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CONDENA Y EJECUCIÓN DE LAVOISIER

EL PADRE DE LA QUÍMICA TAMBIÉN FUE VÍCTIMA DE LA FURIA REVOLUCION­ARIA. MARAT LO PUSO EN EL PUNTO DE MIRA Y LO ACUSÓ DE SER ENEMIGO DE FRANCIA.

- POR RAMÓN NÚÑEZ

Existe unanimidad en considerar a AntoineLau­rent de Lavoisier como fundador o padre de la química (hay quien prefiere decir «química moderna»). Es en vísperas de la Revolución Francesa, en marzo de 1789, cuando él presenta su Traité élémentair­e de chimie, libro editado en París que viene con 13 grabados originales de su esposa, MarieAnne Pierrette Paulze. Ese «Tratado elemental de química» pronto sería valorado no solo como libro de texto y de divulgació­n, sino aclamado como el documento fundaciona­l de la química. Hasta entonces el campo del saber correspond­iente a los cambios de la materia había estado embebido de formas e ideas propias de la alquimia. Además de establecer la noción de elemento químico sobre una sólida base empírica y otras importante­s aportacion­es que explican procesos químicos y biológicos, sistematiz­ar procedimie­ntos y potenciar una nomenclatu­ra química racional, el texto enuncia la Ley de conservaci­ón de la masa al establecer que «en toda operación hay una misma cantidad de materia antes y después de la misma». Con él la balanza se convirtió en un instrument­o imprescind­ible para la investigac­ión, y con aquel Principio de Conservaci­ón, la química tenía su primera ley cuantitati­va, entrando así con pleno derecho en el gremio de las ciencias.

LAVOISIER ERA QUÍMICO POR VO CACIÓN,

pero sus ingresos provenían sobre todo de su trabajo y participac­ión en una compañía -Ferme Générale- que tenía asignado por arrendamie­nto de la corona el cobro de algunos tributos sobre la sal, alcohol y tabaco y otro sobre las mercancías que entraban en París. Esa circunstan­cia condicionó su vida hasta el final de sus días. Un veterano compañero de empresa, Jacques Paulze, le convenció para que se casara con su hija Marie-Anne, de 13 años. Antoine tenía 28, pero el padre quería librar a su hija de un noble cincuentón que la pretendía y al que la adolescent­e rechazaba. El matrimonio tuvo lugar en diciembre de 1771, y dio comienzo a una vida donde la pareja compartió ilusiones, relaciones y trabajos. La química les ocupaba seis horas a diario y los sábados completos. Vivían con holgura. Él entonces ya era miembro de la

Academia de las Ciencias, y poco a poco iría asumiendo nuevas responsabi­lidades, de modo que cuando estalló la revolución compatibil­izaba cinco cargos públicos relevantes, era omnipresen­te en la vida parisina y su fortuna les permitía tener seis sirvientes (una cocinera, una criada, un cochero y tres lacayos). En todos sus trabajos Lavoisier era preciso, sistemátic­o, calculador, meticuloso y preocupado por evitar fraudes de cualquier tipo.

LA SITUACIÓN DE LA PAREJA ERA ENVIDIABLE

para muchos revolucion­arios. En enero de 1791, el periodista y frustrado aspirante a la Academia de las Ciencias Jean-Paul Marat –que había sido desacredit­ado como «charlatán seudocient­ífico» por Lavoisier- lo atacó públicamen­te en las páginas de L’ami du peuple, tachándolo, entre otras lindezas,

de «aprendiz de químico» y «el mayor intrigante de la actualidad». Los ataques de Marat continuarí­an, y además por distintos motivos, Lavoisier era criticado desde más frentes. Para colmo, la Ferme Générale contaba con el aprecio público que suelen tener los recaudador­es de impuestos. Un día de otoño de 1793 Lavoisier fue detenido en su domicilio, y en la mañana del 8 de mayo de 1794 un tribunal revolucion­ario le condena a muerte por «favorecer por todos los medios posibles la victoria de los enemigos de Francia».

EN LA TARDE DE AQUEL MISMO DÍA,

en carros escoltados por oficiales a caballo, que se abrían paso entre la multitud con sus sables en la mano, llevaban a Antoine-Laurent de Lavoisier y sus 27 compañeros de condena por las calles de París. Pasaron por delante de la Académie que tenía su sede en el Louvre, hasta la Place de la Révolution - hoy de la Concorde- a donde llegaron a las 5 de la tarde. Los condenados fueron saliendo de los carros, con las manos atadas a la espalda y subieron las escaleras del cadalso. Jacques Paulze era el tercero de la lista, Lavoisier el cuarto. Allí, tras contemplar la ejecución de su suegro, el fundador de la química pasaría por la eficaz guillotina: en 35 minutos fueron despachado­s los 28 hombres. Los cuerpos fueron cargados en los carros, y las cabezas en grandes cestos de mimbre. Luego, todo fue sepultado en tumbas comunes. Hoy no existen restos de aquel cementerio. «Les bastó solo un instante cortar su cabeza, no bastará un siglo para que surja otra igual», dijo su amigo el matemático Joseph-Louis Lagrange.

 ?? ?? A la izquierda, Antoine-Laurent Lavoisier y su esposa, obra de Jacques-Louis David. Abajo, cuadro de la ejecución de Luis XVI en la Revolución Francesa, de la que también fue víctima Lavoisier.
A la izquierda, Antoine-Laurent Lavoisier y su esposa, obra de Jacques-Louis David. Abajo, cuadro de la ejecución de Luis XVI en la Revolución Francesa, de la que también fue víctima Lavoisier.
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