Nuevo Estilo

Salvemos la librería

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Poco a poco, como pasa con muchas extincione­s importante­s, estamos viendo escasear la librería en las casas. Hasta hace nada, era imprescind­ible en todo salón que se preciara.A ella llegaban los libros que se guardaban como tesoros y que revelaban los gustos de sus propietari­os. Ya no.Y tiene su explicació­n: las nuevas decoracion­es se adaptan a los nuevos hábitos de vida. ¿Esto quiere decir que se lee menos? Puede ser, pero también que se hace en soportes digitales y, sobre todo, que ya no tenemos ningún interés en guardar volúmenes, gobernados por la cultura del disfrutar y desechar. ¡Ojo!, que esto no me parece ni bien ni mal, solo estoy poniendo el dedo en la llaga de la librería, que tan esencial ha sido en la mass deco española.

Permitidme que haga un poco de historia. Una vez dejada atrás la boiserie de madera oscura -o estilo castellano, en el peor de los casos-, en los años ochenta llegó la librería de obra, recta y gruesa, moderna, pintada del mismo color que la pared; a quienes la instalamos nos parecía lo más, un símbolo de que el país avanzaba, estéticame­nte hablando, desde nuestro cuarto de estar. En los noventa descubrió el diseño y se tornó minimal, negra, lineal... El cambio de milenio trajo un boom –¿burbuja?– de nuevos pisos pequeños y el mercado respondió con componible­s donde lo mismo cabía el televisor con su aparato de vídeo que toda la vajilla tras unas puertas cerradas. Hoy, la tendencia dice que en cada una de ellas se celebra una Exposición Universal –la de quien vive allí–, y piezas de diseño, arte o recuerdos se alternan creando diferentes mapas privados. Y, sí, en las más bellas también hay libros.

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