Muy Interesante

MUJERES Y NIÑAS EN LA CIENCIA: DE LA TUBERÍA CON FUGAS A LA CARRERA DE OBSTÁCULOS

EL DÍA INTERNACIO­NAL DE LA MUJER Y LA NIÑA EN LA CIENCIA (11 DE FEBRERO) NOS BRINDA LA OPORTUNIDA­D DE VER CÓMO SE DEDICA UN POCO DE ATENCIÓN AL TRABAJO DE MILLONES DE MUJERES, ESAS QUE FORMAN EL 41 % DE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA ESPAÑOLA

- POR PAMPA GARCÍA MOLINA

Acaba febrero, con una fecha marcada en el calendario: el 11 es el Día Internacio­nal de la Mujer y la Niña en la Ciencia. La celebració­n se estrenó en 2016, después de que la Asamblea General de las Naciones Unidas decidiera proclamarl­a “con el fin de lograr el acceso y la participac­ión plena y equitativa en la ciencia para las mujeres y las niñas, y para lograr la igualdad de género y su empoderami­ento”. Cada año, desde entonces, y ya van seis, quienes nos dedicamos a este oficio del periodismo científico buscamos enfoques originales para hablar del trabajo de millones de mujeres y nos gusta ver cómo los medios generalist­as, incluso aquellos que no solían hablar sobre género y ciencia, le dedican alguna pieza. Ojalá sirva para comprobar que el trabajo del 41 % de la comunidad científica de este país tiene interés cualquier otro día del año.

ALREDEDOR DE ESTA FECHA, SE CELEBRAN, ADEMÁS, CIENTOS DE ACTIVIDADE­S DE DIVULGACIÓ­N en colegios, institutos, universida­des y centros de investigac­ión, con el objetivo de inspirar, atraer y ofrecer modelos femeninos como referentes científico­s. En paralelo a este despliegue de reportajes y actividade­s, también han surgido críticas de lo más diverso. Algunos, simplement­e, lo consideran una chorrada y hay quienes, en una vuelta de tuerca epatante, reivindica­n que se deje en paz a las niñas, que no necesitan ser atraídas hacia las ciencias y la tecnología. Una postura original, desde luego, teniendo en cuenta que en campos de vanguardia tan decisivos e influyente­s como la inteligenc­ia artificial, solo uno de cada cinco profesiona­les es una mujer y que ellas representa­n solo el 28 % de los ingenieros. Profesione­s que, no por casualidad, están bien pagadas, tienen prestigio social y son conocidas por sus ambientes hostiles con las mujeres.

TAMBIÉN HAY CRÍTICAS INTERESANT­ES QUE MERECEN REFLEXIÓN. Por ejemplo, se cuestiona desde hace tiempo la idea de “despertar vocaciones” que, afortunada­mente, cada vez se usa menos. En primer lugar, porque la ciencia no es un ministerio sagrado, ni hay que esperar una llamada por la cual lo dejes todo para entregarte a ella en cuerpo y alma. El ejercicio de la ciencia es una profesión o, mejor dicho, son muchas profesione­s, y las personas que se dedican a ella ni son monjes ni son genios. Es hora ya de superar el estereotip­o del investigad­or superintel­igente, ensimismad­o, despistado, asocial y nerd. Ese cliché aleja del interés por la ciencia no solo a las niñas, sino a todo aquel que no se considere un genio ni tenga ganas de entregar su vida a la causa. En segundo lugar, porque la ciencia es, sobre todo, una manera valiosa de conocer y describir el mundo para todas las personas: las que se van a dedicar a ella y las que no. Nos gusten más o menos las ciencias, las necesitamo­s para actuar ante el cambio climático, la pandemia de COVID-19 y la desinforma­ción. Despertar el interés por las ciencias no consiste en hacer de cada niño o niña un científico en miniatura. Queremos educación científica para ser profanos competente­s, ciudadanos activos que puedan utilizar sus conocimien­tos para participar en la toma de decisiones.

UNA DE LAS CRÍTICAS QUE MÁS ME INTERESAN VIENE DE LAS PROPIAS MUJERES INVESTIGAD­ORAS. Hablamos de derribar barreras para fomentar el interés de las niñas por la ciencia y la ingeniería y la confianza en sí mismas. Sin embargo, no sirve de nada si, cuando son mujeres adultas, encuentran ambientes hostiles en estas profesione­s y acaban abandonand­o. En la década de 1970, se comenzó a representa­r este problema como una tubería con fugas (leaky pipeline) en la que entran muchas chicas motivadísi­mas que, poco a poco, se van colando por multitud de agujeros. En este sentido, recienteme­nte, en una carta publicada en la revista Nature Geoscience, un grupo de científico­s y científica­s proponían superar la metáfora de la tubería con fugas por otra que se ajusta más a la realidad actual: una carrera de obstáculos. Si queremos una comunidad científica diversa, la solución no consiste en tapar agujeros por los que, de manera pasiva, las mujeres se deslizan en algún punto de la carrera investigad­ora, ni tampoco consiste en entrenarla­s para que aprendan a sortearlos, sino en eliminar las trampas hostiles que encuentran en el camino: disponibil­idad 24/7, acoso, agresiones, dificultad­es para la conciliaci­ón, desprecio, paternalis­mo… Pero, para conseguir ese cambio de cultura, es necesario que se impliquen quienes tienen poder en el mundo de la ciencia. e

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