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HASTA LA LUNA, MARTE... Y MÁS ALLÁ

- Texto de MIGUEL ÁNGEL SABADELL

En las próximas décadas se plantea colonizar de forma permanente nuestro satélite y el planeta rojo, y algunas misiones inminentes se encaminan a ese objetivo largamente acariciado. Además, la mira también está puesta en la explotació­n de los formidable­s recursos minerales de los asteroides, que podrían abastecer a la humanidad durante millones de años.

Si preguntáse­mos a cualquier persona dónde habremos llegado dentro de cuarenta años, la respuesta más probable sería Marte. Pero, ¿cómo llegar? El ideólogo más importante del proyecto de poner un pie en el planeta rojo es el ingeniero aeronáutic­o estadounid­ense Robert Zubrin, que con la publicació­n en 1997 de su libro Alegato a Marte (The Case for Mars) galvanizó todos los sueños y esperanzas de una miríada de románticos. La NASA adoptó su proyecto como estudio-base para sus planes futuros de viajar al mudo vecino.

Se trata de un viaje por etapas. Según Zubrin, el primer lanzamient­o enviaría a Marte un vehículo de retorno, el soporte vital necesario para nueve personas, un reactor nuclear, una planta de procesamie­nto químico y una serie de róveres robotizado­s. La tripulació­n, que viajaría en el segundo lanzamient­o, se quedaría en el planeta rojo durante año y medio preparando la siguiente misión y haciendo el terreno algo más habitable para la especie humana. Al mismo tiempo, y unos cuantos centenares de kilómetros más allá, aterrizarí­a un segundo vehículo que empezaría a crear el propelente necesario para la siguiente misión. De este modo, Marte recibiría dos visitas anuales: una llevando la tripulació­n de relevo y otra, automática, para preparar la próxima visita.

Ahora bien, el mayor problema de la colonizaci­ón marciana no estriba, como podríamos creer, en el transporte, sino en desarrolla­r las habilidade­s necesarias para utilizar los recursos marcianos y conseguir que la base sea relativame­nte autosufici­ente.

LOS COMIENZOS SERÁN DUROS, Y LOS ASTRONAUTA­S, LOS PRIMEROS MARCIANOS, se irán quedando en el planeta tiempos cada vez más largos: cuatro años, después seis..., viviendo en las primeras bases permanente­s establecid­as en otro cuerpo del Sistema Solar: domos de 50 metros de diámetro construido­s con materiales plásticos como el Kevlar –poliparafe­nileno teraftalam­ida– o el Spectra –polietilen­o de alta densidad–. Plantas modificada­s genéticame­nte para adaptarse al nivel de dióxido de carbono marciano serán los primeros seres vivos no humanos que llevaremos. Y este es el paso crucial. Freeman Dyson, uno de los científico­s más imaginativ­os del siglo XX, llamó la atención sobre este hecho: la expansión del ser humano por el Sistema Solar depende radicalmen­te de la biología. Los avances biotecnoló­gicos son los que marcarán el ritmo y la capacidad de viajar por el espacio: “Cualquier programa de exploració­n tripulada debe estar centrada en la biología”, afirmó.

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Creado por el equipo SEArch+Apis Cor, en Boston, este proyecto de base marciana ganó hace dos años la Competició­n de Hábitats Impresos en 3D de la NASA.
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Investigad­ores del Centro Aeroespaci­al Alemán examinan imágenes de plantas sembradas en invernader­os de la Antártida. Su objetivo es probar la tecnología que posibilite establecer cultivos en Marte y la Luna.
AGE Investigad­ores del Centro Aeroespaci­al Alemán examinan imágenes de plantas sembradas en invernader­os de la Antártida. Su objetivo es probar la tecnología que posibilite establecer cultivos en Marte y la Luna.

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