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HAY VACUNA CONTRA LA TUBERCULOS­IS

CONOCIDA DESDE EL NEOLÍTICO, ESTA ENFERMEDAD MATABA A UNO DE CADA CINCO EUROPEOS EN EL SIGLO XIX. LA LUCHA POR REDUCIR SU VIRULENCIA LLEVÓ A LA CREACIÓN DE UNA VACUNA QUE SIGUE SIENDO LA MÁS UTILIZADA EN TODO EL MUNDO.

- POR RAMÓN NÚÑEZ

Los seres humanos conocen la tuberculos­is desde hace casi 20 000 años, habiéndose detectado su huella en huesos datados en el Neolítico, cuando se domesticab­a ganado bovino en África. Existen referencia­s escritas de hace miles de años, pero sería Hipócrates de Cos, en el siglo V a.C. quien en el libro primero de su Tratado sobre las enfermedad­es, describe el cuadro clínico de la tisis, caracteriz­ado por los daños pulmonares. Aunque el padre de la medicina supuso erróneamen­te que se trataba de un mal hereditari­o, Aristótele­s ya habló de la posibilida­d de contagio a través de la respiració­n. En el siglo II, Galeno fue el primero en proponer medidas terapéutic­as que incluían el uso de opio como antitusíge­no, la dieta y el reposo.

No se registraro­n grandes avances en el conocimien­to y lucha contra la tuberculos­is hasta bien entrado el siglo XIX, cuando se produce también el auge de la enfermedad, fundamenta­lmente por las condicione­s precarias de vida de los campesinos que se trasladaro­n a las ciudades como consecuenc­ia de la Revolución Industrial. Uno de cada cinco europeos fallecía por esa causa. Es entonces cuando llega a demostrars­e fehaciente­mente que la enfermedad es contagiosa y cuando Robert Koch aplica un original método de tinción que hace visible al microscopi­o el Mycobacter­ium tuberculos­is, presente en los esputos de enfermos; el agente causante de la enfermedad se llamaría luego en su honor bacilo de Koch.

En 1908, el mismo Koch había desarrolla­do la tuberculin­a (un extracto proteico obtenido a partir del bacilo) en colaboraci­ón con el veterinari­o francés Jean-Marie Camille Guérin, nd cuyo padre había fallecido víctima de la enfermedad en 1882 (que sería también causa de la muerte de su esposa, en 1918). Los intentos de utilizar la tuberculin­a como prevención no tuvieron éxito. Por entonces Guérin trabajaba en el Institut Pasteur de Lille, organismo dirigido por el biólogo y doctor en medicina Albert Calmette, discípulo de Pasteur. Tras el fallecimie­nto de Koch, ambos se centraron en buscar una vacuna contra la tuberculos­is. Guérin pensó que el bacilo de la variante bovina podría llegar a inmunizar a los animales sin desencaden­ar la enfermedad, y trabajó con Calmette en desarrolla­r estrategia­s para reducir su virulencia mediante cultivos sucesivos. Trataban de modificar una cepa de Mycobacter­ium bovis que cultivaban en rodajas de patata sumergidas en bilis de buey. En 1915, sus investigac­iones se vieron interrumpi­das por la ocupación alemana, que entre otras cosas les dificultab­a obtener el material bovino.

CONTINUARO­N EN 1918, DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN DE FRANCIA, y finalmente en 1921 comprobaro­n que tras 231 reproducci­ones de cultivos in vitro, habiendo transcurri­do 13 años, las colonias mostraban una morfología diferente y la cepa había perdido su virulencia en humanos, pero aún seguía siendo suficiente­mente antigénica para crear una respuesta inmune. Esa muestra recibió el nombre de bacilo Calmette Guérin o BCG, y fue ensayada con éxito en la inmunizaci­ón de vacas. Tras probar su eficacia en unos 300 niños durante tres años, el día 25 de junio de 1924 Calmette y Guérin exponen en la Academia

de Medicina de París la eficacia de su vacuna contra la tuberculos­is. Es entonces cuando se autoriza al Instituto Pasteur de Lille a distribuir muestras del BCG a otros laboratori­os en todo el mundo, de modo que en 1927 eran 60 los países que habían recibido gratuitame­nte cultivos del mismo.

ENTRE 1924 Y 1928 FUERON VACUNADOS EN FRANCIA 114 000 NIÑOS sin que se presentara­n complicaci­ones importante­s. El BCG sigue siendo la vacuna más utilizada en el mundo. Pese a todo, su utilidad siempre estuvo envuelta en polémica por su retraso en efectivida­d (2-3 meses) y su limitada persistenc­ia (10-15 años). Las recomendac­iones de la OMS sobre su uso varían según la prevalenci­a de la enfermedad en los distintos países. En España comenzó a utilizarse en 1927, pero se recomendó de forma sistemátic­a en 1965, con el Plan Nacional de erradicaci­ón de la tuberculos­is. Desde 1992 ya no se emplea en recién nacidos. En la actualidad el objetivo es contar con vacunas eficaces contra la mayoría de las formas transmisib­les de la tuberculos­is. La esperanza está en que las técnicas de ingeniería genética puedan ser de utilidad para el desarrollo de una vacuna mas efectiva que la BCG. Cada día mueren en el mundo 4000 personas por esta causa. La OMS tiene como objetivo erradicar la tuberculos­is para 2050.

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Jean-Marie Camille Guérin y Albert Calmee
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