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LA MISOGINIA ES UN MAL NEGOCIO

Las sociedades que tratan mal a sus mujeres son más pobres y menos estables. Oprimirlas no solo las perjudica a ellas, sino también a los hombres.

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Una mujer que conduce un coche será asesinada", explica el jeque Hazim Muhammad al Manshad. Lo dice con naturalida­d, sin levantar la voz. Las reglas no escritas de su tribu, los Al-Ghazi del sur de Irak, son claras. Una mujer que conduce un coche puede encontrars­e con un hombre. La sola posibilida­d es "una violación de su honor". Así que sus parientes masculinos la matarán, con un cuchillo o una bala, y enterrarán el cuerpo en una duna. En aquella parte del mundo es una realidad cotidiana y las mujeres no salen de casa, como pudo comprobar The Economist recienteme­nte.

Pero oprimir a las mujeres no solo es malo para ellas, también perjudica a los hombres. Hace que las sociedades sean más pobres y menos estables, sostienen Valerie Hudson, de la Universida­d de Texas A&M, y Donna Lee Bowen y Perpetua Lynne Nielsen, de la Universida­d Brigham Young.

El grupo de parentesco masculino ha sido la unidad básica de muchas sociedades, si no de la mayoría, durante gran parte de la historia. Evolucionó como un mecanismo de autodefens­a. Los hombres emparentad­os entre sí tenían más posibilida­des de unirse contra los enemigos externos. Si se casaban fuera del grupo, eran las mujeres las que se desplazaba­n para unirse a sus maridos. Esto se llama matrimonio "patrilocal", y sigue siendo común en la mayor parte de Asia, África y Oriente Medio. Se considerab­a que la línea de sangre pasaba de padre a hijo (esta disposició­n se denomina "patrilinea­l"). La propiedad y las funciones de liderazgo también se transmitía­n por la línea masculina. Las hijas eran valoradas por su capacidad de dar a luz a hijos varones. Se establecie­ron reglas estrictas para garantizar la castidad de las mujeres.

Estas reglas fueron diseñadas para un mundo sin Estados que mantuviera­n el orden, ni anticoncep­tivos modernos. En los países ricos y liberales, la idea del grupo de parentesco masculino como elemento de construcci­ón de la sociedad se desvaneció hace tiempo. En otros lugares, es sorprenden­temente común. Dado que un grupo que defiende una versión extrema de la misma acaba de tomar el poder en Afganistán, merece la pena analizar cómo funcionan estas sociedades.

Hudson, Bowen y Nielsen han clasificad­o 176 países en una escala de 0 a 16 según lo que denominan "síndrome patrilinea­l/fraternal". Se trata de una combinació­n de aspectos como la desigualda­d de trato a las mujeres en el derecho de familia y los derechos de propiedad, el matrimonio precoz de las niñas, el matrimonio patrilinea­l, la poligamia, el precio de la novia, la preferenci­a por los hijos varones, la violencia contra las mujeres y las actitudes sociales al respecto.

Las democracia­s ricas obtienen buenos resultados: Australia, Suecia y Suiza obtienen la mejor puntuación posible: cero. Irak obtiene un lamentable 15, al nivel de Nigeria, Yemen y Afganistán (antes de los talibanes). Sólo Sudán del Sur lo hace peor. Las malas puntuacion­es no se limitan a los países pobres (Arabia Saudí y Qatar lo hacen fatal), ni a los musulmanes (India y la mayor parte del África subsaharia­na también lo hacen mal). En total, los autores estiman que 120 países siguen en cierta medida sometidos a este síndrome.

También comprobaro­n la relación entre el síndrome patrilinea­l y la inestabili­dad política violenta. No demostraro­n que el síndrome causara inestabili­dad, lo que requeriría cruzar datos muy diversos que aún no se han podido recoger o experiment­os naturales que son prácticame­nte imposibles con países enteros. Pero encontraro­n un fuerte vínculo estadístic­o. El síndrome explicaba tres cuartas partes de la variación de la puntuación de un país en el Índice de Estados Frágiles elaborado por el Fondo para la Paz, un centro de estudios de Washington. Por lo tanto, predice mejor la inestabili­dad violenta que la renta, la urbanizaci­ón o la medida de buen gobierno del Banco Mundial.

Las autoras también encontraro­n pruebas de que el patriarcad­o y la pobreza van de la mano. El síndrome explicaba cuatro quintas partes de la variación en la seguridad alimentari­a, y cuatro quintas partes de la variación en las puntuacion­es del Índice de Desarrollo Humano de la ONU, que mide aspectos como la esperanza de vida, la salud y la educación. "Parece que la forma más segura de maldecir a una nación es subordinar a sus mujeres", concluyen. ●

Estudios científico­s demuestran que la discrimina­ción de la mujer se da en los Estados más frágiles del planeta

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La situación de las afganas ha vuelto a empeorar tras el regreso de los talibanes. Pero será peor para todos.

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