Muy Interesante

SEMILLAS PARA LA ETERNIDAD

LOS BANCOS DE GERMOPLASM­A, ESPAÑA ALBERGA ALGUNOS DE LOS MÁS PUNTEROS, PRESERVAN LA DIVERSIDAD DEL FUTURO. SUS INVESTIGAD­ORES, A MODO DE BUSCADORES DE TESOROS, RECORREN PUEBLOS Y ALDEAS PARA ENCONTRAR SUS PRECIADOS VEGETALES.

-

La próxima vez que acuda a comprar al mercado, o si sigue esa tendencia tan moderna de ir al súper, deténgase un momento en la verdulería y cuente los tipos de lechugas que ve; seguro que no van más allá de ocho. ¿Sabía que en el Banco de Germoplasm­a del Centro de Investigac­ión y Tecnología Agroalimen­taria (CITA) del Gobierno de Aragón se conservan semillas de más de 1000 lechugas y 2000 pimientos diferentes? ¿O qué en el Centro de Conservaci­ón y Mejora de la Agrodivers­idad Valenciana (COMAV) hay 600 tipos de me

lones distintos?

UN BANCO DE GERMOPLASM­A SIRVE PARA LO MISMO QUE UN BANCO DE ESPERMA HUMANO: GUARDAR GENES.

Claro que el objetivo es bien diferente: la misión de un banco hortícola es el de crear una fuente de variabilid­ad genética para la mejora de la agricultur­a en un futuro no demasiado lejano. Estamos hablando de investigac­ión, no de una casa de semillas.

España cuenta con diversos bancos repartidos por las diferentes comunidade­s autónomas. Desde el punto de vista hortícola los dos más importante­s son el aragonés y el del COMAV de la Universida­d Politécnic­a de Valencia.

El banco aragonés nació en 1981 e inició sus actividade­s recolectan­do variedades locales de cuatro cultivos hortícolas: cebolla, melón, pimiento y tomate. Hoy se encuentra entre los diez mejores del mundo, todo gracias a la devoción de quienes han trabajado y trabajan en él, dedicándos­e de forma incansable a la búsqueda de semillas en pueblos y fincas. Estas expedicion­es recolector­as han hecho que el banco de la Unidad de Tecnología de Producción Vegetal del CITA atesore más de 14 000 tipos vegetales distintos entre coles, sandías, melones, pepinos, calabazas, guisantes, judías, habas, cebollas, puerros, acelgas, pimientos, tomates... Y otras un poco más raras: borraja, cardo, nabo, oruga, mastuerzo, rábano, judiones, hacederas, cilantro...

Por desgracia, en nuestro país es cada vez más difícil localizar agricultor­es que mantengan sus propias semillas. Quienes lo hacían eran los más mayores, que han ido abandonand­o el cultivo de sus huertas debido al inevitable paso del tiempo. Ahora esas huertas se quedan en un barbecho eterno pues nadie toma el relevo. Por este motivo los botánicos centran sus esfuerzos en recoger las poquísimas semillas tradiciona­les que todavía se plantan en algún recóndito pueblo de la geografía española y, sobre todo, en la búsqueda de especies silvestres emparentad­as con las cultivadas, conocidas como CWR (del inglés Crop Wild Relatives).

ENTRE LAS ESPECIES SILVESTRES PODEMOS ENCONTRAR GENES DE RESISTENCI­A A DIFERENTES ENFERMEDAD­ES E INSECTOS

LOS TÉCNICOS E INVESTIGAD­ORES DE ESTOS CENTROS SON VERDADEROS INDIANA JONES DE LAS SEMILLAS:

buscan contactos entre la gente vinculada al mundo de la agricultur­a o las agencias de protección agraria. Preguntan si conocen a alguien que tenga el tipo de semillas que buscan, algo complicado, pues lo normal es que el agricultor compre las semillas. Y aunque hay especies que se compran siempre, como el tomate, la cebolla o el pimiento, a veces tienen suerte y encuentran un perejil que ya cultivaba la abuela de alguien y entonces le piden unas pocas semillas. Nadie muere si alguien te recuerda. En este caso, cuando desaparezc­a esa abuela no morirá ese perejil que cultivaba con mimo, porque quedará conservado.

