National Geographic (Spain)

EL RESULTADO

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Las autoridade­s paquistaní­es nunca aceptaron llevarnos a Cory y a mí a ningún punto próximo a la línea del frente desde el que pudiéramos siquiera atisbar el NJ9842. No tengo muy claro qué es lo que esperaba ver que no pudiese distinguir haciendo zoom en Google Earth. Es solo un paraje desierto de una cresta congelada con un campamento del Ejército indio en las inmediacio­nes.

En vez de llevarnos al NJ9842, los funcionari­os se ofrecieron a mostrarnos otro lugar. Nos montamos en los jeeps y traqueteam­os por una pista que subía por el valle del Bilafond. En lo alto refulgían las brillantes cumbres de granito. Nos detuvimos en el borde de un inmenso berrocal.

En aquel lugar, al filo de las 2:30 de la madrugada del 7 de abril de 2012, el Ejército paquistaní sufrió su peor derrota en el conflicto del Siachen, y sin que la India tuviese nada que ver. Un enorme corrimient­o de tierras barrió un campamento que hacía las veces de cuartel general del batallón. Los soldados de una base de artillería situada a dos kilómetros y medio de distancia refirieron haber oído un fuerte estruendo y los ladridos desesperad­os de un perro.

«No se puede imaginar lo que fue aquello», afirmó el general de división Saqib Mehmood Malik. Ciento cuarenta hombres alojados en una docena de edificios perecieron sepultados debajo de 30 metros de roca, hielo y nieve. Pasaron meses hasta que se localizó el primer cadáver.

Cory y yo recorrimos el campo de detritos, aún peligrosam­ente inestable. Toscas señales de uralita marcaban lo que habían sido las ubicacione­s de los barracones; en cada una se leía el número de cadáveres recuperado­s.

«Venir aquí es una vivencia extraña, pero también es fuente de un profundo orgullo», nos dijo un oficial. Pero yo me quedé pensando: ¿causó el error de un geógrafo todas aquellas muertes?

La línea de Hodgson «fue sin duda alguna uno de los elementos que condujeron a la guerra. No la causó en sentido estricto, pero tuvo una influencia decisiva –dice Dave Linthicum–. Fue un poco como "dar con la madre del cordero"», dice del momento en que descubrió el despacho recibido por Hodgson, enterrado en los archivos del Departamen­to de Estado.

Wirsing coincide en que la línea desempeñó un papel en el conflicto, pero añade: «No tengo ninguna razón para creer que se tomase la decisión deliberada de entregar este territorio a Pakistán». Tampoco tiene motivos para sospechar que la negociació­n de un acuerdo de paz sea inminente. «Tengo amigos convencido­s de que [el glaciar Siachen] debería transforma­rse en un parque internacio­nal de la paz», dice. Pero los hechos más recientes, señala, empezando por la constante violencia en Cachemira y las tensiones fronteriza­s entre la India y China, sugieren que la solución del problema va para largo.

Wirsing no está necesariam­ente de acuerdo con la analogía de los «dos calvos peleándose por un peine». «A menudo me encuentro con el adjetivo "irracional" en los textos y debates académicos sobre las relaciones entre la India y Pakistán –dice–. No creo que lo que ocurre entre estos dos países tenga mucho que ver con las emociones […]. Pienso que ambos están donde están por muy buenas razones, incluso estratégic­as […] dada la fragilidad de las fronteras de la zona».

Y es que, mientras la humanidad se empecine en demarcar el planeta en polígonos trazados a escuadra y cartabón, es inevitable que algunas de esas fronteras sean motivo de disputa, y siempre habrá hombres como Abdul Bilal y el Toro Kumar enviados a combatir por ellas. La geografía dicta sus propias normas.

Freddie Wilkinson escribió sobre la instalació­n de estaciones meteorológ­icas en el Everest en el número de julio de 2020. Cory Richards fotografió el delta del Okavango para el número de abril de 2018.

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