National Geographic (Spain)

EL SEÑUELO ESPAÑOL

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Oleadas de migrantes africanos han llegado a España en las últimas décadas, casi siempre atraídos por la demanda de mano de obra extranjera que existe en nuestro país, aunque también empujados por la necesidad de huir de la inestabili­dad o de la guerra. Cerca de un millón de africanos residen hoy en España.

los cultivos es duro y esporádico, pero todos los meses remite a casa un mínimo de cien euros por medio de uno de los negocios de envíos de remesas que proliferan en Lepe y alrededore­s. Sus hijos van bien en el colegio. Comen lo que necesitan. Youssouf se compró una tableta Huawei, y cuando encuentra una red wifi abierta, puede descargars­e música maliense y hablar con los suyos por videoconfe­rencia. En Bamako tenía a su mujer y a sus hijos al alcance de la mano y convivía con ellos, pero no soportaba verlos pasar necesidade­s al no poder aportar más que el salario de un obrero maliense y un pequeño terreno heredado. «Sigue siendo mejor que esté aquí», dice.

Podría abandonar el sueño europeo, sí. Podría ahorrar para pagarse el viaje de vuelta. Pero por ahora no lo hará. Hay demasiado invertido en su persona: los pagos a los traficante­s, las expectativ­as solidifica­das con el paso de tantos años. El retorno sería una vergüenza. «No pienso volver con las manos vacías», dijo.

Al girar una esquina, a una manzana de la plaza de Lepe que al anochecer congrega migrantes de muchos países distintos, Youssouf levantó el brazo. El hombre más joven al que acababa de saludar era un maliense llamado Ibrahim, quien le respondió en bambara siguiendo el protocolo: Sí, sus parientes lejanos estaban bien, sus parientes cercanos estaban bien, él estaba bien. Solo que no era verdad. Acababa de llegar a Lepe después de trabajar en otra provincia y había pasado la noche durmiendo en la calle sobre unos cartones.

Youssouf e Ibrahim se miraron. «No, a mi familia no le cuento mucho –dijo Ibrahim–. Mando dinero a mi hermano. Él lo comparte con todos. Llevo casi 10 años sin verlos».

Parados juntos en la calle, imaginaron qué necesitarí­an para poder regresar a Mali dignamente.

«Dinero para construir una buena casa», dijo Ibrahim.

«Dinero para montar un negocio –dijo Youssouf–. En la agricultur­a he aprendido mucho».

Ibrahim explicó que necesitaba encontrar un techo donde pasar la noche. Youssouf le propuso que se pasase por el albergue para migrantes. El edificio cuenta incluso con wifi, y esa misma tarde Youssouf encendió la tableta para enviar su última remesa de fotos de Lepe: Youssouf en la playa, Youssouf en el parque, Youssouf junto a un coche. En las últimas fotos aparece en una silla de oficina con un bolígrafo en el bolsillo de la camisa, las gafas sobre el pelo. Tiene las piernas abiertas. Sonríe a la cámara. Sale estupendo.

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 ??  ?? En la década de 1980, cuando la irrigación y los invernader­os transforma­ban el sur de España, Francisco Braima Sanhá llegó de Guinea-Bissau para trabajar como cocinero. Hoy, a sus 59 años, revisa el huerto que ha plantado alrededor de su chabola en Lepe. Si el sector agrícola andaluz ha experiment­ado una transforma­ción meteórica, dice, ha sido «gracias a los migrantes».
En la década de 1980, cuando la irrigación y los invernader­os transforma­ban el sur de España, Francisco Braima Sanhá llegó de Guinea-Bissau para trabajar como cocinero. Hoy, a sus 59 años, revisa el huerto que ha plantado alrededor de su chabola en Lepe. Si el sector agrícola andaluz ha experiment­ado una transforma­ción meteórica, dice, ha sido «gracias a los migrantes».
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