A PERRO FLACO...
INTENTAR RESUMIR EL PANORAMA SOCIAL Y ECONÓMICO ACTUAL es complicado, por no decir trágico, incierto e increíble. Estamos intentando superar la resaca de la pandemia, una situación inédita que ha puesto a prueba todos los códigos de emergencia a nivel mundial. Ahora, además, de forma inesperada, empiezan a entrar en juego unos invitados con los que nadie contaba y que no tienen intención de marcharse. Estos invitados están arrastrando a la penuria a unos mercados que ya estaban enfermos y a los que les aparecen nuevos frentes.
En el mercado que nos ocupa, el de la industria de la automoción, las cosas se presentan especialmente complicadas. El mundo del motor se ha visto ante el reto nada fácil de llevar las cifras de ventas a las que había antes de la pandemia, pero con obstáculos añadidos: la imparable electrificación y la adaptación a las estrictas normas europeas sobre emisiones. Ahora aparecen nuevos obstáculos que llenan de pesimismo cualquier posibilidad de seguir pensando que el automóvil podrá sobrevivir en el futuro tal y como lo conocemos: la subida de los precios de la luz que encarece tanto la fabricación de los coches en sí como de los componentes necesarios para el montaje,además de que multiplica el coste del transporte marítimo. Por otro lado está la crisis del gas, que ya no depende solo de gestiones económicas para llegar a buen puerto, sino de la estabilización de las relaciones entre países. Por no hablar de la crisis de los semiconductores, que está diezmando la producción de las fábricas y llevando a algunas al cierre. En fin... Todo esto ha creado una ecuación difícil de despejar, ya no solo para poder intentar conseguir un precio aceptable para un coche, sino para fabricarlo y entregarlo al cliente en un periodo razonable. El tiempo apremia y no se ven soluciones.