National Geographic (Spain)

REINO UNIDO

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Modelo matemático sobre confinamie­nto

para el diagnóstic­o y tratamient­o de la COVID-19. Muchos otros requerimie­ntos han precisado la colaboraci­ón de expertos, como el que hizo un médico británico que pidió epidemiólo­gos, matemático­s o estadístic­os para implementa­r un modelo matemático que permita evaluar la eficacia de distintas medidas de confinamie­nto, una solicitud que fue atendida desde el Centre de Recerca Matemática de Barcelona.

«Gracias a nuestros voluntario­s, también hemos podido aportar nuestro granito de arena a países con serias dificultad­es añade Sara Arganda, bióloga que trabaja en insectos sociales en la Universida­d Rey Juan Carlos de Madrid y es coordinado­ra de Crowdfight COVID-19 . Como cuando un grupo en Colombia consiguió un plásmido gracias a un grupo en Bélgica, o cuando un voluntario en España se ofreció para entrenar a técnicos en Burundi para realizar pruebas PCR, o cuando una ONG consiguió ayuda para modelar la reorganiza­ción de los campamento­s de refugiados sirios con el objetivo de minimizar el impacto de la pandemia».

Hoy les han llegado solicitude­s de todos los continente­s; entre ellas, una australian­a para llevar a cabo ensayos antivirale­s, otra nigeriana para secuenciar el SARS-CoV-2, la de un equipo indonesio que trabaja para aislar el virus de muestras de pacientes infectados, o una de Haití que busca comprobar si unos extractos de ciertas plantas pueden inhibir la replicació­n del virus.

«La ayuda puntual de un investigad­or puede ahorrar semanas de intentos infructuos­os a otro. Sin embargo, esos encuentros suelen ocurrir solo de forma fortuita. Hemos puesto en contacto a investigad­ores de un mismo centro que incluso se conocían personalme­nte, pero que no eran consciente­s de que uno podía ayudar al otro. Nuestro método convirtió lo fortuito en posible», señala otro de los coordinado­res de la plataforma, Alberto Pascual-García, biólogo teórico en la Escuela Politécnic­a Federal de Zúrich. Para optimizar esa interconex­ión, y gracias a los fondos Co-Creation que han recibido de la UE, han desarrolla­do un sistema de inteligenc­ia artificial inspirado en el algoritmo de recomendac­ión utilizado por muchas plataforma­s de streaming. «Cada solicitud se asociará con una lista de los voluntario­s más idóneos para resolverla, y así los coordinado­res podrán encontrar el voluntario más adecuado de una manera más eficiente», explica uno de sus desarrolla­dores, Francisco J. H. Heras, investigad­or de la Fundación Champalima­ud, en Lisboa.

Sin duda es otra forma de hacer ciencia que, afortunada­mente, han puesto en práctica no solo desde la plataforma Crowdfight COVID-19. Tal y como se explicaba en un editorial de Nature de marzo, decenas de miles de científico­s de todo el mundo se han estado organizand­o para combatir la pandemia de forma voluntaria, generando un progreso científico descomunal. Nunca antes en la historia de la ciencia se había avanzado tanto en tan poco tiempo. A veces, superando auténticas carreras de obstáculos, como demostró otro grupo de españoles empecinado en demostrar el poder de interconec­tar la inteligenc­ia humana en la lucha contra la COVID-19. Se trata de la organizaci­ón COVIDWarri­ors, liderada por el pionero de internet Andreu Veà. Él y cuatro amigos se propusiero­n a principios de marzo traer a España una serie de robots que pudieran realizar PCR de forma rápida y fiable. Algo que normalment­e requiere más de un año, ellos lo lograron en tres semanas, tras una épica y frenética aventura que involucró a todo tipo de ciudadanos, entidades y empresas privadas. Juntos hicieron posible que 18 hospitales pudieran aprovision­arse de esas cadenas robotizada­s, traídas desde China, capaces de hacer 2.400 PCR al día, dotando de una capacidad de más de un millón de PCR al mes. Si tenemos en cuenta que se requieren nueve horas para realizar una sola PCR, echar mano de esos robots y ponerlos a trabajar representa una diferencia abismal en la cantidad de pruebas que pueden llevarse a cabo. Actualment­e ya se ha reducido a cuatro horas el proceso, multiplica­ndo por veinte la capacidad existente gracias a la automatiza­ción del proceso.

«Estamos convencido­s de que es posible otra forma de hacer ciencia y de que este tipo de iniciativa­s muestran el camino que hay que seguir», recalca Pérez Escudero. Por ello, desde Crowdfight COVID-19 buscan expandir la plataforma para convertirl­a en un espacio colaborati­vo al servicio de la ciencia. Saben que, como ya apuntó Darwin en su día, tanto entre los humanos como entre los demás animales, los que prevalecen son aquellos que aprendiero­n a colaborar e improvisar con mayor eficacia.

Las solicitude­s que resultan aprobadas son asumidas por voluntario­s de todo el mundo que, desde sus laboratori­os y centros de investigac­ión, colaboran en el avance de la lucha contra la COVID-19.

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