A ver si nos aclaramos
Hoy nos saltamos el protocolo. Algo breve y sin tecnicismos, sobre la fiscalidad de la Iglesia. Sin rodeos; las colectas diarias en las Misas, el famoso “cepillo” que alguien ha puesto de moda recientemente, ni son ingresos que incumplen le Ley de Blanqueo de Capitales (dinero que provenga de actividades ilícitas de los fieles), ni son rentas que incumplen la legislación tributaria vigente; la entidades beneficiarias, nuestras Parroquias, dan buena cuenta al Arzobispado, de estos y todos sus otros ingresos y este rinde cuentas a la Agencia Tributaria. Es cierto que ese tipo de ingresos, así como los donativos y las cuotas periódicas de los fieles, están consideradas como rentas exentas, dado que van destinadas a colaborar con los fines propios de la Iglesia (lo mismo, ni más ni menos, que ocurre con los de cualquier otra entidad sin ánimo de lucro). No así otras rentas, procedentes de actividades económicas, como el arrendamiento de inmuebles, los mismos ingresos financieros, y otros, que estando sujetas a sus correspondientes impuestos, de sociedades, de IVA, etc, deben ser comunicados a las AEAT en los plazos exigidos. Podemos estar más o menos de acuerdo con el fin social que la Iglesia persigue, podemos aceptar (no me parece mal) que el gobierno estatal, autonómico o local, lo apoye o no, en la medida en que los go- bernantes que los ciudadanos por mayoría hayamos votado en cada etapa, consideren que el fin perseguido es bueno y necesario o no, para la sociedad. Es lícito reivindicar que quien quiera vivir la Fe que se la pague. Cómo también es lícito y responsable, que quienes dominan los medios de comunicación o tienen cierta influencia sobre las personas que componemos la sociedad, se informen antes de lanzar afirmaciones falsas y discriminatorias; si se duda de que las recaudaciones vía “cepillo” puedan ser dinero licito y deciden investigar, (tampoco me parece mal) que corten por el mismo patrón a la “replegá” (el cepillo de las fallas), los ingresos por cuotas o donativos que abonan los asociados a sus asociaciones, de vecinos, culturales, de defensa de los animales, del medio ambiente, de amas de casa, de padres y madres de alumnos, partidos políticos, sindicatos, etc, etc, entidades tan respetables y cuyos fines creo que en su mayoría compartimos Harina de otro costal sería la “financiación de la Iglesia en España”. Se habrán vivido tiempos con tratados beneficiosos no compartidos por unos, pero antes de opinar, averigua con qué dinero se paga hoy a los sacerdotes, se paga la luz de las Parroquias o la limpieza del Palacio Arzobispal, descubrirás que no es con el dinero de los no creyentes, ni viene de las arcas públicas.