Laboratorio del cambio
CASI PUEDO SENTIR el hormigueo de la energía cuando la luz del sol, el dióxido de carbono y el agua obran la magia de la fotosíntesis mientras floto, envuelta en una cortina dorada de sargazos en aguas de las Bermudas. Me recreo en la sensación y me emociona ver las burbujitas de oxígeno, subproducto de la fotosíntesis, ascendiendo a la superficie y sumándose al oxígeno generado por billones de diatomeas, cianobacterias y demás fitoplancton del agua ultratransparente que me rodea.
Como un laboratorio viviente, el mar de los Sargazos –con sus masas de sargazos y la carga de criaturas liliputienses que lo habitan– ha dado lugar a importantes hallazgos sobre cómo y por qué el océano es crucial para todo el mundo, en todas partes y en todo momento. En este mar se descubrió –era 1986– Prochlorococcus, el organismo fotosintético más pequeño y más numeroso de la Tierra. Hoy sabemos que está presente en todo el planeta y que genera hasta el 20 % del oxígeno de la atmósfera. Las algas y los microorganismos aportan el oxígeno que necesitan los organismos marinos y más de la mitad del que hay en el aire que respiramos. El dióxido de carbono que absorben se transforma con el agua en azúcar, ayudando así a alimentar las complejas redes tróficas marinas que culminan en los atunes, los tiburones, las ballenas… y nosotros.
En la década de 1930 el zoólogo William Beebe y el ingeniero Otis Barton descendieron dentro de un sumergible en el mar de los Sargazos bermudeño. Observaron formas de vida que de día permanecen a casi un kilómetro de profundidad y de noche nadan hacia la superficie para alimentarse de fitoplancton, algas que arrastran las corrientes... y otras criaturas como ellas. Estas hordas migrantes de invertebrados y peces menudos, las mayores concentraciones animales de la Tierra, figuran hoy en los libros de climatología como «carbono azul»: dióxido de carbono capturado en los tejidos de criaturas más pequeñas que los puntos que aparecen en esta página y grandes como las ballenas azules.
Los bosques también secuestran el dióxido de carbono, pero los entornos terrestres son mucho más reducidos que el océano vivo. En el mar de los Sargazos, al menos 14 grandes familias de animales viven –o nadan– en los bosques flotantes de algas. Cerca de las Bermudas, el biólogo Laurence Madin los ha hallado en una única captura de plancton.
Durante décadas se han estudiado las corrientes del mar de los Sargazos, se han tomado medidas de la temperatura y composición química del agua y se ha documentado su fauna migratoria. Los hallazgos nos han ayudado a comprender el papel del océano como regulador del clima y la meteorología, y los procesos que sustentan nuestra propia existencia.
Este mar también da fe de los cruentos impactos humanos sobre el planeta, desde la basura que se arroja al mar hasta la pesca no registrada, no regulada e ilegal. En 2010 una coalición que trabajaba con el Gobierno de las Bermudas formó la Alianza del Mar de los Sargazos, sustituida en 2014 por la Comisión del Mar de los Sargazos. Nuestra misión: proteger el mar de los Sargazos, usándolo como modelo de lo que podemos hacer a nivel regional, mientras la ONU trabaja para proteger el océano a nivel global. □