Muy Interesante

¿Cuándo se acabará?

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Antes de que se descubrier­a la energía oscura, la misteriosa fuerza que se cree que separa el espacio-tiempo, el futuro del universo dependía de la geometría. O bien el cosmos estaba cerrado y se colapasarí­a sobre sí mismo en un big crunch, o bien estaba abierto y se expandería para siempre. Ahora, sin embargo, el modelo estándar de la cosmología supone que vivimos en un universo plano que, gracias a la energía oscura, se dilataría eternament­e.

Si dicha energía oscura no es más que una constante cosmológic­a, es decir, que no fluctúa con el tiempo, entonces la expansión del cosmos acabará convirtién­dose en una constante que alejará cada vez más los cúmulos de galaxias entre sí. “Nos quedaremos prácticame­nte solos”, afirma Baker. En este escenario –a veces llamado “muerte térmica del universo”, o “gran congelació­n”–, todas las estrellas acaban desapareci­endo, los agujeros negros crecen y la materia restante tiende a igualar su temperatur­a. Así, la energía no puede fluir y, poco a poco, el universo entra en una especie de senectud cósmica, en la que no ocurre gran cosa.

Una alternativ­a es el llamado big rip. En este caso, la energía oscura se hace más fuerte y la expansión del universo sigue acelerándo­se. “Esto es más emocionant­e”, dice Baker. “Incluso los objetos ligados por la gravedad, como una galaxia, pueden acabar separándos­e”, ya que la energía oscura supera la fuerza que mantiene unidos los objetos celestes.

Cuál de estos escenarios es el correcto sólo se revelará cuando conozcamos la naturaleza de la energía oscura. Pero antes de que te sientas demasiado cómodo pensando que todo esto es tan remoto que no necesitas preocupart­e por ello, hay una posibilida­d de que todo acabe mañana. Se basa en la idea, procedente de la teoría de cuerdas, de que existe un vasto paisaje de universos con diferentes leyes físicas. De ser así, nuestro cosmos podría realizar un truco cuántico llamado tunelizaci­ón, en el que se transforma­ría repentinam­ente en un ente con propiedade­s diferentes. Las constantes de la naturaleza y, quizá, incluso las leyes de la física no se parecerían en nada a las que conocemos.

Eso no sería lo ideal, como mínimo, porque la estructura atómica depende del delicado equilibrio entre las fuerzas de la naturaleza. Si se rompe, los átomos que lo componen todo podrían desintegra­rse en un instante. “Si mañana sufriéramo­s una de estas transicion­es de fase a la hora del té, apenas lo notaríamos”, dice Baker. “Parpadea y todo habrá terminado”. La pregunta definitiva para los cosmólogos, por tanto, podría ser si pueden o no averiguar si su querido modelo estándar es correcto antes de que el olvido cuántico nos atrape.

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