Los impuestos a debate
Como ustedes ya se habrán dado cuenta, la política española ha cambiado abruptamente en los últimos años, ahora tenemos una menestra de partidos políticos con distintos programas electorales pero con el mismo fondo: más gasto público y menos impuestos. La intencionalidad es muy loable, pero como se suele decir, el camino hacia el infierno está asfaltado de buenas intenciones. La pregunta esencial que deberíamos hacernos es: ¿tiene España margen para bajar impuestos? La respuesta es contundente se mire por donde se mire, ¡NO! Los datos son incontestables: las arcas públicas han dejado de ingresar 45.000 millones de euros aproximadamente cada año tras el pinchazo inmobiliario, como consecuencia de ello tenemos una de las prisiones fiscales más bajas entre los países de nuestro entorno, 33.2% del PIB para 2014 en comparación con Francia, Bélgica o Italia que están por encima del 40%. Y por último, la prueba del algodón, la Comisión Europea y otros organismos internacionales piden un día sí y otro también que revisemos nuestras cuentas públicas porque no vamos a ser capaces de cumplir los objetivos de déficit. Es lógico pensar que si con un crecimiento del 3% en la economía todavía tenemos un déficit de casi el 5% del PIB, hay un grave problema estructural que no se solucionará bajando impuestos. Ante tal evidencia, el lector más suspicaz se habrá dado cuenta de que cualquier promesa de reducción impositiva debería ser analizada con cautela. Sin embargo, todavía tenemos una vía recaudatoria que permitiría bajar impuestos: la lucha contra el fraude fiscal. España es uno de los países europeos con mayor economía sumergida, se estima que cada año el fisco deja de ingresar la friolera de 60.000 millones de euros por culpa de los defraudadores. Cualquier gobierno responsable tiene la obligación de combatir enérgicamente la lucha contra el fraude. Sin embargo, la historia nos muestra que esta batalla es de largo alcance, que nadie espere que aumentando la plantilla de inspectores hoy, mañana aflore nueva recaudación, esto nunca lo ha conseguido nadie. A estas alturas debe haber quedado claro que España no tiene margen para bajar impuestos sin recortar el gasto público. Es decir, no podemos tener un Estado del Bienestar grande con los impuestos del que tiene uno pequeño. Este es el debate clave en materia impositiva que no vemos en televisión y se esconde detrás de las promesas. Sin duda, las nuevas ideas deben ser bienvenidas y tenidas en cuenta, mejorar la eficiencia y la equidad del sistema tributario es una necesidad imperiosa. España tiene margen para reducir el gasto no social que indigna a los ciudadanos y a la vez repartir la carga de los impuestos de una forma más justa donde el que más tiene más colabore, pero con esto no bastará para cuadrar las cuentas. En estas elecciones navideñas, los programas electorales no pueden ser meras cartas a los Reyes Magos, los ciudadanos no somos niños y no merecemos más propuestas incumplidas. Estoy seguro que los votantes españoles valoran más la honestidad que los cuentos de hadas y eso deberían saberlo los candidatos. Con algo tan importante como el dinero de los españoles no se puede frivolizar. Como diría Groucho Marx: "Hay cosas en la vida más importantes que el dinero, ¡pero cuestan tanto!"