¿Cuántos estados de consciencia tenemos?
Solía pensarse que la consciencia era como un interruptor: se enciende cuando despertamos y se apaga cuando estamos dormidos, anestesiados o en coma. Sin embargo, cuando soñamos tenemos experiencias subjetivas similares a las de la vigilia. Dado esto, se llegó a la conclusión de que, en lugar de dos estados de conciencia, hay tres. Pero esta idea no tuvo mucho recorrido, en parte por las investigaciones sobre las personas que están en coma –cuyos cerebros no responden en absoluto– y las que se hallan en un estado vegetativo persistente, caracterizado por un ciclo de sueño y vigilia, pero sin respuesta a los estímulos. Los individuos en este último estado parecen más conscientes que los comatosos, y los de los dos grupos parecen menos conscientes que alguien bajo una sedación leve. Tanto los neurocientíficos como los filósofos empezaron a argumentar que hay muchos estados de consciencia: esta sería como un interruptor que regula la intensidad de la luz o una escalera con consciencia cero en la parte inferior y consciencia máxima en la superior.
El panorama se complicó todavía más con un hallazgo sorprendente: algunas personas en estado vegetativo persistente tienen una actividad cerebral indicativa de cierta consciencia. En 2010, un equipo que incluía al neurocientífico británico Adrian Owen, entonces en la Universidad de Cambridge (Inglaterra), observó que había individuos en ese estado que que podían responder a preguntas, algo observable mediante resonancias magnéticas funcionales. Entre ellos, figuraba un hombre de veintinueve años que era capaz de dar respuestas afirmativas o negativas a preguntas imaginando que realizaba una actividad diferente para cada palabra.
Luego llegaron las novedades sobre niveles de consciencia más allá de la vigilia. En 2017, un equipo dirigido por Anil Seth, de la Universidad de Sussex (Reino Unido), informó de que las personas que habían tomado LSD o psilocibina –el compuesto alucinógeno de las cierta especie de setas– experimentaban un nivel de consciencia superior: al menos, sus cerebros mostraban una actividad eléctrica más diversa con las drogas que sin ellas. La escalera de la consciencia se amplió para dar cabida a este y otros estados, como la hipnosis, el sonambulismo, la inconsciencia inducida por la epilepsia, el estar medio dormido –el sueño ya no se considera un fenómeno de todo o nada– y la ensoñación. Ahora, el propio modelo de escalera está siendo cuestionado.
Owen y dos de sus colegas lo califican de “insostenible”. Argumentan que, al igual que una persona ciega no es menos consciente que una que ve, alguien que ha tomado un sedante suave, por ejemplo, no es menos consciente que un sujeto en plena vigilia. Owen pone un ejemplo: piensa en la experiencia del mundo de un niño pequeño. Un adulto puede mirar una foto de la torre Eiffel y ser consciente de su nombre y ubicación, y de cómo era su vida cuando la vio en persona por última vez, mientras que un niño pequeño solo es consciente de que es una gran torre. En algunos aspectos, pero no en todos, su experiencia consciente del mundo no es la misma que la de un adulto. Si ese adulto desarrollara alzhéimer, podría llegar a tener una idea de la torre Eiffel similar a la de un crío, pero sus experiencias conscientes no serían las mismas. “La consciencia es polifacética”, dice Owen. Y añade: “Intentar medirla en una sola dimensión, incluida su profundidad, es inútil”.
Él y sus colegas proponen un marco teórico más complejo. En lugar de como puntos en una línea, los estados de consciencia se representarían con forma de tela de araña, con picos que indicarían el nivel en el que se encuentran. Por desgracia, aún no sabemos lo suficiente como para decir con exactitud cuántos de esos picos o dimensiones hay, ni tampoco para medirlos. Pero la idea ha calado, y según Seth, ha llamado la atención de numerosos investigadores.