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Sobrevivir a diciembre. La divertida visión de la Navidad de Beatriz Satrústegui.
La temporada se abre con el primer langostino, allá por los días que siguen al puente de la Constitución.Y constitución, concretamente la de un toro, es la que hay que tener para resistir lo que sigue.Anualmente, desde el 10 de diciembre hasta el 6 de enero, España entera se embarca en un maratón de resistencia al triglicérido al que solo los hígados más fuertes sobrevivirán. El que hayamos convertido la conmemoración del nacimiento de un paupérrimo bebé en un pesebre en una gymkana de croquetas y torreznos es un misterio más que añadir al ya gran misterio de la Navidad.
El pistoletazo de salida lo dan las cenas navideñas de las oficinas. No sé si vienen en el convenio, pero no hay centro laboral que se precie que no tenga una. Es esa memorable ocasión anual en la que el Antúnez de turno, quinto pacharán en mano y en toda su espléndida gloria, cuenta chistes de tres rombos, pellizca el lustroso trasero de la directora de marketing y corona su actuación llorando sobre el hombro de su jefe.
Lo de la celebración de Navidad del trabajo igual funciona bien en Zurich o en Oslo, que son muy civilizados ellos, pero en España, señores, mezclar jefes, indios y gin tonics todos juntos bajo un mismo techo es la receta de la tragedia. He visto cosas que vosotros, humanos, no creeríais.
Superada esta fase sin haber sido despedido, demandado o pedido en matrimonio, llega uno a la siguiente "pantalla". Fase dos: las cenas amigo invisible. ¿De quién? De los amigos de la carrera, los de la guardería, los de la mili, los de la comunidad de vecinos y los que coincidís en la sala de espera del podólogo.Todos. Durante el año os ignoráis, pero es llegar el 17 de diciembre y el futuro del mundo depende de que cenéis juntos en las próximas 72 horas.Y de que os intercambiéis deleznables regalos de todo a cien que incumplen sistemáticamente toda normativa de la Unión Europea.
A la altura del 23 de diciembre, a 24 horas del día D, ya te encuentras muy malito. El pantalón te aprieta. La faja la has tirado al río. La tarjeta de crédito echa humo.Y de tez, te ves un poco amarillo. Pero eres un valiente. Un hijo del pueblo que engendró a los numantinos.Y no te rindes. Enfilas el día 24, con la suegra, los niños y el "cuñao". A estas alturas ya no hay langostino, por muy de Sanlúcar que sea, que te compense tal trago. Hacia el día 28 ya te has peleado con la mitad de tu familia propia y el 75% de la política. A tus hijos quieres mandarlos internos a Kuala Lumpur.A tus sobrinos, al cadalso. El estado de tus finanzas es casi tan lamentable como el de tu duodeno. El consumo de Almax está en máximos históricos. Llega el día de los inocentes y tú ya no estás ni para media broma. El cuñado te gasta una. Meditas comprarte una motosierra.Y no tienes jardín.
Llega el día 31.Tienes la motosierra en el maletero y la suegra a "tiro".Te lo has comido todo. Estás a una croqueta de aparecer en Google Earth.Ya no hay nada que perder. Se acerca la debacle. Pero hete aquí que doce uvas, un champán y la melodía del reloj de la puerta del Sol se cruzan en tu camino.Tienen un poderoso efecto balsámico, son un hechizo por el que todo se olvida. Sonríes, encaras el nuevo año, empiezas de cero, abrazas a suegras y sobrinos, y no vuelves a recordar, hasta el año siguiente, que, como dice el refranero: «De grandes cenas, están las tumbas llenas».
Beatriz Satrústegui es la impulsora de la tienda online Société de la Table, especializada en menaje y decoración de mesas. www.societedelatable.com
El pistoletazo de salida lo dan las fiestas de empresa, donde juntar jefes, indios y gin tonics augura la tragedia