ECHAR RAÍCES
LUC CLEMENT, EMPRESARIO Y NÓMADA GLOBAL DE ORIGEN HOLANDÉS, DESCUBRIÓ EN IBIZA EL RETIRO Y LA CALMA QUE ANSIABA. DE LEJOS, SU VIVIENDA ES UN PUNTO BLANCO SOBRE UNA COLINA; DE CERCA, UN CUIDADO MIX QUE INTERPRETA EL ESTILO DE LA ISLA.
La casa en Ibiza del empresario Luc Clement es el refugio de paz que tanto deseaba, y un magnífico y blanco contenedor para sus colecciones de fotografía y arte africano.
NUEVA VIDA
Varios volúmenes de distintas proporciones aislados entre sí se unen en un conjunto que bebe de la cultura balear, de sus fachadas de revoco de cal y muros de piedra seca. El juego de alturas y tamaños también se traslada a un interior muy dinámico. La entrada se corona con vigas de madera originales de la casa. El banco y las puertas son piezas artesanas antiguas.
EN EQUILIBRIO
El hall a doble altura, al que se asoman Luc Clement y su perro Oslo, acoge un bajorrelieve en madera de João Carlos Galvão. En la otra página, arriba, el rojo de la Lido, una lounge chair de 1936 de Battista & Gino Giudici, destaca junto al verde de un ficus robusta. Abajo, la zona de piscina. El porche de madera y cañizo sombrea un sofá de obra, ambos diseños de Luc Clement. La larga mesa de centro es un hallazgo vintage y los taburetes antiguos se encontraron en Ibiza. Unopiù firma las tumbonas y las sillas de mimbre y madera.
Piedra, cal, madera... la casa se nutre de los materiales originales de la isla
Se enamoró de sus paisajes y naturaleza, de la personalidad de la arquitectura local y de sus hermosas vistas. Luc Clement fue uno de los turistas pioneros en hacer de Ibiza su hogar definitivo a finales de los años 80. Por aquel entonces, sumergido en una vida de viajes constantes y actividad frenética en el mundo de la moda, vinculado a firmas como Superdry, CNC Collection y Scapa, buscaba un lugar para relajarse y exhibir su colección de arte africano y fotografía. Lo encontró en Can Ramón des Calvari, una antigua finca en la cima de una colina al noroeste de la isla. En realidad, se trataba de varios edificios separados con diferentes alturas y tamaños, por lo que darle su aspecto actual supuso un gran reto constructivo.
Al parecer, no fue un trabajo fácil. Requirió mucho cuidado y atención. Eran varias edificaciones aisladas, de 1700 las más antiguas, a las que tuve que dar continuidad y cohesión estética por dentro y por fuera a la manera ibicenca. Un proyecto muy intenso que me ha llevado cinco años. Quería algo totalmente enraizado con la arquitectura popular. De ahí, las paredes de cal y la técnica de piedra seca en algunos muros. En el interior, donde muchos muebles son antigüedades de la zona, la adaptación al desnivel del terreno ha creado interesantes espacios que brindan dinámicos juegos visuales. ¿Contento con el resultado? Mucho. Es una casa amplia, pero acogedora, con varias zonas para el relax. He logrado proyectar una atmósfera entre monasterio y museo que resulta muy personal y me fascina.
UNA MEZCLA MUY PENSADA
Arte africano e importantes nombres del diseño europeo van de la mano en el salón, donde una gran alfombra ideada por el propietario –y confeccionada en Marruecos– delimita y crea intimidad en el amplio espacio. Entre las dos butacas blancas de los 40, de Philip Arctander, se ha situado una mesita auxiliar realizada con cuencos marroquíes para cuscús. En el centro, coffee table en bronce y acero lacado del belga Ado Chale. A la izquierda asoma la viga de una iglesia ibicenca reconvertida en banco, con tres esculturas en forma de bola de Kristin McKirdy. En la otra pagina, el protagonista absoluto del hall: un espectacular techo de vigas originales de madera. Debajo, vista del salón desde el jardín, con la chaise longue de los Eames y una lámpara de Svend Aage Holm Sørensen al fondo.
EN DISTINTO PLANO
Dobles alturas y escaleras crean una dinámica distribución interior que pone en valor el desnivel del terreno. Arriba, detrás del sofá verde, diseño del propietario, la obra Polaroids plants, de Stefan de Jaeger, y una fotografía del cantante Youssou N' Dour firmada por Mart Engelen. A la derecha, terraza con sillones de caña mediterráneos.
En la otra página, composición PA 27, de Jean-Philippe Duboscq; fotografía en blanco y negro Suzanne, de Mart Engelen; y tres bastones étnicos africanos.
Los espacios interiores a diferente nivel crean interesantes perspectivas
¿Por qué el look monacal? Necesitaba, por encima de todo, paz, espacio y reflexión. Esta finca habla de mi amor por la naturaleza, los orígenes, la honestidad... Reflejar valores universales, como volver a las raíces, a lo básico, y crear sentido de pertenencia eran mis objetivos.
¿Y el efecto museo?
Sus paredes blancas son perfectas para exhibir mis colecciones de arte tribal africano, sobre todo del Congo, y de fotografía en blanco y negro.A lo largo de casi 30 años he recopilado más de 150 imágenes de prestigiosos fotógrafos como Helmut Newton, Peter Beard, Mart Engelen, Sarah Moon, el español Alberto García-Alix... Siempre ha sido mi pasión, y más al trabajar dentro del mundo de la moda.
Has recorrido el mundo, ¿qué hizo que eligieras Ibiza?
Creo que fue algo casi predestinado. Mi gusto por la naturaleza y la tranquilidad me trajo a esta finca algo alejada de la capital. Arrastro muchos viajes, así que frente a esa vida cosmopolita me hacía falta un refugio de campo auténtico. Basta un simple paseo con mi perro para devolverme automáticamente a la tierra.
COCINA CASERA
Sabores pegados al recetario local es lo que se espera de este espacio, en el que las vigas originales de sabina vuelven a acaparar las miradas. El look rústico se adereza sabiamente con un suelo de cemento y, como contraste, una mesa de metal y mármol de Knoll, y las sillas Domus, de Ilmari Tapiovaara. Los armarios son una idea del propietario en madera de nogal y la encimera está realizada en Corian. El respeto por el estilo ibicenco queda reflejado en las dos puertas de acceso, tradicionales de la isla, y en la hornacina donde se encastra la cocina, un modelo de Viking. Este hueco se ha revestido con los característicos azulejos de las casas de campo, adquiridos en Bruselas.
REFUGIO SUBTERRÁNEO
La escalera desciende al sanctasanctórum del descanso, amueblado con cama adquirida en Bruselas y textiles africanos. Sobre la mesilla, máscara de la etnia Songye. Una de las paredes se ha dejado vista para contemplar la técnica de la piedra seca, típica de Baleares. En la otra página, la alfombra es un antiguo diseño bereber y el mueble tiene una doble función: por una parte es librería y por la otra reviste el exterior de la ducha en el baño. En las imágenes laterales, otro de los baños, con lavabo de microcemento sobre un armario de nogal, grifos de Vola y espejo diseño de Luc Clement, al igual que la bañera. Jock Sturges es el autor de la fotografía en blanco y negro.
¿Cómo es Can Ramón des Calvari? Ecléctica. En su decoración me he inspirado en viajes, la lectura de revistas de interiorismo y la visita a museos y galerías de arte para reunir muebles antiguos ibicencos, grandes nombres del diseño europeo, y la pureza, sencillez y naturalidad de la cultura africana.También hay elementos diseñados por mí. Si no encuentro lo que quiero, lo dibujo y pido que lo hagan. ¿Tu habitación preferida?
Quizás la biblioteca, que expresa a través de los libros que guarda mis pasiones estéticas. Después de la moda, ¿el arte es ahora tu modus vivendi?
Sí, por medio de mi galería LC Gallery, actualmente vía online e Instagram. Me inclino por las piezas del Congo y la zona oriental de África, son tan honestas. Se trata de una expresión artística, pero también son objetos ancestrales utilizados en ceremonias o en la vida diaria. Me intrigan y a la vez me fascina su influencia en el Expresionismo, Cubismo o Surrealismo del s.XX.