Para la vaquita, la protección llega tarde
UNO DE LOS ANIMALES MARINOS más amenazados del planeta es una pequeña marsopa llamada vaquita marina, endémica del golfo de California, México. Se ignora cuántos individuos quedan; en 2018 no llegaban a los 19, según estimaciones de los investigadores. A no ser que se logre frenar su declive, lo más probable es que se extinga antes de 2021. Y eso plantea una pregunta: ¿cómo lo hemos permitido?
La vaquita marina, una criatura oronda de metro y medio de longitud, es el miembro más menudo de la familia de los cetáceos, a la que también pertenecen ballenas, delfines y marsopas. El pigmento oscuro que orla sus ojos le da ese aire bovino al que alude su nombre.
En los años cincuenta, poco después de descubrir su existencia, los científicos comprendieron que estaba en peligro. Las vaquitas se ahogaban a diario en las redes de enmalle largadas para pescar gambas y totoabas, un pez cuya vejiga natatoria se considera un manjar en China. En 1975 México prohibió su pesca al haberse declarado especie en peligro, pero como su captura es una actividad más llevadera, más lucrativa y menos peligrosa que el narcotráfico, la pesca de totoabas sigue siendo una realidad, y con ella, la muerte de vaquitas.
En 2005 México convirtió parte del Golfo en refugio para la especie. Pero la población siguió cayendo: pasó de más de 200 individuos en 2008 a menos de 30 en 2016. Incapaz de amparar a la vaquita en su entorno natural, el país lanzó una iniciativa sin precedentes para protegerla en cautividad. En 2017 un equipo internacional de científicos, veterinarios y conservacionistas se reunió en México para lanzar VaquitaCPR, un proyecto multimillonario que trasladaría la mitad de las vaquitas supervivientes a corrales marinos protegidos hasta que se garantizase su seguridad en su hábitat natural. Capturaron dos hembras, pero ambas empezaron a acusar el estrés y fueron liberadas. Una de ellas no sobrevivió y el proyecto se suspendió.
El biólogo de fauna salvaje Matthew Podolsky, codirector de un documental de National Geographic sobre la conservación de estos cetáceos, sostiene que «aunque aquella vaquita no hubiese muerto, no habría variado la raíz del problema»: a los furtivos depauperados, los cárteles codiciosos y los funcionarios corruptos les seguiría interesando más pescar totoabas que proteger vaquitas. Podolsky ve una moraleja sobre la importancia de proteger a los animales raros «en cuanto se intuye el problema», no cuando apenas quedan individuos.