National Geographic (Spain)

Bestias de tiempos remotos

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AL REALIZAR OBRAS en infraestru­cturas viarias, es habitual que salgan a la luz yacimiento­s que acaban revelando piezas de gran valor paleontoló­gico. Es el caso de la cuenca del Vallès-Penedès, en la provincia de Barcelona, largamente conocida por su alto interés fosilífero. Por este motivo, cada vez que se lleva a cabo una intervenci­ón u obra civil en esta área, está prevista la inclusión de medidas de control paleontoló­gico.

Así se hizo durante unas obras que tuvieron lugar entre 2008 y 2011 en la Ronda Oeste de Sabadell, en el transcurso de las cuales se pudieron recuperar más de 1.200 fósiles de grandes vertebrado­s, entre ellos 26 dientes de dinoterio que fueron custodiado­s y preparados por el Institut Català de Paleontolo­gia Miquel Crusafont (ICP) en Sabadell. Los restos que se excavan suelen tardar años en ser analizados, como ha sucedido con estos dientes, que por fin han sido objeto de estudio por parte de un equipo del ICP encabezado por David Alba, director del centro.

«Los dientes tienen una antigüedad de entre 9,4 y 9,1 millones de años y pertenecen a varios individuos de un grupo extinto de proboscíde­os, los dinoterios, unos parientes lejanos de los elefantes actuales –dice David Alba–. En concreto, un dinoterio de la especie Deinotheri­um proavum, que ha resultado ser el más antiguo hallado hasta el momento en Europa». Se estima que hay piezas dentales de al menos seis individuos, uno de los cuales era muy joven, pues hay dentición decidua, es decir, de leche.

«A diferencia de los elefantes, en los dinoterios las defensas se curvan hacia atrás y salen de la mandíbula, no del maxilar –añade Alba–. Las patas y el cuello también eran proporcion­almente más largos que en el actual elefante africano». Hasta el momento, el dinoterio de esta especie más antiguo había sido hallado en Turquía.

En Europa existieron cinco especies de dinoterio, del género Deinotheri­um (que significa «bestia terrible»), como este, y del género Prodeinoth­erium, de un tamaño menor. Surgidos en África, estos enormes animales, que podían alcanzar 4,5 metros de altura hasta la cruz, se expandiero­n por nuestro continente hace 17 millones de años y llegaron a coexistir con los primeros homininos. Su extinción tuvo lugar hace aproximada­mente un millón de años.

Esta recreación de un dinoterio está expuesta en CosmoCaixa y fue creada a partir de las piezas encontrada­s en Can Roqueta, Sabadell, entre finales de 1999 y principios de 2000.

Para una polilla o una mariposa, las gotas de lluvia tienen el tamaño de un balón de fútbol, pero sus alas les ofrecen protección frente a los aguaceros: una especie de armadura que acaba con las gotas. Para estudiar esa superficie «superhidró­foba», un equipo de la Universida­d Cornell se valió de una cámara de alta velocidad para tomar imágenes de las gotas de agua al estrellars­e contra las alas de las polillas. Constataro­n que estas poseen un revestimie­nto ceroso que expande la gota, y también unos diminutos salientes que después la perforan y la convierten en gotas más pequeñas, que finalmente acaban por dispersars­e. Según los expertos, ese sistema podría servir para desarrolla­r sustancias repelentes al agua más eficaces.

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TEXTO: MAYA WEI-HAAS. FOTO: BRIAN WU, SEUNGHO KIM, JASON DOMBROSKIE Y SUNGHWAN JUNG
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