ATENTAMENTE, EL ASESINO
MUCHOS ASESINOS SON AFICIONADOS A MANDAR CARTAS A LA PRENSA O A LA POLICÍA PARA GANAR NOTORIEDAD, PARA DESAFIAR A SUS PERSEGUIDORES, PARA SER ENCONTRADOS O PARA EXCULPAR EN PARTE SU DELITO.
Gracias a tres aficionados a desencriptar códigos, hoy sabemos que el conocido como Asesino del Zodiaco, envió una carta a un periódico «esperando que (los investigadores y periodistas) estuvieran divirtiéndose mucho tratando de atraparle». Gracias a estos tres voluntariosos criptógrafos, también sabemos que, a ese mismo asesino (que lo fue de al menos cinco personas y, quizá, de otras treinta y dos más), «no le daba miedo la cámara de gas».
A lo largo de la historia del crimen, son muchos los asesinos que han enviado cartas a los medios de comunicación para que fueran publicadas o que han dejado en la escena del crimen notas y mensajes dirigidos a las fuerzas del orden. ¿Qué buscaban con estos escritos? ¿Querían la fama? ¿Querían despistar a sus perseguidores o burlarse de ellos? ¿O querían ser encontrados para poder, por fin, dejar de matar? Hay un poco de todo esto en cada uno de los textos de muchos de ellos. En este artículo, vamos a centrarnos en dos ejemplos y a relacionarlos con sus autores para intentar adentrarnos en cuáles fueron sus motivaciones para realizar estas comunicaciones tras la comisión de sus crímenes.
EL ASESINO DEL ZODIACO. Es posible que los mensajes que nos dejó este asesino, que nunca fue encontrado ni identificado por los investigadores, sean los más conocidos actualmente. Su primer envío tuvo lugar el 1 de agosto de 1969. Tres cartas escritas manualmente, del mismo puño y letra, eran recibidas simultáneamente en las editoriales del Vallejo Times-Herald, el San Francisco Chronicle y del San Francisco Examiner. El autor, anónimo, solicitaba que estos periódicos imprimieran un criptograma de tres partes en sus portadas. Si se resolvían esos tres criptogramas, su identidad sería revelada y podrían atraparlo con más facilidad. El contenido de esa primera carta que acompañaba a los criptogramas era el siguiente: «¡¡¡Querido Editor, Esto es el Asesino del Zodiaco hablando!!! Estoy matando gente en San Francisco. He matado a una pareja en Vallejo el pasado mes de diciembre. También maté a una pareja la semana pasada. Me gusta matar gente porque es mucho más divertido que matar animales, ya que el hombre es el animal más peligroso de todos para matar. La mejor parte de ello es que cuando mato, me voy al Paraíso. Todo lo que quiero hacer es matar a alguien y luego irme al Paraíso, pero no puedo hacerlo hasta que haya matado a una docena de personas. Firmado, el Asesino del Zodiaco».
Los tres criptogramas enviados por el asesino no fueron descifrados con la premura que el autor esperaba por lo que envió una segunda carta con más amenazas. Finalmente, una pareja de profesores consiguió descifrar el código en el que, lamentablemente, no se encontró ninguna pista que llevara a la identificación del asesino.
SE LE ATRIBUYEN A ZODIAC CINCO ASE SINATOS, QUE FUERON PERPETRADOS ENTRE 1968 Y 1969. Sin embargo, este peculiar asesino siguió enviando cartas con información y criptogramas o acertijos hasta 1974. En esas cartas, siguió atribuyéndose la autoría de hasta treinta y siete asesinatos, aunque desde un punto de vista policial, solo se le pudieron atribuir los cinco ya comentados.
EL ASESINO BTK ERA UN CORRIENTE PADRE DE FAMILIA QUE NUNCA LEVANTÓ SOSPECHAS EN SU ENTORNO
La intención de la persona que se ocultó tras el nombre de Zodiac es posible que no sea nunca descubierta, aunque, algunos analistas aseguran que este asesino buscaba la fama y sentirse por encima de sus perseguidores, a los cuales trataba con superioridad y falta de respeto.
DENNIS RADER, EL ASESINO BTK. Pocas veces un acrónimo ha encerrado un significado tan auténticamente letal como el asesino BTK (To bind: atar), T (To torture: torturar), K (To kill: matar), cuyo modus operandi se basaba en atar a sus víctimas, torturarlas y, finalmente, matarlas.
