COSAS DE FAMILIA
El interiorismo de esta vivienda madrileña destila todo el cariño y dedicación de las tres generaciones que han participado en él.
Con la familia y para la familia” podría ser el lema de esta vivienda madrileña.Abuela, madre, hija, e incluso una prima, todas apasionadas de la decoración, se involucraron en el proyecto de sacar lo mejor de esta casa, que contaba con buenos ases de partida. El primero, los metros cuadrados suficientes -antes fue la residencia de una pareja con cinco hijos– para acoger al clan más que numeroso de los propietarios: «Somos superfamiliares y antes de la pandemia recibíamos hasta a 30 parientes a la vez, por lo que queríamos una amplia área de comedor, salón y cocina», comenta la actual dueña. Misión cumplida.
En segundo lugar e igual de importante, se trataba de conseguir la máxima independencia entre la zona de adultos y la de niños para disfrutar de reuniones sin molestarse mutuamente. El enamoramiento fue total en este punto al descubrir una distribución que ya proponía casi un miniapartamento para sus tres hijos con una pequeña cocina y acceso propio desde la escalera, y superficies amplias para jugar y estudiar separadas de las comunes por un amplio pasillo.
Tanto trasiego, reuniones, idas y venidas requería un muy cuidado planteamiento deco que se rindiera a un sentido práctico. «Cuidamos la casa, pero utilizando todas sus estancias. De pequeña me daba pena ver las habitaciones de recibir vacías, sin usarse más que para cuatro celebraciones, y eso es precisamente lo que evitamos», explica la propietaria.
Esta visión funcional, donde todos los elementos se definen por el uso que se hace de ellos, sin artificios superfluos, se revela aquí también cálida y elegante. ¿La fórmula empleada? Piezas únicas que significan algo o tienen historia, pocos muebles –algunos creados a medida– y ambientes desahogados que permiten disfrutar del espacio y facilitan el transito por ellos. «Adoro la mezcla de texturas, colores y materiales, combinar flechazos encontrados en un bazar o en el trastero de mi abuela con objetos de los años 80 y tendencias actuales», asegura. Puro electicismo, compatible con la esencia clásica de la casa, levantada en la década de los 60 y de la que se conservan los techos altos; la tarima de roble y caoba, con dibujos geométricos distintos según las estancias; y la carpintería, que incluye maravillosos vidrios grabados a mano. Elementos que se incorporan con naturalidad en ambientes actuales y abiertos, con el office como centro neurálgico de la vivienda. Una apuesta arriesgada con resultado altamente satisfactorio.
Los tonos terracota ayudan a crear un refugio perfecto para el sueño