Nou Torrentí

De músicos y relojes

Enrique Cardesín

- Enrique S. Cardesín Feno

Caminaba Avenida arriba, y la camiseta con el símbolo de los Rolling Stones la boca roja con la lengua fuera) se le pegaba al cuerpo como una segunda piel por culpa de la humedad ambiental, que también e apelmazaba las puntas de la melena. Era una tarde de primeos de septiembre de 1975, y hacía el calor propio de esas fechas aún veraniegas. Al pasar por deante, miró de refilón el escaparae de una boutique de ropa femenina. Después de unos segundos, Rubén, el nuevo vocalista del grupo musical torrentí Lluvia, se paró en seco y acto seguido volvió sobre sus pasos. Parecía que algo en ese escaparte ejercía un podeoso magnetismo sobre él. Ahora, plantado ante la luna de la tienda, miraba casi sin pestañear una camisa de talle estrecho y con largos flecos en mangas y cintura. Entonces le vino a la memoria el hecho de que tenían pendiente a sesión fotográfic­a para elegir el nuevo cartel promociona­l del grupo. Y los ojos se le iluminaron con ese brillo especial con el que siempre resplandec­ían cuando sobre el escenario cantaba alguno de sus temas favoritos. Le echó un vistazo a su reloj de pulsera, pero no pudo determinar la hora exacta, pues el reloj no funcionaba; las manecillas estaban clavadas en las siete menos cuarto. El ensayo del grupo se había fijado para las siete en punto, en la habitual planta baja de la calle Hernández Malillos. Él sabía de sobra que quien llegaba tarde a los ensayos le tocaba pagar las consumicio­nes que a su finalizaci­ón ealizaban en el Marisquero, un bar situado en el arranque de la Avenida —llamada de los Márties, aunque la gente sólo la nombraba como Avenida—, en el lado zquierdo según se subía hacia la Fuente de las Ranas. Así que Rubén presentía que en esta ocasión el paganini no iba a ser otro que él, toda vez que la puntualida­d era una virtud que adornaba a los componente­s de Lluvia. A uerza de dar grandes zancadas aceleró mucho su marcha. Rubén erró el tiro al pensar que sus cuatro compañeros de Lluvia, en cuanto lo vieran entrar por la puera, se lanzarían a mortificar­lo por su retraso y a recordarle la pena que se imponía al que llegaba tarde al ensayo. Pero lo que sucedió ue algo inesperado, sorprenden­e: en la habitación donde ensayaban había una quinta persona. Un hombre de mediana edad al que Rubén no conocía de nada. Él seguía siendo un neófito en esto de la música en plan artista. Paco, el teclista del grupo, se lo presentó como el agente del cantante Bruno Lomas, del que Lluvia había sido telonero en alguno de sus conciertos. A continuaci­ón, el agente se puso a contar el motivo de su visita. “He venido —dijo mirando a cada uno de los cinco músicos de modo alternativ­o— con el encargo de haceros una propuesta. Yo creo que es una propuesta interesant­e y atractiva, por lo que estoy absolutame­nte seguro de que no la vais a poder rechazar. A primera hora de esta mañana, me ha llamado por teléfono mi amigo Paco Pastor, el vocalista y fundador de Fórmula V, y me ha comunicado que por causa de una caída fortuita en su casa, se ha producido una lesión en la rodilla derecha y ahora tiene la pierna inmoviliza­da. De manera que su grupo, y por decisión unánime de todos sus componente­s, no actuará el próximo sábado en el programa de televisión Directísim­o, que presenta el periodista del mostacho, José María Íñigo. Sin embargo a ellos, me ha dicho Paco, no les gustaría malograr del todo esta oportunida­d que se les brindaba para dar a conocer las canciones de su último álbum de estudio entre el gran público y por eso han madurado la idea de que otro conjunto musical, no profesiona­l, los sustituyes­e en ese programa e interpreta­se las dos canciones suyas pactadas en el contrato con Televisión Española. Paco Pastor ya ha hablado con el realizador del programa y este le ha expresado su conformida­d al citado cambio por necesidad. Fórmula V solo pone una única condición: que el grupo que los vaya a sustituir tenga sus canciones incluidas en su repertorio y las cante con frecuencia en sus galas. Lo que era el caso de Lluvia. No faltaban nunca en sus actuacione­s los éxitos recientes y pasados de Fórmula V: Cuéntame, Eva María, Vacaciones de verano, La fiesta de Blas… El agente salió a la calle, se encendió un cigarrillo rubio y esperó allí hasta que los chicos de Lluvia le dijeron que ya habían tomado una decisión. Aceptaban. Claro que aceptaban. Y ¿dónde había que firmar? El contrato estipulaba que el montante por las dos intervenci­ones musicales les correspond­ía íntegro a ellos. En el rostro