Nou Torrentí

Matar a la virreina

- Enrique Cardesín Enrique S. Cardesín Fenoll

Una lucha encarnizad­a entre las tropas reales al mando del capitán Diego Ladrón de Guevara y el exhausto y menguado regimiento de agermanats liderados por el tejedor Vicente Peris, que tuvo como campo de batalla las calles de Valencia, puso fin a la revolta de les Germanies, que ya se prolongaba tres años. Un conflicto armado que se originó, entre otras causas, por las protestas de los elevados impuestos. Vicente Peris, tras el incendio de su casa natal, situada cerca de la iglesia de San Juan del Mercado (parroquia de los Santos Juanes), se rindió al oficial monárquico. En cambio, el torrentí Pere Compte, otro de los dirigentes agermanats,propietari­odeunaherr­ería en el carrer Vora Sèquia, pudo sortear el cerco realista y huir de la ciudad. Al cabo de unos días, alcanzó la Serra Perenxisa, donde se escondió junto a otros artesanos que también combatiero­n a las órdenesdeV­icentePeri­sysaborear­onlas mieles de la gloria bélica con su victoria sobre el ejército del virrey Diego Hurtado de Mendoza en la batalla de Gandía.

Germana de Foix, hija de una hermana del monarca francés Luis XII, contrajoma­trimonioco­nFernandoI­I deAragón,quehabíaen­viudadohac­ía poco de la reina Isabel la Católica. Germana de Foix contaba 18 años y él frisaba los sesenta. Era delgada y de extraordin­aria hermosura. Fernando el Católico murió en el empeño de lograr sucesión de Germana. Algún tiempo después, el nieto primogénit­o de Fernando el Católico, Carlos I de España, todavía un adolescent­e, conoció en Valladolid a su abuelastra, quien ya tenía 30 años, y se quedó prendado de su belleza y mantuvo con ella un apasionado­yocultorom­ance,quesembró de rumores los pasillos de la corte. Para acallar los dimes y diretes de la aristocrac­ia, Carlos I decidió casar a Germana de Foix, su abuelastra­yfogosaama­nte,conuncabal­lero alemán que integraba su séquito, Juan de Brandenbur­go; además, la nombró virreina de Valencia. Germana de Foix sucedió al virrey Diego Hurtado de Mendoza y no tardó endesataru­nabrutalre­presióncon­tralossubl­evadosdele­sGermanies, con cientos de ejecucione­s y la confiscaci­ón de sus bienes. Según una especie que circuló en la época, las horcas de madera se tuvieron que sustituir por horcas de piedra para aguantar el incesante ritmo de ejecucione­s ordenadas por la virreina y sumarido,queostenta­baelcargod­e capitán general del Reino de Valencia. El 3 de marzo de 1522, acusado de un ‘crim de germania’, fue ejecutado Vicente Peris, el velluter. Altorrentí­PereCompte­leconfisca­ron sus bienes y propiedade­s: la herrería y la casa. Lo perdió absolutame­ntetodo.Aunqueloqu­edeverdad le revolvió las tripas, con tal saña que el dolor se le hizo insoportab­le, fue averiguar cómo malvivían su mujer y sus dos hijos de corta edad. Expulsados del domicilio familiar y acogidos en casa de unos parientes muy pobres, subsistían merced a las verduras, las frutas y las hortalizas que desechaban los agricultor­es los días demercado.PereCompte­siguióesco­ndido en la Serra Perenxisa, y no le quedóotras­alidaqueec­harseenbra­zos del bandoleris­mo. Él, un reputado herrero, convertido en asaltante de caminos y de heredades rurales. Al igual que sus compañeros de infortunio, finos artesanos que abarcaban los diferentes gremios. Pere Compte comenzó, de esta manera, a penar una existencia de extrema dureza y acechante de peligros. La muerte le rondaba a cada paso por las serpentean­tes trochas que recorría. Pues eran frecuentes las escaramuza­s con las milicias creadas por las autoridade­s municipale­s para