Días contados
ESTA INSTITUCIÓN, QUE CON LOS AÑOS ACABARÍA DANDO ORIGEN AL ACTUAL MUSEO NACIONAL DE CIENCIAS NATURALES, UBICADO EN MADRID, PERMITIÓ AL PUEBLO CONOCER DE PRIMERA MANO LAS MARAVILLAS DE LA NATURALEZA.
Los gabinetes de historia natural que surgieron en la Europa de la Ilustración son herederos de los cuartos de curiosidades o cámaras de maravillas que aparecieron en el Renacimiento. Las incipientes clasificaciones de sus fondos incluían en la categoría Naturalia especímenes de los antiguos tres reinos: geológicos, vegetales y animales. Otra era la de artefactos creados por el ser humano, entre ellos instrumentos científicos, y una clase especial recibía el título de Mirabilia, donde se podía encontrar desde el cuerno de unicornio –un colmillo de narval–, hasta animales monstruosos, fósiles o piezas difíciles de clasificar, como corales y esponjas.
Aquellos gabinetes pertenecían a monarcas, nobles, órdenes religiosas o coleccionistas, y no estaban abiertos al público, sino destinados al disfrute exclusivo de los propietarios y sus allegados. No obstante, en el siglo XVIII se enriquecieron con los viajes de exploración, como los que dirigieron Cook, Malaspina y Bougainville, y con las obras de muy distintos científicos, desde Linneo hasta Buffon. Todo ello se reflejó en una serie de nuevos espacios ilustrados, donde primaba la ordenación sistemática.
Pedro Franco Dávila (1711- 1786) era un español criollo, nacido en Guayaquil, que se instaló en París en 1745, cuando en la capital de Francia había más de doscientos gabinetes de curiosidades. Del que montó él mismo, estudioso de la naturaleza y ya coleccionista compulsivo, llegó a decirse que era el mayor conseguido por un particular. Tras arruinarse, en 1753 trató de vender su colección a la corona española, a la que envió relaciones parciales de la misma. Por fin, llevó a cabo un “catálogo sistemático y razonado de las curiosidades de la naturaleza y de las artes” que describía aquella colección, pero para poder editarlo tuvo que vender algunas de sus piezas. El conjunto incluía una excelente muestra de minerales, dos armarios con cuarenta cajones de conchas, un her
bario de 4000 plantas y diversas piezas zoológicas. Destacaban, sobre todo, las descripciones de los corales, pues Dávila era uno de los mayores expertos en invertebrados marinos, pero en los fondos también había obras de arte y otros objetos, así como una biblioteca de 1200 volúmenes. Dávila tenía buenas relaciones en toda Europa, y sería nombrado miembro de importantes sociedades, como la Academia de Berlín y la Royal Society.
COMO NO LOGRÓ VENDER SU COLECCIÓN, OPTÓ POR OFRECÉRSELA EN DONACIÓN A CARLOS III, para que sirviese de base a un “Real Gabinete de Historia Natural”, si bien puso como condición que él mismo fuera su director. Numerosas personalidades e instituciones lo apoyaron, y un Real Decreto del 17 de octubre de 1771 estableció su creación, con Dávila al frente. Tras el traslado de la colección desde París, 250 cajones se almacenaron en el madrileño Casón del Buen Retiro mientras se finalizaban las obras de adaptación de la sede, en el Palacio de Goyeneche de la calle de Alcalá, donde compartiría edificio con la Academia de San Fernando. El Real Gabinete abrió sus puertas al público el 4 de noviembre de 1776. El pueblo llano tuvo así la oportunidad de admirar las maravillas de la naturaleza.
Pero aquel no era un cuarto de curiosidades, sino un auténtico producto de la Ilustración. Dávila mejoró las colecciones y fomentó la divulgación de la historia natural con exposiciones donde se aplicaban criterios científicos avanzados para su época. Más tarde, cuando se pensó en crear una sede más amplia, dio recomendaciones a Juan de Villanueva para el diseño del edificio de El Prado de San Jerónimo, aunque tras la invasión francesa este se dedicaría a museo de las artes. Con el tiempo, el Real Gabinete se convirtió en Museo Nacional de Ciencias Naturales, hoy dependiente del CSIC. Conserva una colección de unos 10 millones de ejemplares, recibe 300000 visitantes al año y tiene una plantilla de más de ochenta investigadores. El Real Gabinete está también en el origen del Museo Arqueológico Nacional y del Museo de América, y algunas de sus piezas se encuentran hoy en El Prado y otras instituciones.