TAL COMO ERA
La decoradora Mónica Benjumea recupera con maestría la esencia rural de una casa de campo de los años 40.
RECIBIMIENTO CON EXPECTATIVAS
La vivienda, que fue la antigua residencia de los guardeses de la finca, rezuma dulzura desde su entrada. Precede a la puerta principal un porche de arcadas de ladrillo avivadas con trepadoras. El mobiliario de jardín se localizó en un anticuario.
LOS RINCONES MÁS PRECIADOS
En el salón, la mirada se dirige a la imponente chimenea con embocadura de granito. La flanquean dos librerías de línea moderna y unas lámparas con pantallas fresa, todo recuperado de otras casas. Los sofás, uno de cuero y otro retapizado en algodón, son también reciclados. La mesa de centro está hecha con una puerta de trampilla y unos pies adquiridos en un mercadillo inglés. En la otra página, parte del jardín, que fue proyectado por Bárbara Saavedra, del estudio Savia y Raíces. Es un diseño muy silvestre y espontáneo, al más puro estilo british.
ESOS TESOROS QUE ENAMORAN
La casa está llena de detalles envidiables. Así, una vieja alacena pintada de rojo –arriba– ha dejado su sitio en la cocina para poner una nota de sorpresa en el salón. A su lado, sobre el sofá, la fotografía de Blanca del Río Oriol hace un guiño a la contemporaneidad, mientras que en el jardín –abajo–, un pozo antiguo encalado evoca la vida de antaño. En la otra página, el hall actúa también de comedor. La mesa se ha cubierto con una tela de hilo color mostaza, en plena sintonía con el biombo, adquirido en Subastas Segre. El cuadro es de Concha Ybarra.
POTENTES GOLPES DE COLOR DAN UN TOQUE DE FRESCURA A LAS PIEZAS ANTIGUAS
ALTA DECORACIÓN DE CAMPO
Genial la puesta en escena de la cocina, que recuerda a las tradicionales, con baldas superiores donde todo está a la vista y armarios bajos ocultos por cortinas, en este caso, confeccionadas con sacos marroquíes. Los azulejos del frente se rescataron de un almacén de la finca. Las sillas antiguas andaluzas vienen de un viejo cortijo y el grifo, el fregadero y la lámpara son de Ikea. En la otra página, vista del hall-comedor. El perchero procede de El Rastro madrileño, las sillas antiguas son piezas de la familia, la alfombra de esparto es recuperada de la casa y el farol del techo se compró en Subastas Segre.
UNA SUITE “REAL”
En el dormitorio principal, Mónica Benjumea plasmó un look de corte medieval con un precioso cabecero hecho con cortinas de terciopelo mostaza y un bandó para rematar adquirido en una subasta. Los almohadones son de Zara Home; el flexo cromado, de Ikea; y la lámpara morada, de un mercadillo de Inglaterra.
La historia de una casa se convierte muchas veces en su mayor potencial a la hora de reinventar los espacios. Esto es lo que le ocurrió a Mónica Benjumea, del estudio de arquitectura y decoración Kwanza Interiors, cuando se propuso el reto de reformar esta construcción de 1940: «Se trataba de la antigua vivienda de los guardeses de una finca de labor y partíamos de una premisa clara con ella: mantener su esencia rústica para darle un carácter único y auténtico», nos explica la interiorista.
Además de preservar intacta la estructura, que se encontraba en buen estado, se respetaron también las carpinterías de puertas y ventanas, y, por supuesto, los suelos de losetas hidráulicas, pese a los rasguños de la vejez que presentaban. La obra consistió principalmente en la restauración de los baños, la reubicación de la cocina y la instalación de un sistema de electricidad acorde con los tiempos actuales y la decoración.
Había que acondicionar cada estancia a los nuevos inquilinos –una familia de cinco miembros– y al estilo que buscaban. «Los muebles dispuestos en el interior son de estilo clásico, con sabor a campo, y, curiosamente, todos reciclados de casas que se han deshecho, de mercadillos, subastas, incluso de esta misma vivienda. No hay piezas nuevas», nos explica Mónica Benjumea, que conoce muy bien las fórmulas para crear escenarios únicos y emocionales que nos recuerden a otros tiempos. A estos tesoros recuperados se unen las telas, que cumplen un papel protagonista añadiendo texturas y color a los ambientes. Cortinas de terciopelo que ponen la nota teatral, arpilleras marroquíes para cubrir los armarios de la cocina o linos naturales vistiendo algunas mesas son algunos ejemplos. En definitiva, cada detalle, cada lámpara, cada azulejo suman para lograr el objetivo: una atmósfera rústica rebosante de estilo.
GESTOS PARA SIEMPRE
También en el dormitorio juvenil –arriba– se colocaron doseles en las camas para lograr un punto de ilusión. Los cabeceros tapizados son de Zara Home; la mesita de noche, de El Rastro de Madrid; y la alfombra negra de algas, de Leroy Merlin. Abajo, en el baño, tanto el lavabo como el suelo son los originales de la casa. El toallero tronco lo diseñó la decoradora. En la otra página, un escritorio con silla a juego, todo de mimbre, adquirido en un anticuario de Marbella.