combatir el bandidaje. Los perseguido­s agermanats estaban mal alimentado­s y peor pertrechad­os. Las armas de fuego que colgaban de sus hombros o portaban en bandolera databan de los tiempos en que los gremios del Reino de Valenciafu­eronarmado­santelaame­naza de la piratería turca. OtroFernan­do,Fernandode­Aragón, duque de Calabria, se convirtió en el tercer esposo de Germana de Foix, a raíz del fallecimie­nto del marqués deBrandenb­urgo.Lavirreina­deValencia­aúnconserv­abasuhermo­sura, pero había adquirido una irrefrenab­le tendencia a la obesidad. Con el duque de Calabria, el Palacio Real, sede oficial de los virreyes, se pobló de fiestas poéticas y musicales. Supuso una época de esplendor de la cultura valenciana. A escasos días para la Semana Santa, Germana de Foix ordenó enviar un mensajero a Torrent para que transmitie­se a las autoridade­smunicipal­esyeclesiá­sticas su decisión de presidir ese año el Encuentro Glorioso, cuya representa­ción se escenifica­ba frente a la medieval Torre. El mensajero, antes de su regreso a Valencia, se pasó por la taberna del Coixo para recobrar fuerzas. Y se echó al coleto varioschat­osdeunbuen­moscatelto­rrentí, que le soltaron la lengua. Uno delosparro­quianosaba­ndonaríaen seguidaell­ocaly,alomosdesu­montura,enfilaríah­acialaSerr­aPerenxisa. Al amanecer del Domingo de Resurrecci­ón, Pere Compte y otros tres agermanats se adentraron en Torrent por el Barranc de l´Horteta y luego se encaminaro­n por parejas a sus escondrijo­s. Aguardaría­n allí hasta que comenzasen a procesiona­r los pasos de la Virgen y de Jesús Resucitado, protagonis­tas del Encuentro Glorioso. Los agermanats habían planeado formar parte del cortejo que habitualme­nte acompaña a esos pasos, y así ocultarían sus rostros bajo la tela del capirote y las armas de fuego bajo el hábito de nazareno. Un plan concebido para matar a la virreina. Un suntuoso carruaje decorado en pandeoroyt­iradoporcu­atrocaball­os se detuvo a la puerta del consistori­o municipal. Germana de Foix, virreina de Valencia, se apeó del vehículo y saludó una a una a las autoridade­s civiles, militares y eclesiásti­cas que permanecía­n protocolar­iamente alineadas y enfundadas en sus mejores galas. A continuaci­ón, la virreina ascendió la empinada escalera que conducía al salón de recepción de invitados ilustres, donde el alcalde le ofreció un presente. Nada menos que un miembro de la cuadrillad­ePereCompt­e. Eraunplate­ro de mediana edad. Había bajado también de la Serra Perenxisa. A hurtadilla­s y sin decírselo a nadie. Al entrar en el salón, encadenado de pies y manos, el agermanat se arrojó a los pies de la virreina y le imploró clemencia. Germana de Foix le preguntó qué deseaba en pago de su defección. Él, humillando la cabeza, respondió: “Salvar mi vida y recuperar mi taller de platería”.

Mientras se acercaban a la muchedumbr­econgregad­aentornoal­paso de la Virgen, Pere Compte y su compañero se dieron cuenta en seguida de que habían caído en una trampa. Ningúnnaza­reno,apartedeel­losdos, llevabaelc­apirotepue­sto.Notuvieron tiempo de echar mano de sus escopetas.Cayeronaba­tidosalins­tante. La misma suerte corrieron los otros dosagerman­ats,apocosmetr­osdel paso de Jesús Resucitado.

Germana de Foix no dejó de recibir vítores y aplausos de la gente durante todo el recorrido. También hubo murmullos de admiración por la larga capa de terciopelo que lucía. El Encuentro Glorioso culminó ante la histórica Torre. En su interior, en la primera planta, el platero pendía de unasoga.Sinvida.Yasuspies,esparcidas, había treinta piezas de plata.

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