Cómo se formaron las huellas de Laetoli
Las denominadas «Capas de Laetoli » están formadas por tres tobas laminadas de proyección aérea, es decir, por los estratos de la roca resultante de la acumulación de cenizas y piroclasto expulsados durante una erupción y caídos al terreno desde la nube volcánica. Estas tobas están formadas por granos de 0.5 a 1 mm de lava cristalina, depositados en capas de 12 a 30 centímetros de grosor de sucesivas erupciones. Su datación les otorga una antigüedad de entre 3.8 y 3.5 millones de años. La tercera y más reciente de estas tres tobas (llamada «Toba de las Pisadas« por contener el mayor número de huellas y las más extensas) quedó cubierta por un depósito más voluminoso de 50 centímetros de cenizas, episodio final de la erupción del Sadiman, el volcán al que se atribuyen.
Las erupciones del volcán Sadiman incluyeron la expulsión de ceniza de carbonatita, un material ígneo muy infrecuente que contenía tanto carbonato cálcico como sódico, lo que permitió la preservación de las huellas. El carbonato cálcico forma un fino precipitado mientras que el carbonato sódico se disuelve, de tal manera que cuando se evapora la solución se forman cristales de trona, un mineral que cementa instantáneamente los depósitos de ceniza y, en el caso del yacimiento de Laetoli, las pisadas de los animales que transitaban por aquella planicie en aquel momento. El proceso de preservación de las pisadas debió de ocurrir en un breve lapso de tiempo. Se estima que sucedió en apenas unas semanas entre el final de la estación seca y el comienzo de la de las lluvias. Afirmación que se deduce dada la ausencia de hojas.
La toba tiene la impronta de gotas de lluvia de chubascos que debieron de ser breves y discretos dado que las huellas se conservaron en excelentes condiciones, quedando cubiertas por una nueva capa de ceniza caída inmediatamente después. Salvo el superior, los sucesivos lechos de ceniza tienen apenas unos milímetros de profundidad en una extensión de decenas de kilómetros cuadrados, lo que confirma que el proceso fue rápido.
Las huellas siguen las sendas preexistentes y confirman que los animales, también nuestros ancestros, se movían a un paso con una velocida normal («de paseo«, se denomina), sin que la lluvia o la ceniza alteraran la velocidad o el ritmo de su desplazamiento.
De Australopithecus afarensis tenemos hoy en día un registro fósil muy amplio, que incluye, además de los restos hallados en Laetoli, los fósiles de otros tres yacimientos en la depresión del Afar, en Etiopía (Hadar, Woranso-Mille y Belohdelie). Su presencia en esta amplia área del Este de África se dilata durante un millón de años, desde hace 3.9 a 2.9. Mosaico de rasgos arcaicos y derivados, los propios de un bípedo definitivo en tierra, pero aún con dependencia arbórea, las reconstrucciones paleoecológicas de Laetoli y del Afar confirman que el Australopithecus afarensis ocupó una amplia gama de nichos, pero siempre arbolados (bosques de galería).
PUEDE RESULTAR DESCONCERTANTE QUE DOS ANCESTROS NUESTROS CAMINARAN AL MISMO TIEMPO POR LAETOLI,
como el reciente trabajo sobre las huellas del yacimiento A confirma. Sin embargo, el panorama es aún más complejo. El Australopithecus afarensis convivió en la región del Afar durante al menos 100 000 años con la especie que se considera su predecesora, Australopithecus anamensis, por el momento el más antiguo de los australopitecos. El modelo cladogenético de evolución (la divergencia de poblaciones de una misma especie de dan origen a otra nueva especie) resuelve la aparente paradoja de que una especie madre conviva con su especie hija. En 2012 se presentaron los restos fósiles de un pie recuperado en Burtele (Etiopía) de 3.4 millones de años, contemporáneo por lo tanto también de Australopithecus afarensis. Lo sorprendente del pie de Burtele es que corresponde a un primate bípedo aún con el hallux oponible, al igual que el Ardipithecus ramidus, pero un millón de años más tardío que esta especie, que es considerada la precursora de los australopitecos. La
huella dejada por el hominino del yacimiento A tampoco se corresponde con el pie de Burtele, lo que añade un tercer linaje de homininos a los correspondientes a los dos tipos de huellas halladas en Laetoli. Igualmente, en 2015 se presentó un nuevo australopiteco, Australopithecus deyiremeda, hallado en el mismo yacimiento de Burtele y datado en 3.5-3.3 ma. Burtele se sitúa a 35 kilómetros del yacimiento de Hadar, donde se han encontrado Australopithecus afarensis de su misma antigüedad.
ENTRE 4.2 Y 1.1 MILLONES DE AÑOS ATRÁS VIVIERON EN ÁFRICA DEL ESTE DIEZ ESPECIES DISTINTAS DE AUSTRALOPITECOS,
siempre coexistiendo en escenarios próximos al menos dos de ellas. Dietas ligeramente distintas (como mostrarían sus diferencias dentarias) permitieron la diversificación y la coexistencia de especies homininas muy próximas taxonómicamente, una estrategia que ha sido denominado de «nicho compartimentado».
A pesar de esta diversidad, la cual era inimaginable solo unos pocos años atrás, la especie formada por los Australopithecus afarensis sigue a día de hoy conservando una posición absolutamente central en cualquier esquema evolutivo humano.
La tendencia evolutiva predominante de los australopitecos fue el paulatino engrosamiento dentario, es decir, un mayor acúmulo de esmalte para proteger sus dientes a medida que la dieta de suelo, más abrasiva, se tornaba predominante frente a la arbórea, más blanda. Por su perduración, su amplia distribución geográfica y su moderado engrosamiento dentario, es probable que alguna población de Australopithecus afarensis diera origen a los primeros representantes de nuestro género Homo, hace más de dos millones de años.
La evolución biológica no es lineal, como tampoco lo fue
El Australopithecus afarensis convivió en la misma región con su especie predecesora durante al menos 100 000 años
la de nuestro linaje. La convivencia de especies homínidas ha sido la norma. Al menos tres géneros bípedos diferentes (Sahelanthropus, Orrorin y Ardipithecus) adoptaron el bipedalismo entre 7 y 5 millones de años. Además de los australopitecos, otra especie perteneciente a un género hominino distinto, Kenyanthropus platyops, ha sido identificada en Lomekwi (Lago Turkana, Kenia) de igual datación que Australopithecus afarensis, 3.5 millones de años. En torno a dos millones de años, en el origen de Homo no hay una sino dos especies, Homo habilis y Homo rudolfensis, que coexistieron en el Valle del Rift durante cientos de miles de años, así como con otras especies tardías de australopitecos. Nuestra propia especie, Homo sapiens, llegó a encontrarse con al menos cinco especies de Homo en su expansión planetaria, con dos de las cuales (neandertales y denisovanos) hibridó exitosamente.
Llegar a ser seres humanos se ensayó en diversas trayectorias evolutivas desde hace siete millones de años y hasta la propia aparición de nuestra especie, Homo sapiens, hace 300 000 años. Incluso el desarrollo del pensamiento simbólico (que se expresa a través de la decoración del cuerpo y el enterramiento de congéneres) fue esbozado independientemente por los neandertales.
Este novedoso modelo evolutivo nos remite al esquema que dibujó el naturalista Charles Darwin en 1837 a su regreso de su travesía alrededor del mundo en el Beagle, en su primer cuaderno de notas sobre la transmutación de las especies: la de un coral. e