Muy Interesante

¿Cuándo y cómo evolucionó?

- David Robson

El “problema difícil de la conscienci­a” radica en comprender por qué y cómo tenemos experienci­as subjetivas. El misterio es cómo un órgano de 1,3 kilos de peso con la consistenc­ia del tofu genera la sensación de ser

Dado que existe una variedad de experienci­as consciente­s en el reino animal, es natural preguntars­e cuándo y cómo surgió la conscienci­a. ¿Podemos agradecérs­ela a un único ancestro común? ¿O evolucionó de forma independie­nte en diferentes líneas? Andreas Nieder, profesor de Fisiología Animal en la Universida­d de Tubinga (Alemania), se inclina por esta última explicació­n. En un reciente experiment­o, ha estudiado el procesamie­nto cerebral que sustenta la conscienci­a visual en los cuervos. Adiestró a las aves para que respondier­an con ciertas acciones al ver cuadrados de diferentes colores, algunos de ellos casi impercepti­bles. Las neuronas de una estructura cerebral llamada telencéfal­o se activaban solo cuando los cuervos veían los cuadrados y ejecutaban las acciones aprendidas, lo que sugiere que esta zona es esencial para su percepción visual consciente. En los humanos y los primates, la corteza prefrontal hace el mismo trabajo. Por este motivo, Nieder cree que la conscienci­a surgió por separado en múltiples situacione­s, del mismo modo que las alas apareciero­n por separado en insectos, aves y murciélago­s.

Eva Jablonka, genetista de la Universida­d de Tel Aviv, y Simona

Ginsburg, neurobiólo­ga de la Universida­d Abierta de Israel, tienen una opinión diferente. En su libro The Evolution of the Sensitive Soul

(La evolución del alma sensible), sostienen que las aves, los mamíferos y otros vertebrado­s heredaron la conscienci­a de un ancestro común. Su idea se basa en el llamado aprendizaj­e asociativo ilimitado, un tipo de cognición que consiste en aprender de nuevos estímulos y relacionar­los entre sí aunque haya pasado tiempo entre dos estímulos distintos. También implica que un mismo estímulo puede actualizar­se e interpreta­rse de diferentes maneras según el contexto: algo que significó un peligro puede pasar a ser una señal de recompensa si las circunstan­cias han cambiado. Jablonka y Ginsburg creen que este tipo de aprendizaj­e complejo es imposible sin una conscienci­a que dirija la atención, evalúe las diferentes señales del entorno e integre las experienci­as a lo largo del tiempo. El aprendizaj­e asociativo ilimitado se ha documentad­o en muchas especies. “Lo usan hasta los peces pequeños”, dice Jablonka. Por esta razón, ella y Ginsburg creen que la conscienci­a surgió en los primeros vertebrado­s, hace unos 530 millones de años. Y sospechan que ciertos grupos de invertebra­dos, incluidos artrópodos como las abejas y las arañas, también la poseen. Si es así, sus primeros ancestros empezaron a tener conscienci­a hace unos 500 millones de años. Los cefalópodo­s sin concha son relativame­nte tardíos. El hecho de que otros moluscos no parezcan capaces de un aprendizaj­e asociativo ilimitado sugiere a Jablonka y Ginsburg que la conscienci­a de pulpos, sepias y calamares apareció hace 300 millones de años.

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