Nou Horta

Las tragedias

- Rafael Escrig

Estos últimos días me ha dado por leer algunas tragedias griegas. Se supone que fueron los griegos los que inventaron ese género, y no ha dejado de escribirse y representa­rse desde entonces. Tras lo leído, quisiera comentar el duro papel que tienen las protagonis­tas femeninas. Son éstas las que llevan todo el peso de tanta desdicha y tanta sangre como se vierte en tales tragedias. En Medea de Eurípides, la tragedia se desata por un amor que desemboca en celos, venganza y muerte. En Electra de Sófocles, volvemos a tener el mismo menú servido en tres platos: amor, venganza y muerte. Con Eurípides, tenemos nada menos que el personaje de Fedra donde se repite amor, odio, traición, venganza y muerte. Pero vaya muerte y vaya venganza. Nada menos que Fedra deja una nota para que, después de muerta, se cumpla su venganza y caigan todos los que quedan vivos. Creo que un plan tan maquiavéli­co solo puede urdirlo una mujer. Dejo para el final una comedia, aunque también tiene como protagonis­ta a una mujer, Lisístrata de Aristófane­s. Este personaje femenino debería de ser un ejemplo para todas las feministas actuales que buscan la igualdad con los hombres. La comedia de Aristófane­s pretendía denunciar la desigualda­d ya existente entonces y la incapacida­d de los hombres para resolver el eterno conflicto bélico griego. La solución la pone Lisístrata. ¿Y quién era Lisístrata? Supongo que la primera feminista o, al menos, la primera mujer que hizo valer su feminidad. Lisístrata conspiró con otras mujeres para hacer dejación de su sexo hasta que sus esposos decidieran ponerse de acuerdo y cesar las hostilidad­es bélicas, cosa que lograron.

Al cabo de tantos siglos, las demandas del feminismo en todo el mundo son muy diferentes y algo se ha conseguido después de todo. Es cierto que quedan por resolver muchas cosas para lograr una igualdad justa y razonable. Pero el problema de ahora es que existen dos feminismos: uno intelectua­l, sensato y racional que quiere compararse en derechos a los hombres, pero sin perder un ápice de su feminidad y otro feminismo vocinglero de esas mujeres que se envuelven con la bandera LGBT y que sólo buscan parecerse a los hombres, pensando quizás, que comportánd­ose igual tendrán los mismos derechos, esas que fuman como carreteros, que beben y juran como piratas del Caribe y que quieren esconder su feminidad dejándose bigote y las piernas como faunos. Eso sí que es una tragedia.

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