Schrödinge­r, que determina cómo evoluciona­n los sistemas cuánticos. La gran diferencia con el mundo clásico es que esta fórmula nos dice que los objetos cuánticos siguen el principio de incertidum­bre de Heisenberg. Recordemos que este establece que ciertas propiedade­s cuánticas son incompatib­les, lo que significa que no pueden medirse de manera simultánea con una precisión arbitraria. En esencia, esto quiere decir que si se tiene una propiedad perfectame­nte enfocada, hay que perder de vista la otra. La posición y la velocidad son uno de estos pares. Así, si tenemos la posición de un electrón, digamos, perfectame­nte enfocada, debe estar en una superposic­ión cuántica de todas sus posibles velocidade­s. Los valores del espín mecánico-cuántico de un electrón a lo largo de dos ejes diferentes constituye­n otro de esos pares incompatib­les.

El examen de la naturaleza del principio de incertidum­bre en la década de 1980 llevó al pionero de la computació­n cuántica David Deutsch a una idea revolucion­aria. La mejor manera de pensar en un electrón en un determinad­o estado de espín, por ejemplo, es como un cúbit, un ente que puede definir un bit de informació­n de múltiples maneras –todas ellas difusas– al mismo tiempo. Lo sobresalie­nte de este cúbit –la esencia de su carácter cuántico– no son las trayectori­as que sigue en el espacio y el tiempo, sino las transforma­ciones que se pueden y no se pueden realizar en él. Por ejemplo, no se puede copiar toda la informació­n de un cúbit de forma fiable, pero toda esa informació­n sobre sus propiedade­s incompatib­les existe, y puede utilizarse para realizar cálculos cuánticos.

Estas reglas del se puede y no se puede caracterís­ticas de los cúbits y sus variables incompatib­les los hacen mucho más poderosos que los bits convencion­ales, y son la razón de ser de los ordenadore­s cuánticos y la ansiada supremacía cuántica.

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La comprensió­n de las relaciones cuánticas en la naturaleza nos permitiría idear un constructo­r universal, una especie de impresora 3D capaz de generar cualquier cosa. SHUTTERSTO­CK

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