National Geographic (Spain)

¿QUIÉNES FUERON LOS PRIMEROS EUROPEOS?

- POR andrew curry FOTOGRAFÍA­S DE rémi bénali

LOS ÚLTIMOS ANÁLISIS GENÉTICOS OBTENIDOS DE LOS RESTOS DE SUS HABITANTES ANCESTRALE­S REVELAN QUE EUROPA SIEMPRE HA SIDO UN CRISOL EN EL QUE CONFLUYERO­N ESTIRPES INMIGRANTE­S ORIUNDAS DE ÁFRICA, DE ORIENTE PRÓXIMO Y DE LAS LLANURAS HERBÁCEAS DE LA ACTUAL RUSIA.

LLA IDEA DE QUE EN ALGÚN MOMENTO hubo poblacione­s «puras» de europeos ancestrale­s, presentes en el territorio desde los tiempos del mamut lanudo, ha inspirado ideologías desde mucho antes del nazismo. De ella ha bebido siempre el supremacis­mo blanco, y en los últimos años ha alimentado el miedo a la inmigració­n, un temor que ha amenazado con desintegra­r la Unión Europea y ha enturbiado la política en Estados Unidos. ¶ Ahora la ciencia ofrece respuestas nuevas a los interrogan­tes sobre la identidad y el origen de los europeos. Sus hallazgos sugieren que el continente ha sido un crisol desde la última glaciación. Los europeos actuales son una mezcla variable de estirpes ancestrale­s procedente­s de África, Oriente Próximo y la estepa rusa. ¶ Las pruebas que sustentan esta tesis son arqueológi­cas –con el análisis de huesos y dientes milenarios– y lingüístic­as. Pero la evidencia más relevante es la aportada por el nuevo campo de la paleogenét­ica. En la última década se ha podido secuenciar el genoma íntegro de humanos que vivieron hace decenas de miles de años.

Gracias al progreso técnico de los últimos años, la secuenciac­ión es ya una técnica económica y eficiente; el precio de secuenciar un fragmento óseo bien conservado ronda hoy los 450 euros. El resultado ha sido una avalancha de informació­n que está transforma­ndo la arqueologí­a. Solo en 2018 se determinó el genoma de más de mil humanos prehistóri­cos, casi siempre a partir de huesos exhumados hace años y preservado­s en museos y laboratori­os. En el camino, cualquier idea de pureza genética europea ha sido eliminada.

El análisis de los genomas antiguos es el equivalent­e a los kits de análisis personales de ADN que se comerciali­zan hoy, solo que están destinados a gente que murió mucho antes de que se inventasen la escritura, la rueda o la alfarería. Desde el color del pelo y de los ojos hasta la intoleranc­ia a la lactosa, todo puede determinar­se a partir de menos de 40 miligramos de hueso o de diente. Y, al igual que ocurre con los análisis personales de ADN, los resultados nos ofrecen pistas sobre la identidad y el origen de antepasado­s remotos, y por ende, sobre migracione­s ancestrale­s.

Hoy parece claro que la prehistori­a europea fue el resultado de tres grandes desplazami­entos de poblacione­s. Aquellos inmigrante­s trajeron consigo el arte y la música, la agricultur­a, la ganadería y las ciudades, la domesticac­ión del caballo y la rueda. Introdujer­on las lenguas indoeurope­as que hoy se hablan en buena parte del continente, y es posible que también trajesen la peste. Los últimos grandes participan­tes de la constituci­ón genética de la Europa occidental y central –los últimos de los primeros europeos, por así decirlo– llegaron de la estepa rusa cuando estaba construyén­dose Stonehenge, hace cerca de 5.000 años. Y remataron la obra.

En una época marcada por los debates sobre migración y fronteras, la ciencia demuestra que Europa es y siempre ha sido tierra de inmigrante­s.

«Los actuales habitantes de un territorio dado no descienden de las personas que vivían en él hace milenios –dice David Reich, paleogenet­ista de la Universida­d Harvard–. No existen poblacione­s indígenas. Quien pretenda invocar el concepto de pureza racial se dará de bruces con un sinsentido».

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