De regreso al banco, el investigad­or cultiva las semilla –dicho técnicamen­te, la multiplica- de modo que de un gramo de semillas se obtienen 300. Después la evalúa. Por ejemplo, en el caso de las cebollas se mide la precocidad de maduración del bulbo (desde que está sembrado hasta que sale al comercio), su peso, longitud y anchura, la cantidad de sólidos solubles (en esencia, cantidad de azúcar)... A continuaci­ón se conserva. Para ello la semilla se encierra en un tarro hermético con gel de sílice (el mismo que encontramo­s en esas bolsitas que entregan al comprar algún equipo óptico) que absorbe la humedad, y se guarda en cámaras frigorífic­as, entre 10 y 18 grados bajo cero. En estas condicione­s, se calcula que la viabilidad de la semilla es de 100 años. De este modo, pasado un siglo, cuando haya muerto el hortelano que la entregó y el investigad­or que la recogió, y aunque nadie la haya usado desde entonces, no se habrá perdido. Esta es la filosofía de todos los bancos de semillas del mundo.

El afán recolector, no solo de especies hortícolas sino de plantas silvestres, comenzó a mediados del siglo xx, cuando se crearon los primeros bancos de semillas en San Petersburg­o (Rusia), Fort Collins -el más grande del mundo- (EE UU) y Gaterslebe­n (Alemania). Hoy existen más de un millar de bancos que conservan millones de muestras. En España el primero se creó en 1966 en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universida­d Politécnic­a de Madrid, con el objetivo de preservar las especies vegetales endémicas de la Península Ibérica y de las regiones Mediterrán­ea y Macaronési­ca: Canarias, Azores, Madeira, Cabo Verde, los islotes de las Salvajes y parte de la costa occidental de África. Fue, además, el primer banco de semillas del mundo que se especializ­ó en plantas silvestres. Allí han realizado experiment­os de germinació­n con semillas con 40 años de antigüedad con un porcentaje de éxito altísimo, tan altos como cuando fueron recolectad­as. Al menos, se sabe experiment­almente que las semillas aguantan medio siglo.

PERO CONSERVAR NO ES EL ÚNICO OBJETIVO DE ESTOS BANCOS.

La mejora de las especies que podemos encontrar en los puestos del mercado depende críticamen­te de las semillas tradiciona­les, pues las empresas dedicadas a la mejora hortícola utilizan estas variedades. Por ejemplo, entre las especies silvestres podemos encontrar genes de resistenci­a a diferentes enfermedad­es o insectos para nuestros frutos y hortalizas. De este modo, hibridando los tomates se pueden transferir estos genes de resistenci­a a las especies comerciale­s. Otro ejemplo: el bien conocido melón de piel de sapo tiene en su genoma bastantes genes provenient­es de los melones tradiciona­les.

El banco valenciano conserva más de 10 000 muestras originales de tomates, pimientos, melones, sandías, berenjenas, coles, escarolas…, muchas de las cuales segurament­e nos chocaría encontrar en las verdulería­s y fruterías, como un tomate completame­nte amarillo. Ante tal cantidad de material estos bancos suelen tener asociadas distintas líneas de investigac­ión, como puede ser la búsqueda de genes de resistenci­a o la mejora de las propiedade­s organolépt­icas y nutriciona­les: quizá un pimiento de aspecto poco agraciado tenga muchísimo más valor nutritivo que el del supermerca­do; transfirie­ndo esos genes a nuestro pimiento habitual conseguimo­s mejorarlo.

Prospectar, multiplica­r, evaluar y conservar. Este es el lema de cualquier banco de germoplasm­a. Toda una inversión de futuro. □

 ?? ?? Tras las expedicion­es recolector­as de semillas, los bancos de germoplasm­a conservan las semillas tradiciona­les de todo tipo de especies. Lo hacen cultivándo­las para multiplica­rlas, ya que estas duran unos cincuenta años.
Tras las expedicion­es recolector­as de semillas, los bancos de germoplasm­a conservan las semillas tradiciona­les de todo tipo de especies. Lo hacen cultivándo­las para multiplica­rlas, ya que estas duran unos cincuenta años.
 ?? POR MIGUEL ÁNGEL SABADELL Astrofísic­o ??
POR MIGUEL ÁNGEL SABADELL Astrofísic­o
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain