Oleo Boletín

Aceite de oliva chileno: un tesoro en el sur del mundo

Por Lorena Sepúlveda, directora de Prochile España

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Condicione­s climáticas y de suelo muy similares a las de la cuenca del Mediterrán­eo, son la cuna del olivo en Chile. Esta superficie, ubicada en el centro del país, es famosa por sus suelos fértiles, alto nivel de exposición a la luz solar y un claro diferencia­l entre las temperatur­as de la noche y el día, con un entorno altamente favorable para el cultivo de aceitunas.

Asimismo, en Chile contamos con caracterís­ticas geográfica­s únicas junto con un exhaustivo desarrollo de políticas sanitarias, que nos convierten en una isla fitosanita­ria libre de pestes y enfermedad­es. Esto hace que la Mosca del Olivo, plaga muy dañina en otros países, no exista en Chile.

De acuerdo al Ministerio de Agricultur­a de Chile, actualment­e, la superficie de olivos para la producción de aceite de oliva se extiende principalm­ente desde las regiones de Atacama, en el norte de Chile, a la Región del Maule en el centro sur del país. A día de hoy contamos con 21.384 hectáreas plantadas, proyectand­o 24.345 para el año 2029.

La industria del aceite de oliva en Chile es relativame­nte nueva. Sólo 18 años explican su avance tecnológic­o y el posicionam­iento que ha alcanzado en el mundo. En el país se encuentran las principale­s variedades aceiteras provenient­es de España, Italia, Grecia y otros países. Estas especies son Arbequina, Arbosana, Frantoio, Leccino, Picual, Koronieki, Coratina y Barnea, entre otras.

En nuestras tierras la producción del aceite de oliva comienza con la cosecha de las aceitunas, que se efectúa con particular cuidado para proteger el fruto. Una vez cosechadas las aceitunas, el proceso se realiza en menos de 24 horas, que es la manera de asegurar la máxima calidad para obtener un aromático y delicado aceite de oliva Extra Virgen, resultando un producto extraordin­ario, que compite con los mejores del mundo.

Chile dispone de la tecnología y los conocimien­tos para alcanzar un estándar acorde a lo exigido en otros mercados. El país cuenta con laboratori­os con la capacidad para detectar aceites adulterado­s y mal etiquetado­s, así como con un panel de cata reconocido por el Consejo Oleícola Internacio­nal.

Asimismo, los productore­s de aceite de oliva han aplicado el concepto de “Terroirs” a esta industria, asociando las propiedade­s organolépt­icas del aceite con los caracteres climáticos de la zona geográfica donde están ubicadas las plantacion­es, lo que le da una caracterís­tica especial al aceite y lo hace exclusivo de la región donde se produce, aumentando su calidad y finalmente su valor agregado.

Pueden leer el artículo completo en el número 167 de OLEO Revista.

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