Los ínfimos orígenes de un gran sabor
Las estructuras microscópicas que dan a las especias y hierbas aromáticas su sabor característico suelen ser las defensas de las plantas.
CON LA ESPERANZA DE DESCUBRIR por qué la pimienta sabe a pimienta, Antonie van Leeuwenhoek (1632-1723) remojó un grano en agua y lo estudió al microscopio. El científico holandés creía que el sabor procedía de unas minúsculas espinas o púas. En lugar de eso, vio unas pequeñísimas esferas crestadas… y unos diminutos organismos que se movían: las primeras bacterias jamás observadas.
Van Leeuwenhoek, conocido como el padre de la microbiología, vislumbró en el siglo xvii un universo que hoy el científico y fotógrafo Martin Oeggerli explora con mucho más detalle. Oeggerli tomó imágenes de hierbas aromáticas y especias con un microscopio electrónico de barrido, y luego añadió colores a las distintas estructuras de las plantas. Algunas de estas estructuras son factorías y silos a la vez, y contienen los compuestos químicos que saboreamos y olemos al usar estos condimentos.
Los sabores y aromas de las finas hierbas son en realidad su arsenal de guerra. Desde tiempos remotos, los compuestos químicos de cada especie vegetal han evolucionado para dar respuesta a las amenazas a las que se enfrenta. Algunas plantas se defienden especialmente bien de las babosas; otras, de las ovejas. En la pimienta de Van Leeuwenhoek, el poder picante de unos compuestos llamados piperinas advierte a los insectos que comerse la planta es mala idea. En muchas plantas hallamos pistas de las especies contra las que se protegían; en otras se mantiene el misterio.