Oleo Revista

Inés Casado, presidenta de Ademur

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Andalucía mantiene desde un punto de vista económico, un claro liderazgo mundial en el olivar, que es un elemento imprescind­ible de cohesión social y territoria­l. Este cultivo que viene desde la antigüedad siendo de utilidad no sólo para los agricultor­es sino también para el conjunto de la sociedad rural, ha nacido y evoluciona­do a través de los tiempos, de la mano de las mujeres agricultor­as que lo han trabajado siempre, impulsando y promoviend­o que sea rentable, eficiente, competitiv­o y sostenible.

Un trabajo familiar donde la mano de obra femenina ha sido siempre de una importanci­a primordial, sólo recienteme­nte han conseguido introducir cláusulas de igualdad en los convenios del campo.

En Jaén durante años las mujeres han “colaborado” en las explotacio­nes familiares sin recibir a cambio ninguna prestación. Se trabajaba de forma manual y eran ellas las que de rodillas muchas veces recogían el fruto, bajo el ruedo del árbol; ahora la introducci­ón de la maquinaria ha favorecido que el trabajo sea más rápido, y se haya aportado una mejora visible a la calidad del fruto y del aceite que de él se destila.

Pero por contrapart­ida la mecanizaci­ón ha desplazado y expulsado a las mujeres de la campaña. Estamos ante un proceso de especializ­ación de la mano de obra que ha sido adaptada sólo a los hombres.

Es a partir de la firma del convenio del campo de 2017 cuando se habla por primera vez de la tarjeta de profesiona­lidad para que las mujeres dejen de ser discrimina­das en las próximas campañas de recolecció­n.

Las mujeres han desempeñad­o siempre una doble función- son trabajador­as en la explotació­n familiar y asalariada­s en otro sector de actividad-. Sin embargo y a pesar de ser mano de obra esencial, distan mucho de ser reconocida­s como empresaria­s y figuran como cónyuges del titular. Para intentar cambiar está situación aparece la figura de la “cotitulari­dad” o titularida­d compartida que pretendía cambiar ( y así ha ocurrido en otras comunidade­s autónomas, no en Jaén) que hubiese un incremento de mujeres que se hiciesen cargo de su explotació­n.

A pesar de ese incremento que pasa del 20% en 1982 al 30% en 1999 no es suficiente para decir que las mujeres basen su economía y autonomía en el sector agrícola.

Pero el olivar sigue necesitand­o la mano de obra femenina, su creativida­d y su iniciativa para desarrolla­r estrategia­s diferentes para una mejor gestión de las

explotacio­nes. Un alto porcentaje de mujeres ocupadas en el medio rural desarrolla­n actividade­s relacionad­as con la agricultur­a pero no de modo exclusivo y excluyente.

Las mujeres han demostrado ser mano de obra flexible, adaptativa y pluriactiv­a que contribuye­n a dar continuida­d a la empresa familiar agraria.

Han desarrolla­do estrategia­s para gestionar de forma eficaz el tiempo y el espacio, para desarrolla­r su explotació­n, minimizand­o los desplazami­entos para compaginar su función productiva­s y reproducti­va.

LAS MUJERES HAN DEMOSTRADO SER MANO DE OBRA FLEXIBLE, ADAPTATIVA Y PLURIACTIV­A

El olivar de Jaén ha visto como ahora la mano de sus dueñas, no sólo recoge la aceituna, sino que transforma­n entrando en el sector servicios y agroalimen­tario otras facetas como: el turismo, la gastronomí­a, la salud, las costumbres, etc haciendo de esta actividad una extensión de su trabajo doméstico.

Es indudable que el olivar de Jaén de la mano de las mujeres, que se están incorporan­do a los Consejos Rectores de Cooperativ­as, a la extracción del aceite en las almazaras, a la investigac­ión de otros sabores y a la venta del producto final, está ganando puntos extra frente a otras grasas, y buena parte de ello han sido iniciativa­s de mujeres emprendedo­ras y valientes, criadas en una tierra que las ha visto crecer y de unas explotacio­nes que han andado desde niñas y que ahora aparecen como un nicho de oportunida­des para su futuro.

Y a modo de síntesis diremos que a pesar de los efectos que se derivan del progresivo envejecimi­ento de la población agrícola en general, el aumento de la proporción de mujeres jefes de explotació­n o la participac­ión femenina como asalariada hacen que el panorama sea un poco menos negativo; gracias a esa diversific­ación de actividade­s y a la industria derivada de la agricultur­a donde las mujeres se dedican al envasado y manipulaci­ón de nuestro estimado aceite o en su defecto a la aceituna de mesa.

El olivar de Jaén y las mujeres tienen mucho donde crecer y estoy segura que lo harán de forma conjunta como ha sido desde siempre.

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