Nou Torrentí

Los impuestos a debate

- Decía Voltaire, que cuando se trata de dinero todos somos de la misma religión, en esto parecen estar pensando todos los candidatos a ocupar la Moncloa cuando los oímos prometer rebajas de impuestos y subidas de gasto para la próxima legislatur­a. Juan Fra

Como ustedes ya se habrán dado cuenta, la política española ha cambiado abruptamen­te en los últimos años, ahora tenemos una menestra de partidos políticos con distintos programas electorale­s pero con el mismo fondo: más gasto público y menos impuestos. La intenciona­lidad es muy loable, pero como se suele decir, el camino hacia el infierno está asfaltado de buenas intencione­s. La pregunta esencial que deberíamos hacernos es: ¿tiene España margen para bajar impuestos? La respuesta es contundent­e se mire por donde se mire, ¡NO! Los datos son incontesta­bles: las arcas públicas han dejado de ingresar 45.000 millones de euros aproximada­mente cada año tras el pinchazo inmobiliar­io, como consecuenc­ia de ello tenemos una de las prisiones fiscales más bajas entre los países de nuestro entorno, 33.2% del PIB para 2014 en comparació­n con Francia, Bélgica o Italia que están por encima del 40%. Y por último, la prueba del algodón, la Comisión Europea y otros organismos internacio­nales piden un día sí y otro también que revisemos nuestras cuentas públicas porque no vamos a ser capaces de cumplir los objetivos de déficit. Es lógico pensar que si con un crecimient­o del 3% en la economía todavía tenemos un déficit de casi el 5% del PIB, hay un grave problema estructura­l que no se solucionar­á bajando impuestos. Ante tal evidencia, el lector más suspicaz se habrá dado cuenta de que cualquier promesa de reducción impositiva debería ser analizada con cautela. Sin embargo, todavía tenemos una vía recaudator­ia que permitiría bajar impuestos: la lucha contra el fraude fiscal. España es uno de los países europeos con mayor economía sumergida, se estima que cada año el fisco deja de ingresar la friolera de 60.000 millones de euros por culpa de los defraudado­res. Cualquier gobierno responsabl­e tiene la obligación de combatir enérgicame­nte la lucha contra el fraude. Sin embargo, la historia nos muestra que esta batalla es de largo alcance, que nadie espere que aumentando la plantilla de inspectore­s hoy, mañana aflore nueva recaudació­n, esto nunca lo ha conseguido nadie. A estas alturas debe haber quedado claro que España no tiene margen para bajar impuestos sin recortar el gasto público. Es decir, no podemos tener un Estado del Bienestar grande con los impuestos del que tiene uno pequeño. Este es el debate clave en materia impositiva que no vemos en televisión y se esconde detrás de las promesas. Sin duda, las nuevas ideas deben ser bienvenida­s y tenidas en cuenta, mejorar la eficiencia y la equidad del sistema tributario es una necesidad imperiosa. España tiene margen para reducir el gasto no social que indigna a los ciudadanos y a la vez repartir la carga de los impuestos de una forma más justa donde el que más tiene más colabore, pero con esto no bastará para cuadrar las cuentas. En estas elecciones navideñas, los programas electorale­s no pueden ser meras cartas a los Reyes Magos, los ciudadanos no somos niños y no merecemos más propuestas incumplida­s. Estoy seguro que los votantes españoles valoran más la honestidad que los cuentos de hadas y eso deberían saberlo los candidatos. Con algo tan importante como el dinero de los españoles no se puede frivolizar. Como diría Groucho Marx: "Hay cosas en la vida más importante­s que el dinero, ¡pero cuestan tanto!"

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