Lecciones del éxito de la vacunación en España
Varios factores han contribuido al éxito de la campaña de vacunación española, entre ellos su organización a través de la atención primaria o la elevada confianza en la clase médica y científica.
Este verano me hice el firme propósito de pasar unas vacaciones libres de pensamientos sobre el trabajo. Como muchas otras personas, y como periodista de ciencia dedicada a cubrir información pandémica, estaba agotada. Quería evitar mirar datos sobre la covid y, por supuesto, evitar las polémicas tuiteras. Sin embargo, no pude despegarme de las gráficas sobre el ritmo de vacunación en el mundo. Y también como muchas otras personas, asistí, sorprendida, al éxito de la campaña de vacunación en España. A mediados de agosto, éramos de los pocos países que ya habían puesto al menos una dosis a más del 70 % de su población. A principios de septiembre, tuvimos al 72 % de la población vacunada con pauta completa y en octubre llegamos al 80 %. Todo esto, sin más incentivos que los de la propia inmunización. Las personas que acudieron a su cita con el pinchazo lo hicieron simplemente por convicción; porque, a pesar de las dudas que pudieran albergar, decidieron protegerse a sí mismas y a su entorno. No ha sido así en otros países ricos en los que no han faltado las dosis pero sí las ganas de ponérselas. Mientras hacíamos horas de cola a pleno sol y después compartíamos en redes sociales la foto con el esparadrapo, en otros lugares ofrecían cerveza o dinero por vacunarse sin que eso les sirviera de mucho.
Este éxito no lo habíamos previsto y quizá no lo hayamos sabido celebrar como se merecía. Ser el primer gran país europeo en términos de porcentaje de vacunados nos ha pillado por sorpresa, pero es para apreciarlo y aprender de ello.
La prensa internacional nos ha dedicado reportajes destacando la vacunación española como modelo a seguir, y ha sido entonces cuando se han empezado a publicar en medios nacionales análisis tratando de explicar por qué, de entre todos los países posibles, España ha sido uno de los líderes mundiales en vacunación. No es fácil si quiere hacerse de manera ajustada a la realidad, teniendo en cuenta lo que sabemos realmente y sin caer en explicaciones simplonas. Tenemos los datos, pero no es sencillo describir sus causas. Vacunarse de la covid es una cuestión de confianza, y en España tenemos una alta confianza tanto en la clase médica y científica como en los hospitales y centros de atención primaria, según acreditan las encuestas de FECYT y COSMO-Spain. El éxito tiene que ver no solo con la confianza en el Sistema Nacional de Salud, sino también con que la vacunación se haya recibido a través de la atención primaria; con que se haya organizado una estrategia de vacunación con prioridades claras, según criterios de justicia y equidad; y un sistema de citas que llamaba a la acción: en lugar de tener que inscribirnos en una lista, hemos recibido un mensaje personal al que debíamos responder o el turno pasaba al siguiente.
Más factores a nuestro favor: tenemos una alta percepción del riesgo porque hemos sufrido las graves consecuencias de los contagios, sobre todo entre las personas mayores; y valoramos especialmente los lazos intergeneracionales y sociales. Mucha gente se pinchó pensando en abrazar a sus familiares y volver a quedar con sus amistades. Porque vacunarse de la covid es, ante todo, un acto de protección hacia los demás, no solo hacia uno mismo.
Me pregunto qué habría pasado si el liderazgo lo hubiera ostentado Alemania, como sucedió con los test de diagnóstico. ¿Nos habría sorprendido? Quizá debamos mirarnos con otros ojos y asumir que confiamos en la ciencia y en la sanidad más de lo que pensamos. Y esa es una buena noticia. ●