La timidez forestal
LOS ANCESTRALES BOSQUES de laurisilva canaria, reliquias del pasado que todavía se conservan en algunos rincones montañosos de estas islas, regalan, envueltos en la niebla, unos escenarios cargados de magia como pocos bosques pueden ofrecer. Son selvas de árboles de hoja perenne, compuestas por una veintena de especies, en las que conviven ejemplares de diferentes edades y formas. En los lugares donde la niebla tiene una mayor incidencia, los troncos aparecen cubiertos de musgos colgantes hinchados por la humedad, y el suelo se alfombra por completo de magníficos helechos.
Sobre las laderas, la fronda del bosque compone un cerrado y continuo tapiz verde, aparentemente monótono, que sube y baja siguiendo los contornos del relieve. Sin embargo, en algunos lugares el dosel forestal dibuja un efecto visual sumamente curioso y atractivo: se trata de una fronda en la que las copas de los árboles no se tocan ni entrelazan, sino que conforman orlas huecas de espacio vacío y de una anchura relativamente uniforme, que marcan la silueta de las copas de los árboles e incluso la de sus ramas según una jerarquizada trama.
Esta curiosidad, conocida como timidez forestal, no había sido descrita hasta ahora en estos bosques porque solo se percibe con claridad gracias a la visión cenital que hoy ofrecen los drones. Este fenómeno botánico tiene lugar en los fondos de barrancos situados en laderas con una pendiente pronunciada por donde se canaliza un flujo de aire que sopla continuamente en una misma dirección. Los expertos suponen que se origina por la abrasión causada por el choque y roce de unas ramas con otras a causa del vaivén que produce el viento en los árboles.
En estas umbrosas hondonadas de Canarias reina el tilo, o til (Ocotea foetens), uno de los reyes del bosque por su grandioso porte y sus profundas y cerradas copas, que en estas imágenes se muestran deformadas en bandera, con un techo plano y rasurado.
La sorprendente belleza de las entrecortadas formas del techo forestal de los bosques de tilos del Parque Nacional de Garajonay, en la isla de La Gomera, se aprecia perfectamente en esta vista aérea (derecha). En una imagen del techo del bosque obtenida desde el suelo, el efecto de la timidez forestal es menos perceptible.