de los cinco músicos apareció esculpida, como si otros tantos invisibles escultores la fueran modelando a la vez, la representa­ción física de la emoción. “Hoy no hay ensayo. Vámonos a celebrarlo al Marisquero –dijo Enrique, el virtuoso del saxo bajo. Hubo un aplauso general, al que le puso punto final Juan, el hermano de Paco, con un repique de los platos de su batería. José Luis, el guitarrist­a, no se mordió la lengua y le recordó a Rubén su impuntuali­dad. Las protestas del vocalista, que se defendía diciendo que, en puridad, no había habido esa tarde ningún ensayo, no colaron y le tocaría luego rascarse el bolsillo y pasar por la caja del Marisquero, mientras sus compañeros entonaban: En la fiesta de Blas, en la fiesta de Blas, todo el mundo salía con unas cuantas copas de más… Alquilaron una autocarava­na y enfilaron la carretera nacional con destino a los estudios de Prado del Rey en Madrid. A Rubén el reloj le jugó otra mala pasada, y de nuevo llegó con retraso al lugar donde esperaba la autocarava­na, con Paco al volante. El vocalista se juró que echaría el reloj a la basura a la vuelta de su participac­ión en el programa de televisión Directísim­o. Dos días antes, sin embargo, su reloj parecía funcionar perfectame­nte, puesto que él llegó a la boutique incluso antes que ninguno de sus compañeros. Una pandilla de adolescent­es, que todavía estaban de vacaciones escolares, paseaba Avenida arriba, Avenida abajo, y reconocier­on a los componente­s de Lluvia cuando accedían a la tienda de ropa femenina. La mayoría de esas chicas había bailado más de una vez en la piscina Las Delicias al ritmo de sus canciones y de los movimiento­s sincopados de Rubén. A los músicos los acompañaba en la boutique el fotógrafo Cardona, quien les propuso que saliesen a la calle vestidos con las camisas de flecos en mangas y cintura (negra la de Rubén y blanca las de sus compañeros) y cruzasen el paso de cebra uno detrás de otro en fila hasta el paseo central a imitación de la imagen icónica de los Beatles. Antes de que Cardona pudiese pulsar el disparador de su cámara, las chicas ya habían rodeado a los cinco en medio de la calzada y la foto se frustró. Se montó un tremendo barullo; los conductore­s haciend sonar el claxon y las chicas cantu rreando y bailando. Al cabo de u buen rato se pudo reanudar la cir culación de vehículos. Tras pasa por maquillaje, donde coincidier­o con el propio José María Íñigo, qu los animó y les deseó mucha suer te, el grupo aguardó en su camer no hasta el momento de saltar plató, atentos a que no se arrugas su glamuroso atuendo de camis de flecos, pantalón acampanad y zapatos de plataforma. Mien tras tanto, seguían por un mon tor el desarrollo del programa. continuaci­ón de interpreta­r su pr mera canción, Carolina (Busco tu caricias, tus sonrisas. Siento qu me falta tu amor. Oh, Carolina… tomó asiento junto al presentado el mentalista israelí Uri Geller, qu vestía una camisa de rayas arre mangada y lucía un abundante ca bello negro. En un momento dad acabado el número de las cucha ras que doblaba con el poder de s mente, anunció que también er capaz de hacer funcionar los relo jes estropeado­s. En ese instant en el camerino de Lluvia, todas la miradas del grupo confluyero­n mismo tiempo en Rubén. Juan, batería, haciendo gala de su pro verbial sorna, dijo: “La ocasión l pintan calva, Rubén. A ver si es Uri Geller consigue hacer funcio nar también tu reloj y de aquí e adelante llegas puntualmen­te a la citas”. La riada de carcajadas son tan estentórea que una de las aza fatas del programa entreabrió l puerta y les reclamó silencio. Re corriendo los pasillos de camin a su segunda intervenci­ón, Loc casi loco (El mundo se ha hech distinto, mi vida entera ha cam biado…), Rubén miró de soslay la esfera de su reloj y se percat de que la manecilla del segunde ro giraba de nuevo. “¡Va a ser ver dad que ese tipo es capaz de hace funcionar los relojes estropeado­s –pensó él. De pronto, oyó decir José María Iñigo que la centralit se había colapsado de tantos es pectadores que estaban llamand para confirmar el prodigio llevad a cabo en directo por Uri Geller. L presencia en televisión le report a Lluvia una creciente fama y u aumento apreciable de sus gala y bolos. Solo Los Melódicos había tenido antes el privilegio de canta en televisión. De vuelta a los ensa yos en Torrent, Rubén salió con fiado de su casa. Su reloj ya no l había vuelto a fallar. Menudas r sas se echaron sus compañeros e el Marisquero cuando le tocó ha cerse cargo de nuevo de la cuent

 ?? ??

Newspapers in Valencian

Newspapers from Spain