Nuevo Estilo

HABLA CON TU DECORADOR

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Hace poco, una amiga con muy buen gusto ¿? me contó que se iba a dedicar a la decoración. No se me movió ni un músculo. Así, a dedicar. Como soy una ingenua, creí que a continuaci­ón me preguntarí­a por escuelas o universida­des donde aprender. No hacía falta, todo el que entraba en su casa decía que qué bonita era, al tiempo que le preguntaba cómo es que no estaba trabajando en esto. Así, en esto. Tuve que ponerme seria y explicarle por qué “esto” es una profesión, pero eso fue solo al principio pues, ante su insistenci­a ignorante, pasé a ser realmente antipática y a sacar uno a uno todos los defectos de su obra. Nunca lo hubiera hecho de no ser consultada, ya que, por principio, apruebo el amor que todos tenemos por nuestra vivienda y hasta pongo un sobresalie­nte a muchos espontáneo­s que se lanzan al ruedo con resultados graciosos. En sus casas. De lo que ahora os hablo no es de elegir un color o una tapicería, no se trata de colocar mejor los sillones del salón ni de colgar los cuadros (por cierto, casi siempre mal), eso lo puede hacer cualquiera con buen gusto ¿? Únicamente un decorador con formación y experienci­a es de fiar y te vas a dar cuenta cuando se enfrente al plano y diga que lo tires todo o, también es posible, que no toques ni un tabique –y con ello te ganará para siempre–. Un interioris­ta no sobreactúa, sino que pone todo el énfasis en lo que no se ve, en las tripas de la casa que garantizan el confort, en los recorridos, en los usos, en las novedades del sector... Y, para colmo, viste de belleza toda esta solidez. Porque, sí, un decorador, A DEMÁS, tiene buen gusto.

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