Dennis Rader, un amantísimo padre de familia que nunca levantó las sospechas de propios ni extraños, asesinó a diez personas entre los años 1974 y 1991 en Estados Unidos. Era un trabajador ejemplar que practicaba con asiduidad sus preceptos como luterano (de hecho, era diácono de su comunidad), que presidía sin una queja o sombra de duda un grupo de jóvenes Scouts y cuya familia le tenía como uno de sus miembros más relevantes y de referencia.
Sin embargo, Dennis tenía un perfil psicópata y narcisista que le llevó a cometer crímenes tan atroces como el de la familia Otero. Llamando a la puerta, como un vecino más, Dennis apuntó al cabeza de familia, que le abría el paso a su hogar, indicándole que se mantuviera en silencio. Una vez dentro del domicilio, Dennis aclaró que no quería hacerles daño, que estaba huyendo de la justicia y que necesitaba un lugar donde reponer fuerzas. Aferrándose a esta promesa y a la esperanza de que se cumpliera, los padres de la familia Otero se dejaron atar dócilmente. Una vez inmovilizados, el asesino puso una bolsa de plástico sobre la cabeza del padre y, rodeando su cuello con una cuerda, lo asesinó asfixiándolo. Lo mismo hizo con la madre de la familia, no sin antes masturbarse delante de ella. Por último, hizo uso de la misma cuerda con la que había asesinado a los dos adultos para acabar con la vida de los dos niños integrantes de la familia Otero.
Paralelamente a la comisión de sus asesinatos, Dennis, haciendo gala de una gran soberbia, escribía cartas provocativas a la prensa y a la policía, y realizaba llamadas telefónicas aportando datos sobre los asesinatos que solo él, y los miembros de la investigación, podían conocer.
En la primera de sus muchas comunicaciones, de la que se extrajo su alias (BTK), podemos leer: «Siento mucho que esto le haya pasado a la sociedad... Es difícil controlarme a mí mismo. Probablemente puedan llamarme “psicótico con problemas de perversión sexual”. Nunca sabré por dónde entró a mi cerebro este monstruo. Pero está aquí para quedarse. ¿Cómo uno puede curarse a sí mismo? Si pedís ayuda y dices que mataste a cuatro personas, se van a reír o van a apretar el botón antipánico para llamar a la Policía... No lo puedo parar, el monstruo sigue y me lastima tanto como a la sociedad. Quizás ustedes puedan detenerlo. Yo no puedo. Buena suerte en la cacería. PD: Como los criminales sexuales deciden no cambiar su modus operandi, o no pueden hacerlo por naturaleza, tampoco cambiaré el mío. La palabra en código para mí será... atarlos, torturarlos, matarlos. B.T.K. Verán que lo hará de nuevo».
EN ESTA PRIMERA MISIVA QUEDA CLA RO QUE ES UNA PERSONA QUE ESTÁ PIDIENDO QUE LA ATRAPEN para poder salvarla de sí misma. Dennis es un asesino atroz y sin arrepentimientos que, por otro lado, tiene la plena seguridad de que volverá a matar, como efectivamente hizo, dejando inteligentemente amplios espacios de tiempo (que en Criminología se conocen como tiempo de enfriamiento), entre la comisión de sus asesinatos. Dennis también escribió: «Atrapa al desviado antes de que mate de nuevo o a alguien más, juega otra vez. Puede que te esté apuntando a ti, a tu hijo, a tu hija o incluso a tu esposo. O yo puedo ir tras de ti en el supermercado o en la carretera hacia tu trabajo. Puedo llamar por teléfono y engañarte para que me dejes entrar en tu casa y luego te ato y torturo a ti y a tu familia y tengamos horas de placer juntos mientras morís. ¿Qué estás dispuesto a hacer por mí? Estoy buscando las mejores ofertas. ¿Dónde puedo engañar y matar y divertirme con eso?»
¿Seguía pidiendo ayuda o notan ustedes un tono más soberbio en sus palabras? ¿Quizá un velado tono desafiante y amenazador? El asesino sigue matando y se siente poderoso e intocable. Sea como fuere, su arrogancia y el no haber sido descubierto a pesar de sus cartas y llamadas, le llevó a contactar con la prensa y con la policía decenas de veces durante los años que estuvo en activo hasta que, en 2005, cometió un error: envió su carta a través de un diskette informático que pudo ser rastreado y, finalmente, fue atrapado y condenado por todos sus asesinatos. Dennis, que sigue hoy en la cárcel, morirá seguramente entre rejas. ¿Seguirá practicando su antigua afición por la epistolografía?