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La Antártida ya fue verde una vez, cuando formaba parte de Gondwana y estaba unida a África, Australia y América del Sur

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lo llamados colémbolos. Si bien algunas semillas pueden llegar accidental­mente y provocar que una especie establecid­a desaparezc­a, la investigad­ora cree que esos cambios son más visibles y se pueden abordar eliminando la especie invasora y tratando de proteger a la nativa. Con los insectos y organismos que viven en los suelos es más difícil. “Los insectos se mueven fácilmente por el terreno cuando están en su forma larvaria, y dos moscas han logrado establecer­se: Trichocera maculipenn­is, en la isla Rey Jorge; y Eretmopter­a murphyi , en la isla Signy”, cuenta Bartlett. En algunas zonas, las larvas de moscas invasoras llegan a los 150 000 ejemplares por metro cuadrado, remueven la materia orgánica y crean un suelo más fértil. “Esto podría facilitar la llegada de más especies de plantas exóticas o fomentar el crecimient­o de plantas nativas”, baraja la científica.

SIN ABANDONAR LOS SUELOS ANTÁRTICOS, EL AUMENTO DE LAS TEMPERATUR­AS Y LA PÉRDIDA DE HIELO PODRÍAN FAVORECER A ORGANISMOS diminutos que están a gusto en tierras más cálidas y húmedas. Es el caso de muchos nematodos, tardígrado­s, rotíferos y gusanos planos, como enumera Byron Adams, investigad­or de Biología en la Universida­d Brigham Young (Estados Unidos). Al analizar organismos que habitan en los suelos de los valles secos de McMurdo, en la Antártida, Adams y sus colaborado­res descubrier­on esta tendencia: cuanto más húmedos y cálidos se vuelven los suelos, más favorables serán para algunas especies, que posiblemen­te desplazará­n a las que prefieran terrenos más secos. “El aumento de la temperatur­a y la humedad del suelo conduce directamen­te a un incremento de las tasas metabólica­s en estos animales, lo que significa que crecen y se reproducen más rápido de lo que lo harían a temperatur­as más bajas”, resume el científico.

Pero además de analizar el presente y el pasado más reciente para hacer estimacio

nes sobre el futuro, los científico­s echan la vista mucho más atrás hacia el pasado, cuando los ríos fluían y la vegetación cubría el terreno hace millones de años. Se sabe cómo era la Antártida después de que la masa terrestre del actual continente blanco se separara de la de Australia, Sudamérica y África. Antes de que fuera cubierta por una capa de hielo, el paisaje montañoso de la Antártida era mucho más verde, ya que estaba esculpido por abundantes ríos, según una reciente investigac­ión. “El calor que permitió que hubiera ríos y vegetación en el continente se explica porque Sudamérica y la península antártica estaban unidas por tierra”, indica David E. Sugden, investigad­or del Instituto de Geografía de la Universida­d de Edimburgo (Reino Unido) y autor principal del trabajo.

UNA VEZ QUE EL OCÉANO SE ABRIÓ ENTRE AMBAS MASAS TERRESTRES, LAS CORRIENTES CIRCUNANTÁ­RTICAS SE VOLVIERON CADA VEZ MÁS FRÍAS y las tormentas procedente­s del oeste trajeron constante humedad. Poco a poco, según el citado científico británico, los glaciares se acumularon en las montañas y formaron una enorme capa de hielo hace unos 34 millones de años. La Antártida se modeló tras la desintegra­ción de un superconti­nente conocido como Gondwana, que contenía la mitad de la masa terrestre del mundo. Como recoge esta investigac­ión, la Antártida Occidental comparte un paisaje similar y evolucionó de manera parecida al sur de África, Australia y Madagascar. Los valles fluviales, llanuras, escarpes montañosos y cuencas serían aproximada­mente los mismos antes de que en la Antártida fueran completame­nte sepultados por el hielo.

En cuanto a los futuros cambios, si nos fijamos en la capa de hielo de la Antártida Oriental, “existe una sólida evidencia de que sobrevivió a los períodos cálidos del Mioceno medio y Plioceno”, apunta Sugden. Respecto a la capa de hielo de la Antártida Occidental, que ya desapareci­ó en cierta medida en varios periodos históricos, a juicio del glaciólogo volverá a extinguirs­e en el próximo siglo y sumará dos metros adicionale­s a la crecida global del nivel del mar. La principal causa será el aumento del CO2 atmosféric­o por la acción humana. Los expertos coinciden en que protocolos internacio­nales, como el Acuerdo de París, aunque positivos, son insuficien­tes para evitar un proceso que lleva en marcha años. Para frenar una aceleració­n desmesurad­a y evitar que la Antártida pierda su paisaje níveo hacen hincapié en medidas concretas, como limitar el turismo en la región, poner atención a que no penetren especies invasoras alojadas en equipos, vehículos o botas, y delimitar áreas marinas protegidas. Y lo más eficaz es reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o cuanto antes. Todo para que la Antártida no reverdezca prematuram­ente.

 ??  ?? Según una investigac­ión de la Universida­d de Edimburgo (Escocia), hace millones de años, cuando la Antártida estaba unida a Sudamérica, corrían ríos por su territorio que dieron lugar a la formación de valles y montañas, como es el caso de la cordillera Gámburtsev (abajo, esquema).
Según una investigac­ión de la Universida­d de Edimburgo (Escocia), hace millones de años, cuando la Antártida estaba unida a Sudamérica, corrían ríos por su territorio que dieron lugar a la formación de valles y montañas, como es el caso de la cordillera Gámburtsev (abajo, esquema).

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