¿Cultura o ADN?
Para determinar si las diferencias en la competitividad por sexos son biológicas o sociales, el estudio Gender Differences in Competition: Evidence from a Matrilineal and a Patricarcal Society (publicado en Econometrica en 2009), realizado por los investigadores Uri Gneezy, Muriel Niederle, Aldo Rustichini, llevó a cabo el mismo experimento en una tribu africana y en otra india. La primera, los Masái en Tanzania, es una sociedad profundamente machista. La segunda, los Khasi, de la región de Meghalaya en el norte de la India, son una sociedad totalmente matrilineal.
De manera similar a las conclusiones de experimentos ejecutados en culturas occidentales, los hombres masái optaron por competir aproximadamente el doble que las mujeres. Curiosamente, este resultado se invirtió entre los Khasi, donde las mujeres eligieron el entorno competitivo con más frecuencia que los hombres, e incluso ligeramente por encima que los hombres masái. Gneezy, Leonard y List estiman que, si hay distinciones biológicas entre hombres y mujeres, estas quedan empequeñecidas al lado de las diferencias que crea la cultura y la educación. «Si la diferencia en la reacción a la competencia se basa principalmente en la naturaleza, entonces algunos podrían abogar, por ejemplo, por reducir la competitividad en el sistema educativo y los mercados laborales para brindar a las mujeres más oportunidades de éxito. Si la diferencia se basa en la crianza, o en una interacción entre la naturaleza y la crianza, por otro lado, las políticas públicas podrían apuntar a la socialización y la educación a edades tempranas y más adelante en la vida, para eliminar este tratamiento asimétrico de hombres y mujeres con respecto a la competitividad», concluyen.