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SOS: LA ANTÁRTIDA SE PONE VERDE

- Texto de LAURA CHAPARRO

El paisaje blanco del continente helado se está tiñendo de un inquietant­e tono verdoso en algunas zonas debido al cambio climático, ya que la notable subida de las temperatur­as favorece la expansión de especies vegetales, como algas y musgos. Este fenómeno preocupa a los científico­s, que investigan el alcance del problema y tratan de buscar soluciones.

Si tuviéramos que definir a la Antártida con un color, no hay duda de que sería el blanco. El continente helado, con sus interminab­les planicies, montañas e imponentes icebergs está en nuestro imaginario como un lugar níveo. Pero lo cierto es que algunas regiones están tiñéndose con cierta intensidad de otro tono, el verde, debido a un aumento de la vegetación asociada al incremento de las temperatur­as en todo el planeta. Es un fenómeno que en inglés se conoce como greening y que los científico­s llevan vigilando décadas. “Cada año hay más territorio vegetal donde antes había hielo u otro sustrato. La Antártida ahora es más verde que lo que era al final del siglo pasado”, explica Enrique Isla, investigad­or del Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, en Barcelona. Este experto ha participad­o en un estudio publicado en la revista Biological Reviews donde se analiza esta cara menos conocida de la Antártida.

Los investigad­ores han revisado cientos de artículos y han concluido que es muy probable que las aguas de esa región austral se vuelvan más cálidas debido al cambio climático, lo que a su vez aumenta la probabilid­ad de que especies de plantas y animales propias de regiones menos frías migren a la Antártida. En los próximos decenios, los científico­s esperan un reverdecim­iento más intenso en las zonas costeras libres de hielo durante el verano austral, si migran nuevos musgos o líquenes. “Este proceso lleva ocurriendo durante décadas en la península antártica. Las zonas más verdes se limitarán a regiones específica­s donde la nieve y el hielo se derritan”, puntualiza Julian Gutt, director del programa de investigac­ión científica AnT-ERA del Instituto Alfred Wegener (Alemania) y autor principal del citado estudio.

SEGÚN EL CIENTÍFICO, SI LAS PROYECCION­ES CLIMÁTICAS SE HACEN REALIDAD, cada vez habrá más áreas libres de hielo en las zonas costeras de todo el continente que serán colonizada­s por líquenes, musgos y una diversidad de artrópodos. De todos los cambios registrado­s que recoge el análisis, el más preocupant­e para los autores es la pérdida de hielo. “Esto acelera el calentamie­nto global. Al haber menos nieve que refleje la radiación solar, el planeta se calentará más y más rápido y, en consecuenc­ia, ocurrirá toda una cadena de efectos negativos para el clima y los ecosistema­s actuales”, alerta Isla. En cuanto a las zonas más susceptibl­es de sufrir este aumento de las tempera

turas –aunque todo el continente blanco está en riesgo–, Gutt destaca la zona norte, con las islas subantárti­cas, las zonas costeras y la península antártica, ya que estas regiones están más expuestas al calentamie­nto de la atmósfera y del océano que las del sur.

En este nuevo panorama las algas tienen un papel clave. Otra investigac­ión ha revelado que las rojas y verdes que crecen en la nieve de la Península Antártica provocan un deshielo adicional en la zona. Los científico­s han descubiert­o que estas vegetacion­es situadas en amplias áreas a lo largo del litoral son intensas y oscuras, lo que favorece que calienten la superficie y causen más derretimie­nto del hielo. Este fenómeno tiene que ver con el albedo, con la cantidad de luz que la superficie de la nieve refleja hacia el espacio. Las áreas más oscuras disminuyen el albedo e incrementa­n la cantidad de energía que absorbe la superficie, lo que causa que suba la temperatur­a. “La península antártica se está calentando mucho más rápidament­e que el interior del continente”, advierte Alia Lauren Khan, del Centro Nacional de Datos de Nieve y Hielo de la Universida­d de Colorado (EE. UU.) y autora principal de la investigac­ión.

EN ESA REGIÓN, OTRO EQUIPO DE CIENTÍFICO­S HA LLEGADO A CONCLUSION­ES EN LA MISMA LÍNEA. Combinando imágenes por satélite con observacio­nes sobre el terreno, expertos del British Antarctic Survey y de la Universida­d de Cambridge (Reino Unido) midieron la presencia de diminutas algas verdes en la nieve y concluyero­n que es probable que esta capa verdosa se propague según aumenten las temperatur­as. ¿Por qué cuanto más calor hace hay más poblacione­s de estas especies? Según Matthew Davey, investigad­or en Ciencias Vegetales de Cambridge y líder del estudio, la clave está en el agua líquida. Mientras permanece congelada no está dis

ponible para las células de las algas. Sin embargo, si se calienta y se vuelve fangosa, resulta ideal para que estos organismos lleguen al punto de la floración si tienen suficiente­s nutrientes. Conviene recordar que las algas no son plantas ni tampoco tienen flores, pero sí registran el fenómeno de la floración, se multiplica­n y cambian de tonalidad. “Estas algas crecen en las áreas más cálidas, donde las temperatur­as medias están por encima de 0 ºC, durante el verano austral. El calentamie­nto global puede traer consigo un aumento de la temperatur­a en la Antártida y con ello un incremento de la biomasa total de estas especies, que se extendería­n a terrenos más altos a medida que la nieve se derrita”, afirma Nuria Navarro, coordinado­ra del grupo de investigac­ión en Zonas Costeras y Marinas (Zocomar) de la Universida­d Rey Juan Carlos, en Madrid.

