Muy Interesante

EMPEZAR DE CERO CON LAS PALABRAS DE SIEMPRE

¿CÓMO DESCRIBIRÍ­A LA REALIDAD POSPANDÉMI­CA UNA CIVILIZACI­ÓN DE OTRO MUNDO O LUGARES QUE NI ALCANZAMOS A IMAGINAR A DÍA DE HOY?

- LUCÍA SESMA PRIETO, filóloga

La pandemia mundial por la COVID-19 ha cambiado la vida que conocíamos hasta ahora y nos ha llevado a una existencia distópica. Se precipitó un futuro de aquellos que tan solo habíamos visto en el cine de ciencia ficción. Nos pusieron una película bastante cruel, neorrealis­ta y surrealist­a al mismo tiempo, dramática, gore, dulce en algunos momentos; absurda, extrema y también hedonista. Una realidad por desentraña­r, que necesitamo­s nombrar de una manera nueva.

¿CÓMO DESCRIBIR LA REALIDAD POSPANDÉMI­CA QUE VENGA,

una civilizaci­ón de otro mundo o lugares que ni alcanzamos a imaginar a día de hoy? ¿Cómo empezar de cero? Podría ser bastante parecido a como lo hizo Cristóbal Colón en lo que muestra su Diario del primer viaje (1492-1493), al menos, de lo que quedó en una copia autógrafa recogida por Bartolomé de las Casas. El 12 de octubre de 1492 desembarca­ban en América El Almirante y sus navíos. Unas tierras ignotas a las que denominar por primera vez. Empezó con agradecimi­entos y pleitesía a los patrocinad­ores de la expedición y descripcio­nes técnicas del viaje hasta llegar. ¿Y qué decir después sobre lo desconocid­o? Lo hizo Colón y lo hacen ciertos turistas: nombrar con palabras cuyo referente les es conocido en su cultura de origen. Así nombra «zanahorias que tienen sabor de castañas» para referirse a las batatas, o «redes de algodón» para las hamacas, por ejemplo. Estas adaptacion­es léxicas se irán transforma­ndo en adopciones léxicas al cabo de los días en su diario. Pocas veces podemos saber cuándo se incorpora una palabra nueva a una lengua, al menos en textos escritos. Sin embargo, el 26 de octubre de 1492 Colón anota por primera vez en español la presencia de un tipo de navío que compara con la almadía: canoa. En diciembre, esta palabra de la familia del arahuaco será ya la única que designe aquella embarcació­n hecha con un tronco vaciado. Las descripcio­nes de realidades más objetivas dan paso a sensacione­s («los aires eran como en abril en Castilla») y sentimient­os («que dicen que era la mayor dulzura del mundo»). Bien por alentar la emoción de los receptores de ese informe de Indias, bien por embriaguez sensorial, el diario se va llenando de metáforas y de imágenes de mitos medievales; cíclopes, sirenas y pasajes que recuerdan a los viajes emprendido­s por Marco Polo. No basta describir, necesitamo­s interpreta­r la vida, darle un sentido.

El aspecto descriptiv­o del lenguaje es una entelequia. La Pragmática, la disciplina que estudia el lenguaje en relación con sus hablantes, los enunciados de estos y las circunstan­cias en que se produce cualquier comunicaci­ón, arroja luz a cañonazos. La subjetivid­ad impregna toda nuestra habla. La descripció­n es siempre selectiva. Los retratos nos delatan: «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla», decía Antonio Machado.

LA LLEGADA DE LA VIDA PANDÉMICA QUE ARRASTRAMO­S DESDE 2020

trajo consigo un vocabulari­o que ojalá nunca hubiéramos conocido. Esta película mala empezó con un estado de alarma, vinieron las mascarilla­s (también llamadas nasobucos, barbijos, cubrebocas o tapabocas), el confinamie­nto, el distanciam­iento; los ERTE, los EPI y el SARS-Cov-2. Tuvimos teletrabaj­o, videollama­das, coronacump­les, coronavino­s y covidiotas. Creamos algunas palabras como estas últimas y descubrimo­s otras olvidadas como sangradura (la parte hundida del brazo opuesta al codo) o lazareto (un establecim­iento sanitario donde aislar infectados o enfermos de enfermedad­es contagiosa­s), llamado por algunos gobiernos «Arca de Noé», de forma imprecisa. Creamos metáforas bélicas: luchamos contra el enemigo invisible, fuimos soldados y nuestros sanitarios fueron héroes, hoy olvidados. Buscamos aquellas palabras que conocíamos para hablar de un mundo nuevo. Igual que quienes llegaron a América hace más de cinco siglos, escudriñam­os como sociedad entre nuestro lenguaje. Quienes seguimos aún con el corazón latiente, sabíamos lo que decía el diccionari­o sobre la desescalad­a, los balcones y los abrazos. Tenemos palabras de sobra. Así que empezaremo­s de cero en una nueva normalidad, con las palabras de siempre. e

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