El big data y los ciudadanos convertidos en estaciones meteorológicas
El big data es una poderosa herramienta que, a partir de un enorme volumen de datos disponibles en el mundo digital que nos rodea, permite identificar patrones de comportamiento o extraer información de interés para un determinado fin. En este sentido, la meteorología tiene en el big data una fuente muy valiosa de información aún por explorar y aprovechar al máximo. La necesidad de disponer de variables meteorológicas en muchos más puntos de la superficie terrestre que los que actualmente cubren los observatorios y las estaciones meteorológicas oficiales, abre la puerta a todo un mundo de posibilidades.
No es ciencia-ficción apuntar que cada ciudadano con sus dispositivos móviles y otras herramientas puede ser visto como una potencial estación meteorológica. Las condiciones locales que nos proporcionan las aplicaciones del tiempo en la actualidad no son medidas por sensores integrados en nuestros teléfonos inteligentes, pero eso en un futuro no muy lejano empezará a cambiar. Los dispositivos de nueva generación registrarán datos atmosféricos y ambientales de interés, que tratados adecuadamente, terminarán convertidos en registros de calidad, complementarios a los obtenidos por las redes de observación convencionales, lo que contribuirá a la mejora de las predicciones meteorológicas. En los próximos años seremos testigos de la aplicación del big data a la meteorología. para transmitir esos productos a la población. Del clásico pronóstico determinista (lloverá o no lloverá) se tiene que pasar a hablar de probabilidad de ocurrencia de un determinado fenómeno, así como de la magnitud que pueda alcanzar (importante cuando se presentan adversidades meteorológicas). De esta forma, las predicciones dejarán de juzgarse en términos de acierto o error y pasarán a interpretarse en términos porcentuales, de manera similar a cómo se transmitió la información sobre el nivel de protección proporcionado por las distintas vacunas durante la pandemia de covid-19.
El otro gran reto de la predicción meteorológica es el largo plazo (a más de una semana vista), pues a pesar de los avances de los últimos años sigue quedando un largo trecho por recorrer, lleno de obstáculos. Alguno parecen insalvables, como las limitaciones a la predictibilidad que impone el comportamiento caótico del medio atmosférico, según desveló a principios de los años 60 el meteorólogo estadounidense Edward N. Lorenz (1917-2008) y que impide extender hacia el futuro el grado de fiabilidad.
Desde la antigüedad, los humanos hemos ansiado conocer el tiempo. La fuerte dependencia de la agricultura de la meteorología hizo que nuestros antepasados hicieran predicciones a largo plazo mediante métodos espurios, como la influencia astral o las cabañuelas (pronosticar el clima para el resto del año en función de las variaciones que se producían en los primeros días de enero y de agosto). Pese a la popularidad de estos vaticinios, la única herramienta fiable para tratar de prever el comportamiento atmosférico con semanas o meses son los métodos estadísticos y la modelización numérica, lo que nos permite hoy día confeccionar mapas con tendencias de variables como la temperatura o la precipitación.
PRODUCTOS COMO LA PREDICCIÓN ESTACIONAL ESTÁN EN PROCESO DE MEJORA CONTINUA.
En este sentido, es notable el desarrollo llevado a cabo por los especialistas del Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo (ECMWF). En los próximos años veremos avances significativos en los pronósticos de largo alcance, lo que permitirá planificar mejor muchas actividades. Saber al principio del otoño cómo se comportarán meteorológicamente el invierno y la primavera es vital para la agricultura, la ganadería o la prevención de incendios, por citar algunos ejemplos.
Pero de todos los retos que tienen los meteorólogos encima de la mesa, el mayor sin duda es el del cambio climático, debido a las implicaciones que produce este asunto capital sobre cada uno de nosotros. Una vez demostrada la influencia humana en la subida de la temperatura a escala planetaria y certificado el aumento creciente de los impactos debidos a esa circunstancia queda por delante aún la difícil tarea de entender bien de qué manera el calentamiento global está alterando la circulación general de la atmósfera y de los océanos y qué consecuencias tendrá en el comportamiento meteorológico. Si bien empieza a evidenciarse
Saber en otoño cómo serán el invierno y la primavera es vital para la agricultura, la ganadería o la prevención de incendios
una tendencia clara a que el tiempo se vuelva cada vez más extremo, se necesita una mejor comprensión de todos los mecanismos implicados para poder anticipar cambios futuros en la circulación atmosférica.
Paralelamente al mejor conocimiento científico de las consecuencias de la evolución actual del clima en la dinámica atmosférica, se plantea el enorme reto de modelizar con el mayor detalle posible el complejo sistema climático, para lo cual volvemos a los superordenadores y a la necesidad de integrar cada vez más datos para tener en cuenta más procesos físicos e interacciones.
LAS NUBES, POR EJEMPLO, JUEGAN UN PAPEL CLAVE EN EL BALANCE DE ENERGÍA DE LA TIERRA, Y TODAVÍA ESTAMOS LEJOS DE CONVERTIRLAS
de forma realista y precisa en unos y ceros. Otro de los grandes retos es el de la reducción de escala de las proyecciones climáticas. Hemos logrado disponer de escenarios de clima futuro a escala regional, pero queda mucho camino por recorrer para bajar a la escala local. Aunque hemos intentado resumir los retos más importantes a los que se enfrenta actualmente la meteorología, han quedado muchos en el tintero, como la simulación de la precipitación, los fenómenos meteorológicos mesoescalares o un mejor conocimiento de lo que ocurre en la alta atmósfera. En los próximos años seguiremos asistiendo al imparable desarrollo de las ciencias atmosféricas, lo que redundará en mayores beneficios que los logrados hasta ahora para la humanidad. e