Los asesinos de masas
Además de los seriales y los spree killers, la tercera categoría de asesinos múltiples la componen los llamados asesinos de masas. Sus ataques se producen mayormente en una única escena del crimen, como puede ser un instituto, una universidad o una discoteca. En su caso tienden a matar a aquellos a los que culpan de sus propias miserias, siendo la venganza su móvil habitual. Puede ser una venganza específica, si ataca a objetivos ya preseleccionados; una venganza de clase, si se dirige a un colectivo en concreto; o una venganza contra el mundo, si selecciona a las víctimas de forma indiscriminada. Según cita el antropólogo social Elliott Leyton en su libro Cazadores de humanos (Alba, 2005), «los asesinos de masas no explotan, no actúan por un incontrolable fulgor asesino». Al contrario, planifican su ataque con días e incluso con meses de antelación, prefiriendo las armas de fuego, a las que tienen fácil acceso, para provocar el mayor número de víctimas posible. En lo que sí coindicen con los spree killers es en su tendencia a suicidarse al finalizar el ataque. Según Leyton, «porque son conscientes de que su situación no mejorará y entienden su agresión como el acto final de sus vidas». Para este investigador y otros expertos, como el criminólogo Jack Levin y el sociólogo James Alan Fox, los asesinos de masas son personas con largo historial de frustración y fracasos. Gentes solitarias, socialmente aisladas y a las que un suceso vital, como un divorcio o un despido, les desequilibra de tal modo que se ven incapaces de afrontarlo, decidiendo morir matando a las personas a las que culpan de sus desdichas. Serían casos como el asesinato de 28 personas en la escuela de primaria Sandy Hook, en 2012; el ataque en la isla noruega de Utoya, que dejó 77 muertos en 2011 a disparos de Anders Breivik o la más reciente matanza en la escuela de primaria Robb de Uvalde en 2022 y en la que murieron 21 personas y otras 17 resultaron heridas.