Los icebergs, el problema añadido del deshielo
Cabe preguntarse a qué nos referimos cuando hablamos de pérdida de hielo. Según explica Gema Llorens, investigadora en Geociencias Barcelona (GEO3BCN-CSIC), los casquetes polares presentan dos zonas bien diferenciadas: un área congelada que se encuentra situada sobre la masa terrestre del continente –manto de hielo– y la zona de hielo exterior que está sobre el océano –plataforma de hielo–. Mientras que en la superficie de los casquetes del manto la temperatura es muy baja (unos -50 ºC en la Antártida), a medida que vamos bajando en profundidad a través de la masa helada, la temperatura va aumentando progresivamente. De hecho, llega a ser máxima en la base del casquete, donde entra en contacto con el lecho rocoso. “En esa zona basal, el hielo puede llegar a alcanzar temperaturas cercanas a los 0 ºC y comenzar a fundirse”, describe esta científica.
La subida térmica debida al incremento de los gases de efecto invernadero está afectando a las zonas polares. “Las más proclives a derretirse son, por un lado, las partes bajas del casquete polar, lo que acelera la cantidad de hielo que llega al océano; y por otro, los icebergs que se encuentran en grandes plataformas sobre el océano, que se rompen de forma brusca, se separan del casquete y finalmente se funden”, detalla Llorens. Por ejemplo, en 2017 la llamada plataforma Larsen C se desgajó de la plataforma Larsen principal y originó un descomunal iceberg de más de 5800 km2, equivalente a la superficie de la provincia de Alicante.