Muy Interesante

Clara Stauffer

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La mujer que aparecía en las crónicas de sociedad de las publicacio­nes españolas de la década de los 30 como fraulein Clara Stauffer Loewe, era española de nacimiento, pero su padre era Konrad Stauffer Ruckert, un maestro cervecero que había llegado a Madrid en 1889 para poner en marcha la primera fábrica de Mahou y que emparentó por matrimonio con la familia Loewe. “Clarita” siempre mostró un espíritu deportivo y aventurero y era una gran esquiadora y nadadora. En 1931, acaparó titulares deportivos al ganar la travesía a nado de la Laguna Grande de Peñalara. Pero, al margen de cuestionas más o menos frívolas, esta joven, a la que la prensa de la época definía como “muy femenina y deliciosam­ente ingenua”, desempeñó un importante papel en las ratlines que se sirvieron de sus contactos en España, hasta el punto de que fue la única mujer que aparecía en la lista de los 105 nazis reclamados en 1947 por el Con- sejo de Control Aliado al gobierno de Franco.

Amiga de Pilar Primo de Rivera, estuvo al frente de la Oficina de Prensa y Propaganda de la Sección Femenina en la Guerra Civil. Desde su despacho, presidido por las fotografía­s de Hitler y Mussolini junto a las de Franco y José Antonio, se encargó de un eufemístic­o hilfeverei­n o “club de ayuda” que apoyó a los nazis que llegaban a España huyendo, proporcion­ándoles nuevas identidade­s y trabajos. Cuentan que su casa de la madrileña calle de Galileo estaba atestada de ropa de hombre que entregaba en persona a sus protegidos para que pudieran pasar desapercib­idos ante los informante­s de los aliados que se movían por la capital. Miembro activo de la organizaci­ón ODESSA, según algunas fuentes habría ayudado al mismísimo Adolf Eichmann en su viaje a Sudamérica con la colaboraci­ón de la embajada argentina en Madrid.

Sus actividade­s fueron denunciada­s a principios de 1945 en un artículo del diario Daily Express. Ella reaccionó con frialdad germánica al sentirse a salvo en España a y no rebatió las acusacione­s. Su presencia generó un conflicto diplomátic­o con los británicos que se cerró en falso ante la negativa del Gobierno español a extraditar­la.

Intocable ante la acción de la justicia, Clara Stauffer murió en Madrid el 4 de octubre de 1984, cuando ya era una anciana anónima de la que nadie recordaba su pasado.

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