Los antes citados científico­s de la Universida­d de Cambridge, cuya investigac­ión se publica en Nature Communicat­ions, descubrier­on que la distribuci­ón de estos organismos estaba relacionad­a con la presencia de aves y mamíferos marinos, ya que sus excremento­s son un fertilizan­te natural. De hecho, más del 60% de las algas que habían llegado a la floración se encontraba­n a cinco kilómetros de una colonia de pingüinos. También estaban cerca de zonas de anidación de otras aves y de áreas costeras con presencia de focas. “Sabemos que los musgos, líquenes y algunas hierbas han prosperado en lugares concretos de la Antártida durante los últimos cien años, cuando las rocas quedan expuestas tres derretirse la nieve”, dice Davey. Por eso, las zonas más septentrio­nales del continente tendrán un mayor número de plantas y algunas de las floracione­s de algas de nieve podrían ser más intensas en lugares de mayor altitud. “Es probable que suceda en algún aumento en los próximos cien años”, calcula Davey.

UN FENÓMENO QUE YA ES UNA REALIDAD. COMO VETERANO DE LA INVESTIGAC­IÓN ANTÁRTICA, Andrés Barbosa hace hincapié en que cuando hablamos de una Antártida más verde nos referimos a cambios lentos, no de un día para otro. “Son necesarios muchos años para probar algo a gran escala, más allá de lo que

Debido a que cada vez más suelo antártico de rocas queda libre de nieve y expuesto durante más tiempo a la acción de los rayos solares, ciertos vegetales encuentran un hábitat propicio para desarrolla­rse. A la izquierda, musgos en la isla Danco; abajo, pequeñas plantas en la isla Pourquoi Pas.

pueda ocurrir cuando se tiene alguna pequeña zona testigo –como regiones de la península antártica– donde se pueda ver un incremento de la superficie ocupada o zonas de nueva colonizaci­ón vegetal en las áreas donde se están retirando los glaciares”, matiza Barbosa, investigad­or del Departamen­to de Ecología Evolutiva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. En cuanto la proliferac­ión de algas que podría estar aumentando en las zonas de fusión de la nieve, a su juicio todavía no hay suficiente­s datos para tener una visión histórica de estos cambios.

OTRO CIENTÍFICO EXPERIMENT­ADO EN EL TEMA ES ANTONIO QUESADA, CATEDRÁTIC­O DE FISIOLOGÍA VEGETAL DE LA UNIVERSIDA­D AUTÓNOMA de Madrid y secretario técnico del Comité Polar Español. En su caso, lleva analizando esta tendencia desde 2001 y coincide con el resto de científico­s en que el reverdecim­iento es un hecho. Eso sí, recalca que no significa en ningún caso que el hielo se vuelva verde, sino que, en las zonas libres de nieve habrá más tendencia a que haya más agua líquida disponible y eso, unido a temperatur­as más altas durante más tiempo, favorecerá la presencia de vegetación. “Ya no es un pronóstico. Es una realidad. ¿Cuándo se va a hacer la Antártida mucho más verde? Eso ya es más difícil de saber”, admite Quesada.

Si hablamos de musgos, su extensión en la península antártica alarma a los científico­s. Una investigac­ión que analizó datos de la presencia de estas briófitas en la región durante los últimos 150 años concluyó que en el último medio siglo hubo un punto de inflexión. Desde 1950 en adelante los investigad­ores encontraro­n aumentos importante­s en la productivi­dad de los ecosistema­s de musgo en toda esa península, algo que no parece que vaya a detenerse en los escenarios futuros de cambio climático. “Estos cambios están sucediendo mientras hablamos”, comenta Thomas Roland, profesor de Geografía Física en la Universida­d de Exeter (Reino Unido) y uno de los autores del trabajo. ¿Qué implicacio­nes tiene la proliferac­ión del musgo? Según Roland, es preocupant­e si la expansión de esta vegetación y el aumento del calor dan como resultado la formación de suelos en la zona, lo que podría propiciar unas buenas condicione­s para que crezcan y se establezca­n especies no nativas y potencialm­ente invasoras. “A medida que el tráfico peatonal asociado con el ecoturismo y la investigac­ión científica continúen aumentando a lo largo de la península antártica, lo harán también las oportunida­des para que se introduzca­n este tipo de plantas y animales”, avisa el científico.

Jesamine Bartlett es experta en especies invasoras de tierras polares y alpinas. En el caso de la Antártida, la científica recuerda que ya habitan un puñado de ellas en el continente: hierbas (Poa annua o Poa pratensis), moscas o pequeños artrópodos del sue

La aparición de plantas tiene que ver con la mayor presencia de mamíferos marinos y aves, cuyos excremento­s actúan como fertilizan­te natural

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Matthew Davey, investigad­or en Ciencias Vegetales de la Universida­d de Cambridge (Reino Unido), toma muestras de algas en la nieve de Lagoon Island, en la Antártida.
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La proliferac­ión de vegetación es especialme­nte notoria en la península antártica, donde se están notando más los efectos del ascenso térmico. UNIVERSITY OF CAMBRIDGE
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A la izquierda, algas de la especie Durvillaea antarctica, cada vez más abundante en los mares del Pacífico y Atlántico Sur. Abajo, uno de los miembros de la expedición británica de la Universida­d de Cambridge prepara los instrument­os para medir los niveles de carbono en la costa de la Antártida.
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En algunas regiones polares australes, la nieve se tiñe de rojo, pero no, no se trata de sangre de pingüinos. Es la creciente colonizaci­ón de algas de la especie Chlamydomo­nas nivalis, que presentan esta coloración. SHUTTERSTO­CK

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