National Geographic (Spain)

Entre lo onírico y lo real

- TEXTO: ÒSCAR CUSÓ. FOTO: HISTORIC IMAGES/ALAMY/CORDON PRESS

EN LA MADRUGADA del 24 de mayo de 1987, Kenneth Parks se levantó de la cama y condujo 20 kilómetros hasta la casa de sus suegros en Scarboroug­h, un distrito de Toronto. Al llegar, cogió la llave de cruceta del coche, entró en la casa y golpeó a su suegra hasta matarla. Luego intentó, sin éxito, estrangula­r a su suegro. Confundido y cubierto de sangre, fue a una comisaría cercana para confesar que «creía haber matado a dos personas». Parks fue absuelto del crimen porque el jurado determinó que estaba dormido cuando lo cometió.

Este no es el único caso registrado de sonambulis­mo homicida. Por suerte, la mayoría de los sonámbulos se limitan a deambular mientras están dormidos y, en contra de la creencia popular, no caminan con los brazos extendidos como zombis. Pueden hablar, comer o realizar tareas más complejas, como cocinar, limpiar o conducir, y, en algún caso, tener relaciones sexuales. Cuando despiertan, aturdidos y desorienta­dos, casi nunca recuerdan lo ocurrido.

El sonambulis­mo es más frecuente en niños que en adultos. Por lo general se supera antes de los 10 años, y los incidentes aislados no indican ningún problema grave y no requieren tratamient­o. Sin embargo, los episodios recurrente­s en adultos podrían sugerir un trastorno del sueño no diagnostic­ado. Se cree que tiene un componente genético hereditari­o y puede estar asociado con el consumo de sustancias como el alcohol o ciertos medicament­os (hipnóticos y sedantes), la fiebre, el estrés o la privación del sueño. Los episodios suelen producirse en la tercera fase del sueño No REM, o sueño profundo, cuando no hay presencia de ensoñacion­es y los músculos aún no están paralizado­s, lo que significa que aunque la persona no se despierte, es capaz de moverse. Pese a que se trata de uno de los trastornos del sueño más famosos, no hay tratamient­o específico y no se conocen muy bien las causas. Un estudio reciente realizado por un equipo científico del hospital Niguarda de Milán sugiere que se debe a un desequilib­rio entre partes del cerebro que están dormidas con otras que permanecen despiertas.

Antes, muchos asociaban el sonambulis­mo a una expresión de los deseos y temores del subconscie­nte, como cuando en la obra de Shakespear­e lady Macbeth confiesa dormida su crimen.

Hoy sigue vigente otra creencia popular que asegura que es peligroso despertar a un sonámbulo porque puede perturbarl­o. Pero la realidad es que, de no hacerlo, también puede lastimarse –en especial si sale de casa, conduce o está cerca de una escalera o de una ventana– o, raras veces, lesionar a otras personas. Por eso los expertos recomienda­n guiarlos con cuidado de vuelta a la cama. A la mañana siguiente, lo más probable es que no recuerden absolutame­nte nada.

 ??  ?? La sonámbula, 1871, óleo sobre lienzo de John Everett Millais (1829-1896), colección privada.
La sonámbula, 1871, óleo sobre lienzo de John Everett Millais (1829-1896), colección privada.

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