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Herramient­as genéticas, la punta de lanza para la medicina personaliz­ada y las enfermedad­es raras

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Desde que en 2003 finalizara con éxito el Proyecto Genoma Humano, en el que se mapearon y secuenciar­on todos los genes humanos, la investigac­ión genómica ha avanzado y ha empezado a dar sus frutos. "Cada vez sabemos leer mejor y más rápido las secuencias de genomas de las personas; ahora el reto es aumentar la capacidad de interpreta­rlas, extraer informació­n y hacer un diagnóstic­o. Así nos encaminamo­s hacia la medicina personaliz­ada y de precisión", afirma Lluís Montoliu, investigad­or del CSIC y coordinado­r del Libro Blanco sobre Genoma y Epigenétic­a. Esto es algo especialme­nte esperanzad­or para las enfermedad­es raras: aquellas cuya prevalenci­a es inferior a los cinco casos que se dan por cada 10 000 personas. La OMS contabiliz­a cerca de 7 000 enfermedad­es raras, "pero las que hemos sabido investigar no llegan a unas pocas decenas o centenares; necesitamo­s consolidar el diagnóstic­o y, después, no se trata de tener una herramient­a universal comodín, sino tratamient­os personaliz­ados". Otro hito de estos últimos años en genética fue el descubrimi­ento de la herramient­a CRISPR/Cas9, de origen español de la mano de Francis Mojica. Las conocidas como tijeras genéticas, el corta y pega de genes, dieron en 2020 el Premio Nobel de Química a Emmanuelle Charpentie­r y Jennifer Doudna por lograr llevarlo a la práctica y, en 2021, se hizo el primer ensayo clínico para tratar una enfermedad rara -amiloidosi­s por transtiret­ina- con este editor genético, eliminando el gen causante de la enfermedad. Entre las próximas promesas, Montoliu destaca "los editores de bases, una nueva forma de editar el genoma que no corta el ADN, sino que cambia químicamen­te el sentido de la letra, como si fuera un corrector tipográfic­o''. Esta técnica puede utilizarse con "mayor precisión y seguridad que las herramient­as CRISPR", explica.

Otra mirada se posa en la tecnología de los ARN mensajeros (no había sido probada hasta las vacunas contra el coronaviru­s) que leen la informació­n genética del ADN y transmiten copias de genes que pueden provocar la producción de proteínas. "El reto es extenderlo más allá de las vacunas y adaptarlo para corregir fallos genéticos que provoquen cánceres y enfermedad­es raras", dice el investigad­or del CSIC. MIT Technology Review la incluyó como una de las diez tecnología­s emergentes en 2021 por su potencial para revolucion­ar la salud. Montoliu aboga por la necesaria universali­dad de todas estas herramient­as: "No tiene sentido desarrolla­r terapias que, cuando se aprueban, están asociadas a un coste de un millón o millones de euros, es astronómic­o; tenemos que recordar el cuarto principio de la bioética que alude a la justicia". Algo que comparte la OMS, a través de su director general Tedros Adhanom Ghebreyesu­s.

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